N.B.:
A pesar de ser consciente de que me tacharán de todo lo que se les ocurra, ahí
voy con una de denuncia humorística… Disculpas con antelación.
Lo
de las mujeres pasa de libertario a subversivo en un abrir y cerrar de ojos. Y
no lo digo refiriéndome al aspecto laboral, académico o sexual, sino al
marital,
Hoy
día además de llevar los pantalones, más de una usa tirantes, corbata y correa,
no sea que algún marido incauto tontee y haya que fustigarlo como a un animal
de tiro tontarra y ajado. Muchas mandan (o eso se creen), a tenor de los
ingentes frascos de perfume que atesoran en la repisa del cuarto de baño, los
pares de zapatos que se agolpan en armarios y vestidores (¡Qué mejor que un
vestidor para tener contenta a una fémina de hoy día!... Tomen nota antes de
casarse…) y las orejas gachas de cónyuges y prole tras sufrir esos gritos
atimbrados que gastan la mayoría…, pero lo cierto es que todas esas se pasan el
día dejándose las uñas y otras partes del pellejo en limpiar tazas de váter y
suelos con un dedo de mugre. ¡Eso si es poder!
Esclavizadas
gracias a la ausencia de leyes gubernamentales que les impiden ver reconocido
su esfuerzo como amas de casa (ya podría remunerarse una labor cuyo salario no
queda computado en ningún sistema económico), las mujeres aspiran a tener guita
para luego subcontratar a otras, y estas a su vez a otras, etc., para proseguir
con esa tarea humana de la esclavitud. Seguramente, si muchas representantes
del llamado sexo débil, se apaciguaran su lengua viperina, asistieran a unas
clases sobre destrezas sociales y leyeran un poquito a Flaubert o las hermanas
Brontë, en cuyas novelas y a pesar de miserias y penurias que sufren sus
protagonistas, nunca pierden el estilo y la clase, un signo de distinción que
fabrica mujeres de verdad.
Es por ello que, las protagonistas de
historias reales y/o ficticias nunca deben perder la compostura con tal de emular
a sus homónimos masculinos sino, haciendo acopio de entereza y arrojo, hacerle
frente a la vida con cierta rebeldía, sea manifieste esta a lomos de un dragón
como la de La princesa rebelde de Anna
Kemp y Sara Ogilvie (editorial Blume), o la de las históricas Juana de Arco o
Isabel la Católica, para hacer realidad eso de tanto monta, monta tanto, Isabel
como Fernando.
No entiendo este antagonismo entre la rebeldía y la elegancia.
ResponderEliminarSi me remito a las imágenes: me encanta ver a una chica a lomos de un dragón tan fiero. Si eso es rebeldía, a mí me gusta.
¡Y sin lenguaje soez!... He ahí la elegancia. ¡Un saludo!
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