Dejando
a un lado asuntos más banales (no quiero que me critiquen en exceso por
comentar la turbidez de la actualidad) y siguiendo con la estela que Ana
Garralón marcó a raíz de este artículo, me he permitido la libertad de pensar
en la autoedición en España -que es el mercado que conozco-.
Estoy
de acuerdo en muchas opiniones que vierte Roger Sutton en su carta abierta. El
mercado editorial bulle con títulos para todos gustos y colores. Se edita de
todo: álbumes ilustrados, board-books, cuadernos de actividades, libros pop-up,
libro-juegos… En definitiva, un sinfín de papel impreso que pone en evidencia que
el mercado editorial se ha hundido en el capitalismo más voraz y necesita (como
el pret-a-porter) sacar una buena cantidad de libros todas las temporadas. Esto
hace que casi todas las grandes editoriales tengan 2 o 3 buenos libros y una
espuerta de morralla que tiene dos caminos: no la lee ni el Tato o se vende por
docenas. Ocurre algo similar con las pequeñas editoriales, esas que apuestan
por pocos libros y bien avenidos (o por la calidad, o por las ventas).
De todo esto se percatan autores noveles y otros principiantes que, tras una lógica aplastante, exclaman:
“Si editan esto, ¿por qué coño no van a publicar mi creación que es de mucha más
calidad…?”
NOTA:
Muchos creadores todavía no se han enterado de que la calidad no viene dada por
la novedad, por argumentos enrevesados, víctimas del nonsense y el
excentricismo, sino por aportar una nueva visión en la llamada Literatura
Infantil, ya que se pueden contar con los dedos de una mano aquellos proyectos
que revolucionan artes o ciencias. No se engañen: está todo inventado.
Seguramente
será verdad, y se ponen a ello gracias a las facilidades que ofrece el mundo
global… pero olvidan una serie de pormenores muy importantes, entre los que
cuento:
- Una
buena historia debe ir acompañada de una buena ilustración (y viceversa).
- Una
buena historia debe ir acompañada de un buen formato.
- Una
buena historia debe ir acompañada de buena maquetación y tipografía.
- Una
buena historia debe ir acompañada de una buena impresión.
Son
pocos los libros autoeditados que sortean estas grandes barreras, y los que lo
hacen se encuentran con la mayor de todas: la distribución del producto. Hoy
día, la distribución se ha convertido en una pesadilla para cualquier editor
(excepto para las grandes multinacionales que cuentan con su propia red) por las
exigencias de estas empresas y por sus porcentajes de ganancia desorbitados... ¿Cómo no van a serlo para el autor que se embarca en el viaje más complicado de
todos? Algunas de las ideas que estos valientes encuentran es enmascarar sus
productos como bienes de consumo respetables con el medio ambiente, añadirse a
causas solidarias, o estar en librerías independientes, estrategias que a veces
funcionan para entrar dentro del circuito librero y abrirse un hueco entre
tanta competitividad.
A
pesar de todas estas trabas he de decir que, de entre todos los libros
autoeditados que recibo, me encuentro con alguno que merecería estar en muchas
estanterías de bibliotecas y librerías; sobre todo aquellos que pertenecen a
ilustradores con grandes conocimientos en edición, algo que me gusta hacer
público en este estrado que el ciberespacio me ha dado y sobre el que se sube
hoy Cada pulpo con su pulpa, un juego
sobre papel maravilloso (lo hubiese preferido en un tamaño mayor, todo hay que
decirlo), troquelado y plegado a mano, basado en los juegos de palabras de
género (masculino y femenino) que Maguma o lo que es lo mismo Marcos Guardiola
Martín (al que auguro un gran futuro como ilustrador gráfico) me vendió cuando
iba de incógnito en Ilustratour el pasado mes de julio.
Leo con un poco de retraso este artículo, Román, y no puedo estar más de acuerdo.
ResponderEliminarLlámame loca, soñadora o algo peor, pero creo que el sistema de autoedición, con un poco de dedicación y mucha seriedad, ha llegado pasa quedarse.
Gracias por descubrirnos estos tesoros.
Cintia Martín
Gracias a vosotros por autoeditarlos, que ya es bastante... ¡Un abrazo!
ResponderEliminarP.D.: ¿Para cuándo otro libro, Cintia?