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lunes, 3 de diciembre de 2012

Ideas y mecenazgos





Tras un gélido fin de semana en el que me he visto obligado a claudicar ante el radiador (y este sólo es el comienzo…), quiero compartir con todos ustedes –y “ustedas”, iguales en género y especie-, una experiencia que me ha encantado y a la que me he sumado casi instantáneamente: la edición de tres cuentos mediante el llamado “crowdfunding”, una forma de mecenazgo semi-anónimo para proyectos con necesidades presupuestarias, todo ello, gracias al omnipresente poder de la red.
Cintia y Chelo, Chelo y Cintia, a base de exprimirse el seso, tuvieron una idea, que podéis ver AQUÍ, en la que creyeron, y como no tenían ni un duro para llevarla a buen puerto, pensaron que lo mejor sería pedir prestado ese dinero… Como bien saben, los bancos hoy día no están para prestar sino para pedir, así que este tándem de ilustradora y escritora decidió echar mano de Verkami y el llamado “crowdfunding” para que unas cuantas almas caritativas y con buen criterio aportasen el capital necesario y así editar sus tres cuentos infinitos  recibiendo como recompensa ejemplares de estos y algún que otro regalo en agradecimiento por la confianza manifiesta. El objetivo se ha logrado con creces y tendrá como resultado que el verbo se haya hecho carne y habite estas navidades entre nosotros (o eso espero…)
Y ahora es cuando me preguntan eso de “¿Y tú, Román? ¿Con esa firme oposición a estas moderneces, te has prestado a formar parte de ellas…?” El Román, aunque arcaico, no confunde la velocidad con el tocino, y sabe diferenciar un buen trabajo de las decenas de mierdas que nos proponen las editoriales en estas fechas tan propicias para el consumo masivo, ¡que para eso estamos los gurús “lijeros”!… Más aún, afirmo que es preferible regalar este trío de historias mínimas a precio asequible y narradas a golpe de origami, y, de paso, ayudar a que florezca la creatividad nacional, a que los magnates de la letra impresa se enriquezcan encasquetándonos refritos de libros que ya perdieron el brillo… Porque, ¿quién prefiere una bombilla de bajo consumo cuando puede alumbrarse con un farolillo lleno de luciérnagas?

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