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miércoles, 23 de octubre de 2013

Modas japonesas


Que lo oriental está de moda en la parcela editorial, más que un hecho, es una rotundidad.
Los jóvenes occidentales devoran manga a manos llenas (¿será fruto de la castración emocional que sufren en los últimos tiempos?); uno cree perderse entre el intrincado laberinto que representan las series anime; decenas de ñoños culebrones coreanos  seguidos por hordas de quinceañeras; sushi, nori, wasabi y sashimi en todas las esquinas; el retorno del origami al mundo de las manualidades de alto “standing”… Son razones varias que se me ocurren -a bote pronto- para argumentar esta fiebre amarilla recién horneada (tranquilos, el año que viene cambiará de color).
Sin kimono y con asombro, veo desfilar gran cantidad de autores e ilustradores del lejano oriente, una cultura que empieza a invadirnos en aras de su originalidad y exotismo. Aunque con otra manera de narrar (más surrealista, sin lugar a dudas) y menos concluyente (esos finales en el aire a veces me ponen muy nervioso), japoneses, chinos y otros autores de pliegue palpebral acusado, están copando poco a poco el mercado de los libros para niños con sutiles ilustraciones de aguadas dinámicas y figuras estáticas. Si bien es cierto que la llamada globalización está aportando variedad y mezcolanza (gastronómica y LIJera), también se echa de menos cierta selección a la hora de comprar derechos de autor y publicación, para no errar en el intento y ganar un dinerillo... Con esto hay que decir que es imposible comparar el trabajo de Mitsumasa Anno o Satoshi Kitamura con los bodrios (llenos de friquismo en muchas ocasiones, todo hay que decirlo…) que últimamente se editan procedentes del país de la seda y el crisantemo… Tener los ojos rasgados es una cosa y hacer buenos libros para niños es otra.


No se alteren. Es una mera opinión. Si quieren mi recomendación, aquí la traigo… Si me dieran a elegir entre todos los libros nipones editados en castellano esta temporada otoñal, elegiría Karl y la torre misteriosa, del japonés Junzo Terada (Bárbara Fiore Editora), una de esas joyas literarias que, con mimada puesta en escena (me recuerda a esas series de dibujos japonesas de los ochenta, como Banner y Flappy, El bosque de Tallac o La aldea del arce), se presenta al lector como un  cuento de aventuras de nuevo cuño pero con sabor añejo.

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