En esto de los libros infantiles -como
en cualquier otro ámbito-, hay mucho que contar. Aunque podría pasarme las horas
hablando de las batallitas, los momentos álgidos, los jocosos y de amplia
sonrisa, y los también cabreos monumentales de otros monstruos, me dedicaré a
mis propias experiencias (que no son pocas) como administrador de un blog sobre
álbumes ilustrados.
Remontándome a los orígenes, esos en los
que el repartidor de la empresa de paquetería sacaba de sus casillas a mi señora
madre cachondeándose a grito pelado de “¡¿Es ahí donde viven los monstruos?!”
(se ve que al cabroncete le hacía gracia el nombre del destinatario… No se
había visto en otra desde Benito Camelas…), ahora son otras las tontunas que me
afectan…
Si hay algo que se agolpa con insistencia
en mi buzón de correo postal, son ejemplares de libros que no he pedido. Aunque
la mayoría de las veces te encuentras con alguna grata sorpresa (hay libros que
tienen una pésima distribución y que si no es a través de la propia editorial,
llegan a cualquier punto de la galaxia menos al estante adecuado), lo normal es
recibir decenas de ejemplares que, personalmente, me interesan bien poco… ¡Y
eso que aviso! (no me crean tan exigente ni soberbio).
Si algo me enerva hasta cotas
insospechadas es que algunos editores, habiéndoles pedido expresamente ciertos
títulos de su catálogo, se tomen la licencia de no remitírmelas y enviarme en
su lugar otras obras menores para ver si cuelan en algún otro post y relanzan
así las ventas de un producto que no les ha salido todo lo rentable que se les
figuraba. “Si le pido el de Benjamin Chaud, ¿por qué cojones me manda esto?...
Un poquito de por favor… Si no exijo un duro por la promoción, ¿qué menos que
un detallico? Prefiero que no me envíen nada y den buena cuenta de sus cuotas
de usura, a que quieran aprovecharse de mi pasión por el cartoné, ¡odo!”
También hay otras editoriales que han
externalizado el envío de este tipo de ejemplares… Poco recibo ya de las grandes
firmas españolas cuando hace un par de años tenían un trato más que adecuado
conmigo. Intercambiábamos mensajes breves y concisos, les pedía esto o aquello
y me lo remitían sin problemas. Todo era más ágil y no tenía que rellenar por
triplicado cuestionarios que creo no van a parar a ningún sitio (prueba de ello
es que no recibo ni boletines publicitarios). Una pena…
Pero sin duda, lo que más me gusta son
aquellas casas que se han sentido ofendidas por mis valoraciones (¡qué poco
humor hay en el mundo!), me han colocado en una lista negra y se hacen los
sordos cuando les pido alguna cosilla susceptible de ser leída por los
monstruos. No creo que sea para tanto el asunto… Pero bueno, ellos verán. Yo
sigo con mi tarea, que me encanta.
Y aunque todo esto siga aconteciendo, otras diabluras más sucedan, y seguramente otros han tenido experiencias muy diferentes a las mías (se nota que son políticamente correctos), cada uno escribe su propia novela, la historia según
le va. Una idea que recoge Un cuento,
un álbum ilustrado de excelente factura, un divertimento narrativo e imaginativo del vanguardista ruso Daniil
Jarms ilustrado por Rocío Araya, que Milratones/Milrazones, una editorial que me trata con
suma cordialidad, consideración y respeto, me ha remitido recientemente y por
la que les estoy muy agradecido desde este lugar monstruoso.
Sabemos que recibes decenas de ejemplares, Román. Sabemos lo difícil que es destacar en medio de toda esta barahúnda editorial. ¡Por eso nos ha alegrado tanto que te haya gustado "Un cuento" de Jarms y Araya! A nosotros también nos encanta... ¡Mil gracias!
ResponderEliminarCarmen Palomo, asesora de Milrazones/Milratones