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miércoles, 19 de marzo de 2014

De maldad... y bondad.


Que la gente mala abunda, es una realidad de sobra conocida…, pero también es de notar que, con más frecuencia de la debida, también solemos confundir los espíritus libres y divertidos con aquellos viles y ennegrecidos.
Seguramente más de uno -progenitores sobre todo, los maestros ya estamos de vuelta…- se sorprende de lo avispados que son algunos niños, con sus ocurrencias y con ese tópico del “salirse con la suya” a base de pucheros y otras mentirijillas, pero lo cierto es que conozco pocos niños (haberlos, haylos) que acaparen maldad a raudales, prueba de haber sido engendrados por el mismísimo demonio. Eso sí, conforme vamos creciendo, las cualidades o defectos se acentúan y algunos pasan a ser pre-delincuentes, criminales y auténticos mafiosos…


 Hay una notable diferencia entre los juegos y las jugarretas (los primeros tienen un aspecto lúdico y, a veces, hasta didáctico, y los segundos evidencian un carácter dañino, incluso cruel), pero también debemos saber que viven cosidas por un sutil y fino hilo que casi siempre es muy sencillo de quebrar, algo de suma importancia durante la adolescencia, una etapa tan difícil, como compleja. Para cualquier púber, dejarse llevar por el lado oscuro de la fuerza es algo más fácil (¡que se lo digan a Darth Vader!), que mantener templado el cerebro y decidirse por la cara buena de las cosas. Una tarea, que no sólo se consigue a través de genética y educación familiar, sino que depende de las dichas y desdichas impresas por la vida.


Pero no se preocupen por lo leído doy en este altavoz que comparto con ustedes, ni tampoco por los Consejos para niñas pequeñas, la retahíla de sugerencias un tanto canallas bajo las que subyace el doble sentido del genial Mark Twain acompañado por las fantásticas ilustraciones de Vladimir Radunsky (ediciones Sexto Piso), deben saber que todos los monstruos, no sólo  aquellos un poco pillos y juguetones, sino por los que también esconden un corazón travieso y noble tras una sonrisa, derrochamos bondad por los cuatro costados, esa materia prima que hace crecer el mundo y desafía a la oscuridad.

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