Debido
al desastre monumental que acarreo (aunque creo que mi cabeza está en orden, no
ocurre lo mismo con mi casa), me paso la vida buscando entre papeles, cajones,
cajas, carpetas, estanterías y otros lugares de almacenaje, los retales de un tiempo que, con el paso de los años, acumula más tonterías de lo debido. Este
espíritu recolector tiene que ver más con las urracas que con el mono que todos
llevamos dentro, es por ello que a veces me dan ganas de prenderle fuego a toda
la mierda que se amontona en los armarios e ir saltando desnudo de árbol en
árbol.
Nos
pasamos los años buscando… Los certificados de escolaridad, ese libro que
sacamos de la biblioteca hace tres meses, el vestido de novia del que nunca más
se supo, aquella receta de la abuela que escribimos sobre un trozo de cartón, un amor de adolescencia (¡las cosas buenas -y malas- que nos han traído las redes
sociales!), las fotos de un viaje que no necesitaba fotos, el dibujo que nos
regalo nuestro hijo en aquel cumpleaños, e incluso buscamos un gobierno que
jamás existirá…, pero el caso es buscar, buscar y buscar…
A
pesar de la desazón (la desesperación es cosa más seria...) que se apodera de nosotros cuando no podemos dar con algún
tesoro del pasado o esos documentos tan necesarios, el hecho de rebuscar tiene
un punto la mar de interesante que, a la par que nos cabrea (con nosotros
mismos, con nuestra pareja, madre -las peores-, padres e hijos), nos suele
entresacar una sonrisa, bien por el abatimiento, bien por el triunfo que, al
final de todo el periplo, es lo que cuenta.
Seguramente
la mayor parte de las veces la búsqueda se transforma en juego (revolver más
todavía nuestra vida es demasiado sugerente para resistirse) y nos sentimos
como niños buceando entre amigos, juguetes, trastos y montones de lápices, algo
de lo que se sirven muchos libros infantiles para llamar la atención de los
pequeños, bien sea para proponer ejercicios de entretenimiento (y aprendizaje)
como Otto el perro cartero, un "superventas" en el mundo anglosajón (me encantó toparme con él en mi último
viaje a Londres) ideado por Tor Freeman y publicado en castellano y catalán por
Blackie Little Books, o bien para recordarnos, como hace Olga de Dios en su Buscar (NubeOcho Ediciones), que muchas
veces nos volvemos locos por dar con algo que siempre ha estado ahí…
Les
advierto que hoy me he propuesto a mí mismo acabar con el caos que tengo sobre
la mesa y clasificar convenientemente todos los apuntes, exámenes y ejercicios
para, de una vez por todas, descansar todas las mañanas de tanto trajín innecesario.
Ojalá lo consigas,por mi parte empezaré a hacerme el propósito para no ser demasiado ambiciosa. Gracias por la referencia ; también se agradecen tus palabras tan bien hiladas.
ResponderEliminarVoy en camino... pero creo que será duro poner todo en la balda correspondiente. Me alegro de verte a ti y tus cuentos por este monstruoso lugar. ¡Gracias por tus palabras!
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