Cuando
algo se convierte en costumbre, deja de tener efecto sobre las múltiples
facetas que configuran lo cotidiano y pasa a ser insignificante. Acallar
constantemente a los alumnos, llegar siempre tarde, olvidarse de los cumpleaños
o perder el teléfono en alguna repisa ajena, son actos que molestan en primera
y/o tercera persona, pero que a fin de cuentas, dan buena muestra de nuestra
naturaleza humana.
A
pesar de lo rutinario y repetitivo del día a día, siempre hay cosas la mar de
sorprendentes, que modifican nuestra realidad y nos hacen estar alerta ante los
cambios. Algo que muchos llaman “rabiosa actualidad” pero que yo llamo “fuera
de lugar”. Seguramente ustedes también conozcan personajes de cierta índole que
mueren por ser el centro de atención, idean las estrategias más descabelladas y
luchan por estar todo el santo día en el candelero, aunque para ello tengan que
cortarse una mano. Conozco bastantes de estos engendros con aires de estrella
mediática (para seguir siendo los mismos infelices de siempre… que todo he de
decirlo) que, a base de ser terribles seres insignificantes, capaces de dejar
con la boca abierta a todo oyente con malabares, peripecias y mucho arte, aburren
hasta el hartazgo… ¡Pero oiga! Prefiero a estos saltimbanquis sociópatas que las
faldas de tubo, los trajes de chaqueta y las corbatas insulsas de la carrera
política…
Aunque
quedan pocas tonadilleras en este país, cada vez proliferan más buitres de
discurso vacío y bolsillo lleno (prefiero las setas en este otoño tan
prometedor para ello). Todo el día en la tele, en la radio, en los periódicos,
ganando mandanga, interaccionando con el tejido empresarial a base de
licitaciones públicas, y matriculando a sus hijos en colegios trilingües. Lo
mejor de todo es que, cuando se les pide responsabilidad por algo, berrean como
nenes malcriados y dan pataletas a la menor reprimenda… ¡Menos mal que no les
da por quemarnos vivos! (N.B.: Cosa que algunos desearían, pero les sujeta un
deseo incontrolable de seguir chupando del bote). Esperemos que sigan tan
analfabetos (cosa que abunda en los partidos políticos, ya que los
intelectuales se cobijan en la sombra) y no les dé por leer ¡Otra vez!(editorial Picarona), un álbum infantil del mundo
anglosajón firmado por la afamada Emily Gravett (Nota: Si quieren conocer algunos entresijos técnicos de este libro con mucha miga, hagan click sobre el nombre de la autora), y tomen nota
de lo que hace Cedric, un dragón enfurecido con su libro favorito, cuando su
madre cae rendida de sueño tras las reiteradas peticiones de un hijo muy
cansino...
No conozco a la escritora, pero ese dragoncete tiene pinta de montarla pero bien. ;-)
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