Terminamos
2013 y con él también se fue un año cargado de miseria y ¿esperanza?... No sé
qué nos deparará un 2014 que se antoja algo más seco que el pasado (crucemos
los dedos para que el campo florezca, porque si no lo hiciese, ¡lo que nos
faltaba!), pero lo cierto es que los políticos nos seguirán jodiendo… Mas cada
día más empeñado en su consulta sobre la escisión de Cataluña (pobres empresas
catalanas), Cospedal luciendo tipo, asesor de imagen y Dios-sabe-qué más, Rubalcaba
invocando a las plagas bíblicas (el progresismo no se lleva…) y Rajoy a vueltas
con el paro, el aborto (¿podrán dejar populares y socialistas de una puta vez
que decida cada mujer?) y “el conjunto de la sociedad” (¡clases de oratoria,
por favor!). Así que, cada tonto con su tema y la rata Rogelia con la bota del
vino.
A
ver si este año le podemos endosar a algún narcotraficante o jeque árabe venido
a menos, aeropuertos como el de Ciudad Real y Castellón para que, al menos, las
cajas de ahorros se marquen un tanto y puedan seguir manejando nuestros
insignificantes planes de pensiones para de paso, no cobrarlos jamás.
El
ladrillo subirá y se prevé un ligero repunte del mercado inmobiliario durante
los próximos meses, así que, ya saben, saquen los cuartos del colchón y
cómprense algún garito de los que quedan en pie, porque lo que viene,
seguramente será peor.
Lo
de la luz, ya saben: en invierno, estufa de picón (aunque algunos hablan de
huesos de aceitunas), y en verano, abanico español. ¡Y luego osan esos europeos
derrochones dudar de nuestra conciencia medioambiental! ¡De nuestro botijo y
nuestras persianas! Esperemos que Balay, Estrella Galicia, Postres
Reina, Teléfonos BQ, KH-7 y el resto de marcas patrias derroquen a la hegemonía
germano-americana y enseñemos al mundo que lo español también vende.
Seguramente
no me equivoque un ápice de todo lo dicho, pero durante estas fiestas más nos
valdrá preocuparnos de las jaranas vecinales, esos seres que habitan entre
nosotros y a los que tanto odian, temen y envidian las madres españolas
(¡Chssst! ¡Que no te oiga el vecino, nene!), y que, de vez en cuando nos
molestan más de lo debido (cosa que seguirán haciendo este año), bien sea a la hora de la siesta, en Nochevieja (este
año tuve la suerte de librarme) o, como en el caso del protagonista de El vecino lee un libro de Koen Van
Biesen (editorial Tramuntana), mientras dedicamos nuestro tiempo a esa bendita
afición llamada “lectura”.
¡Felices
libros! ¡Feliz 2014!
Feliz Año, Román!
ResponderEliminarAna Nebreda