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lunes, 11 de enero de 2016

Abecedarios olvidados y un recuerdo a David Bowie


¡Qué mal estoy llevando el comienzo de este año bisiesto! Lo cierto es que no ando muy estresado (hace tiempo que decidí dejar a un lado el histerismo para declararme un completo vividor), pero sí estoy metido en muchos fregaos que no me dan mucho asueto. Que si prepara exámenes de recuperación, corrígelos, viajes, date prisa con el temario, no te olvides de comprar leche, llama al técnico... Vamos, que ando con un poquito de jaleo pero nada que no se pueda llevar, que a estas alturas de la película no es poco (Ufff... ¡Menos mal que no tengo hijos...! Según dicen, es la mar de entretenido...).


Si un servidor lleva con algo de vértigo la cuesta de enero, peor la llevan mis alumnos que, aunque tengan que hacer poco, no se acuerdan de nada. Y cuando digo nada, es nada. No se acuerdan del tema anterior, tampoco de lo del pasado trimestre, ni de lo que estudiaron el año que dejamos atrás, y mucho menos de lo que vieron durante toda la primaria. Vamos que por no acordarse, no se acuerdan ni del número Phi (3,141652...)


Yo quiero pensar que es una mera pose para que no les dé la tabarra, que pase de ellos y siga con lo mío (así se evitan responderme)... En el fondo sé que todos los conocimientos que han ido adquiriendo y gestando dentro de su maleable cerebro, subyacen ahí (¿Soy un pobre iluso?). Otra cosa es que no sepan cómo extraer toda esa información (sobre todo en la adolescencia, que entran en una especie de letargo cognitivo)... No saben escarbar en el disco duro, entre todo lo que saben y lo que se les dice. Quizá sea porque no les interesa (pregúntales algo de la tele, del partido de ayer o de Justin Bieber... ¡Se saben hasta el último detalle!). Quizá también tenga que ver el tipo de relación que uno establece con ellos... Si eres un tirano malhumorado, probablemente vivirán acojonados por si el error llama a la puerta, otra cosa en que les des muchas posibilidades y les eches algún que otro cable, algo a veces más efectivo que echarles una bronca de tres pares de cojones por olvidar lo más obvio.


Entretanto, yo sigo recordándoles lo más básico, que va desde la tabla de multiplicar, pasando por la lista de los reyes godos (ja, ja, ja... es broma, no me la sé ni yo...), los ríos penínsulares, que las palabras agudas que terminan en “-on” llevan tilde en la o, o incluso el abecedario, algo la mar de últi cuando queremos buscar un libro en una biblioteca.... Hablando de alfabetos, aquí les traigo un trío de abecés que bien valen un vistazo. El primero es el Abececuentos al que Daniel Nesquens ha puesto palabras y Noemí Villamuza ilustraciones (publicado por Anaya), y que nos hace un recorrido, tanto por las letras del alfabeto, como por muchos de los personajes clásicos de la literatura infantil; una buena forma de recordar las letras. En segundo lugar tenemos el abecedario que Fermín Solís ha publicado con la editorial Libre Albedrío, y que lleva por título Los niños valientes. Se trata de un catálogo de niños muy atrevidos (y ordenados por orden alfabético) que, acompañando todo tipo de situaciones adversas, consiguen transmitir al lector cierto riesgo y aventura. Por último traigo un abecedario en inglés (últimamente estoy haciendo referencia a muchos títulos en esta lengua por el interés que suscita entre muchos padres y maestros que tienen como objetivo desarrollar una segunda lengua entre el griterío), concretamente los ABC's (son dos) de Charley Harper, un gusto para la vista que, además de presentarse en formato boardbook, tienen un diseño maravilloso.




Y como colofón a este lunes de olvidos, un recuerdo a la figura de David Bowie tras su fallecimiento (los grandes lo son incluso a la hora de morir). Les dejo con su Magic Dance de En el laberinto, una película de culto de Jim Henson basada en el álbum ilustrado de Maurice Sendak (El otro lado), que muchos guardaremos en nuestra retina de niños a pesar del paso del tiempo.

  

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