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lunes, 23 de febrero de 2015

De primeros, ansiosos y acaparadores


A pesar de haber estado en el candelero unos cuantos días a tenor de mis reflexiones sobre el premio Bologna Ragazzi 2015 (un lío que agradezco enormemente para que algunos libros viajen de boca en boca… ¡No sólo va a acaparar la atención Grey con sus cincuenta sombras! ¡Qué hartura!) y hacer desde aquí un llamamiento público para que Scarlett Johansson se atreva a pedir mi brazo y lucir así chicha sobre la alfombra roja del Teatro Kodak en alguno de los próximos premios Oscar (prometo enfundarme en un traje elegantón, Scarlett), he de confesarles que no soy amigo de estar en boca de todo quisqui sin razón…
Aunque a todos nos gusta hacer alarde de nuestra cuota de protagonismo, reconocido, por supuesto (eso de radiar por megafonía todo lo que se hace/dice da una impresión nefasta de uno mismo), es preferible el anonimato y la humildad (N.B.: Háganme caso… las ganas que muchos tienen de sobresalir, de darse autobombo y enjabonarse a todas horas, es un ejercicio que, además de atraer a toda una fauna de aduladores, trepas, encantadores de serpientes, lameculos, jetas y chupópteros, también seduce a algún que otro enemigo que, tarde o temprano, se encarga de cercenar tu cabeza sin ton ni son)…


Como la mayor parte de mis alumnos, prefiero la segunda fila, hacerme patente sin ser visto, sin ser reconocido, evitar la popularidad a cualquier precio… Es mejor ser yo, estar ahí, ir a lo mío y aprovechar lo bueno que ofrece la vida; algo que los pelotas de primera fila desconocen debido a su innata ceguera, a su ansia por medrar en un mundo que, al final, asesta con tremendos golpes de realidad. Detesto a las personas que intentan acaparar toda suerte de oportunidades y hacer de sí mismos blanco certero de todas las miradas (para poner así en evidencia sus carencias y complejos, Román dixit). Lo siento, los arribistas, los ególatras, los ansiosos, los acaparadores y los advenedizos no son lo mío…


Eso sí, cada cual que siga con su tarea, ya se encargará el tiempo (o algún cabrón) de erradicar la falta de elegancia y la poca grandeza que se les supone a ciertos humanos… Y si no me creen, fíjense en el protagonista de ¡Yo primero! de Michaël Scoffier y Kris Di Giacomo (Océano-Travesía), un pato muy enterao que gusta de zamparse el primero en todos los saraos y que, como bien mandan las leyes básicas del saber estar, se lleva una poco grata sorpresa al final.

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