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viernes, 22 de mayo de 2015

Jornada de reflexión


Me da pena que llegue el día de mañana, entre otras cosas porque se acaba (de una vez por todas) una campaña electoral de lo más divertida. Sé que muchos estarán deseando ver las calles limpias de pancartas, carteles y “merchandising” partidista, pero yo lo que echaré de menos será la guerra de insultos, improperios y maldades que simpatizantes de unos políticos y otros, se regalan en las redes sociales… Esta era mi primera campaña electoral en Facebook© y Twitter© y me he reído de lo lindo mientras hacía mis consabidos estudios de campo sobre la fauna que se alista en unas filas y otras. Pura ciencia, ya saben... Me llama la atención cómo plebe de un lado y otro se embadurna de tintes y simbologías para defender a sus nobles feudales dando muestra de que lo de este terruño no tienen solución, y más que barroco, lo nuestro es medieval, algo que se deja entrever en tanta lucha mediática, en el afán  por alcanzar la gracia divina, tocar la salvación eterna, merced a un buenismo que tiene más de coyuntural que de sincero.


Lo del clientelismo ya me tiene un poco harto. Llamemos a las cosas por su nombre: aquí, a lo que todos aspiramos es a trincar, mucho o poco (eso ya depende de lo buenos que seamos o de lo que nos dejen), pero pillar algo, que para eso nos pasamos la vida mendigando, lamiendo culos o trabajando (N.B.: cada cual que elija lo que más le convenga). Que si yo me afilio a este partido porque la diputación me va a publicar una antología de mi obra, que si yo defiendo a estos otros porque me han prometido subvencionar una colección de libros en un dialecto que no conoce ni Rita la cantaora; que sepas que si apoyamos a los de más allá en su cruzada por el bilingüismo nos van a soltar la guita, y que aquellos otros han prometido rebajarnos el precio del papel en un trescientos por cien si metemos a su hija (que es ilustradora del montón) en plantilla… Sólo falta la Iglesia pidiéndole a los cuentacuentos que abanderen la cruzada contra la felación a cambio de incorporar sus narraciones en el sermón de los domingos (¿Cómo no se les habrá ocurrido?).


Todos queremos el poder. Mandar, gobernar, mangonear, manejar y decidir por otros es lo que mejor se nos da. Y si no lo conseguimos, que nos dejen vivir, toda una prioridad cuando medrar, ascender en la escala social, tintarnos el pelaje, pasar del “papa” al “papá”, y del “Coviran© al Hipercor© sin hacer na’, es nuestro leitmotiv… Y es que en este país se pasa mucha hambre…, por culpa de los fondos de cohesión europeos, del PER, de las hipotecas basura, del dinero negro, de los subsidios por desempleo, del calor veraniego, de nuestra educación católica, de la envidia que nos corroe a unos y a otros, y de nuestra falta de compromiso y congruencia. Así pasa, que todos estos reyezuelos y aristócratas que se eligen a pie de urna y a golpe de talonario nos toman por el pito del sereno y hacen lo que les viene en gana mientras nos echan las sobras.


Así que, durante la jornada de reflexión les dejo con “La” (sólo hay una) Marta Altés (N.B.: Siento que te haya tocado, querida) y El rey de la casa (Editorial Blackie Little Books), para que den buena cuenta de que, mientras haya listos con ganas de mandar y tontos que se dejen engañar, estaremos henchidos…, unos de verdades y otros de mentiras.
Con toda esta perorata (¡Ufff, necesitaba un desahogo!) sólo les pido: Déjense de rollos, no me llenen más la bandeja de entrada de propaganda y hagan lo que les salga del pijo, que ya meditaré durante la juerga del sábado a quién le corto yo el pescuezo, con mi voto, por supuesto.

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