Durante los pasados días ha corrido como la pólvora en
lijeros y lijeras la noticia de que, en la famosa Feria de Ilustración de Bologna (para los despistados geográficamente, apunto hacia Italia…), una cita
para cientos de artistas en la que se da a conocer el trabajo de principiantes,
profesionales, nuevas promesas y advenedizos para que editores de todos los
confines negocien a sus anchas con la mercancía de este gran escaparate, se ha
primado la procedencia oriental de los participantes de la selección oficial del 2013.
Ello conlleva que entre los elegidos abunden japoneses, coreanos, los
procedentes de los países árabes y algún que otro indio… ¿Y occidente? ¿Dónde
queda occidente?
Hay dos formas de analizar este “suceso” (Ja, ja, ja… me
encanta el misterio…). Por un lado no debemos olvidar que esta feria es una
tarta muy suculenta en torno a la cual se manosean muchos billetes, por lo que
sus italianos organizadores, que no son tontos y han vendido muchas Vespa®, han
creído oportuno dar un giro y presentar al mundo editorial los trabajos poco
conocidos de una parte del mundo que quiere emerger y que no está tan explotada
como en los países de cultura occidental. En la otra mano tenemos a la crisis
económica occidental que ha acarreado una crisis de ideas también occidental…
Aunque la proliferación de muchos artistas y diseñadores ha sido abrumadora
durante los últimos años, no ha aumentado la calidad de unos trabajos que se
basan en una serie de pautas normalizadas que engendran cierto hastío en el
mundo editorial; es por ello que el desconocido (no creo que mejor) mundo de la
ilustración oriental, acapare la atención, no sólo editorial, sino de
estudiosos de la LIJ o lectores de LIJ (el exotismo es lo que tiene).
Lleve razón o no en estas pequeñas consideraciones, cabe
decir que en el equilibrio está la clave del éxito de cualquier empresa,
llámese esta heladería o feria de ilustración, por lo que no hay que dejar que
la balanza caiga injustamente hacia un lado.
Y para amenizar esta entrada, más que a leer, les invito a
degustar un cortometraje animado que más tarde inspiraría un álbum ilustrado
(pueden hacer las dos cosas) titulado La
casa de los cubos de Kunio Kato y Kenya Hirata (Adriana Hidalgo, colección
Pípala), y que fue bastante reseñado en su día, para que sean conscientes de la
novedad argumental que supone, de la calidad narrativa y del surrealismo
implícito, tres evidencias a favor de la ilustración oriental.
Buen artículo, aunque los japoneses ya hace tiempo que están dando que hablar.
ResponderEliminarLo sé, lo sé... El hecho de que sean los reyes del dibujo animado es un plus...
ResponderEliminar