¡Chssstt! ¡Chsssst!... Acérquese… Sí, sí, usted…, sin hacer
ruido…, sigilosamente… Tengo que contarle un secreto y no quiero que nadie nos
oiga… Podrían sospechar e intentarían enterarse de lo que le voy a confiar… No
es que sea un secreto de estado, de esos de los que depende la vida de cientos
de personas… Tampoco chiquito, como las hormigas… Pero es mío y con eso, basta...
Estuve dudando mucho tiempo… ¿Se lo digo? ¿No se lo digo?… ¿Será usted
cauto?... Prometamelo. Antes nadie guardaba mis palabras y empecé a esconderlas
en el hueco más profundo de los bolsillos, en el dobladillo de los pantalones o
en el estuche de los lápices…, lo malo es que olvidaba esos recovecos, y los
secretos, al cabo de los meses, acababan perdidos… ¡No hay nada como la oreja
de un amigo para guardar los secretos!... Nunca se extravían entre los
recuerdos innecesarios, ni pierden el valor como los billetes viejos y usados… ¿Usted no
tiene secretos…? Las personas mayores tienen menos secretos que los niños,
aunque mucho más grandes. Los nuestros son como los pájaros… Abundantes…Volanderos…
Aunque yo prefiero tener solo uno, que, en la jaula de mis sueños, trine y me
haga feliz, sin que los demás puedan escucharlo.
BENINI PIETROMARCHI, Sophie y SIGNORINI, Livia. 2012. El libro de los secretos. Barcelona:
Thule.
Entrada poética, Román...
ResponderEliminarY sí, ya lo decía mi hija: "todos tenemos secretos, mamá. Tú también tienes secretos".
Y me quedé alucinada pensando en qué secretos me habría descubierto. ¿?
Cuánto poder tienen los secretos.
Y creo que los mejores son los de los niños...