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martes, 7 de abril de 2015

Grandes ciudades vs. pequeñas localidades


Se han terminado las vacaciones y muchos habrán regresado al mundanal ruido con la melancolía propia de los niños. El ajetreo, el gentío y el sinvivir de las grandes ciudades poco tiene que ver con el sosiego y recogimiento de los pueblos (sean de interior o costeros… eso, a gusto del consumidor…) que muchos creen encantadores y maravillosos… No les llevaré la contraria cuando se trate de tretas turísticas que poco nos sumergen en el día a día local, pero discreparé con todas mis fuerzas cuando se atrevan a decirme que prefieren lo cotidiano de una pequeña localidad a la vida en la urbe.
Los que me conocen saben de mi acérrima enemistad con aldeas y villorrios, unos lugares que, a pesar de necesarios (también hay que reconocer sus bonanzas, no soy tan necio, ni abogo por cerrarlos), no permiten el aperturismo a nuevas ideas y otros menesteres, léanse comerciales o educativos. Quizá a muchos les encante pulular en un microcosmos donde todo es conocido y todo se esconde, donde dar buena cuenta de la casa ajena es más necesario que conocer las miserias propias, donde los amigos son a la vez enemigos y donde la envidia alcanza su cota máxima (un pobre teniendo en deseo lo de otro pobre... Pa’ morirse…).


Aunque lo de algunas ciudades tiene usía (no todos los males son exclusivos de villas y poblaciones de pequeño calibre), un servidor prefiere las temibles temperaturas del asfalto, unas que, aunque acogen el corazón con menos pasión y más silencio, permiten al individuo ejercitarse en eso de la independencia, lo llevan por caminos desconocidos (igual de buenos o igual de malos aunque menos transitados) y permite preservar el anonimato (¡que ya está bien de tanto chisme innecesario!). Eso de salir a la calle, de ver gente pasar, de sentarse en un banco e imaginar lo que mueve el tránsito de los desconocidos, de ponerse a hablar con cualquiera, de que los corsés no aprieten…, eso no tiene precio.


Es por ello que hoy, para todos aquellos que sufren en soledad los agobios del tráfico, el ir y venir de los transeúntes, los andenes a rebosar del metro y los altos edificios que tapan el sol, les traigo El pequeño Elliot en la gran ciudad, un álbum de Mike Curato (Ediciones B – Colección B de Block) que nos trae una hermosa historia de amistad que empequeñece las ciudades y engrandece los corazones.

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