No
hay centro de educación secundaria que quede libre de polémica cuando algún/a
profesor/a puritano/a queda encargado de merodear por los pasillos durante la
hora del recreo, más si cabe cuando los alumnos ponen en juego el decoro en
algún rincón apartado del bullicio, y la doble moral que se respira en sus
dependencias queda desnuda ante los ojos ajenos... ¡No se alteren, por favor!
¡Sólo hablo de besos! ¡De esos cortitos que tanto dicen, de esos morreos
interminables que campan por patios, verjas y bancos, al aire libre o bajo
techo, dulces o emborrachados de pasión! ¡Simplemente besos!
Sean
con lengua o sin ella, los besos dicen mucho. Hablan por sí solos en un mundo
donde no abunda la espontaneidad, ni el cariño. A pesar de que algunos se
dediquen a la censura en pro de la inocencia de los menos aventajados (N.B.: A
veces creo que es la suya propia…, pero no se hable más si ellos mismos deciden
enmascararla de otras virtudes), yo rompo una lanza por el gesto de amor más
bonito que alguien puede recibir, sobre todo en un tiempo en el que la confusión
enmaraña la realidad y uno no sabe desenredar la pornografía del afecto (Aviso
para navegantes: ¿Se han dado cuenta de la paupérrima presencia de los besos en
los medios de comunicación? ¿Dónde están? Yo sólo veo tetas, culos y
entrepiernas... ¡Bazofia!... ¿Dónde quedó aquel intenso pico entre Gorbachov y
Honecker que tantas tapias cubrió y que tanto simbolizó? ¡Lo que daría por ver
otro entre La Merkel y Putin!).
Adoro
los besos, esos que se ponen en la frente, esos que llenan cualquier mejilla,
los que se dan sobre el vientre de una mujer embarazada, los que se posan sobre
la palma de la mano, sobre su dorso, sobre las puntas de los dedos. También los
que hacen cosquillas en la oreja, aquellos que acaloran el pescuezo y los que
se dan en la coronilla. Los besos que significan perdón, gracias y hasta luego.
Recorrer la espalda a base de besos y darlos en el momento menos predecible,
¡qué delicia! ¡Besos y más besos!
Y
para que nos llenen el alma, los labios, la barbilla, el pecho y el ombligo de
besos, aquí les traigo Siembra un beso,
un enternecedor (ya saben que rehúyo de estas temáticas aunque sé reconocer su
sitio) álbum ilustrado con texto de Amy Krouse Rosenthal, ilustraciones de
Peter H. Reynolds (ya saben, el de El
punto y Casi) y editado en castellano por Océano Travesía, que bien puede
transformarse en un hermoso regalo entre enamorados (o entre cualquiera).
A mí también me encantan los besos... Y los abrazos...
ResponderEliminarEl libro parece t
"Tierno" que es lo que yo le pido a los libros infantiles ilustrados. Lo buscaré.
Gracias de nuevo por compartir.
¡Cuánto tiempo sin verte por estos lares! Me alegro de que te gusten los libros tiernos... ¡y me acabas de dar una idea! Un abrazo.
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