En el circo (otrora
congreso) de los diputados ya tenemos nuevo espectáculo. No teniendo
bastante con fieras, domadores y payasos, siguen despuntando nuevas
estrellas que brillan con luz propia en el firmamento político. Así
pasa, que al final, a todos se les acaba viendo el pelaje... ¿Sus fines? Coronar el "candelabro" y untarse de mandanga (dejando ínfulas y ganas de figurar
a un lado). Y en tanto, nosotros seguimos embelesados ante tanto glamour
y pandereta, para olvidarnos de lo verdaderamente importante.
“A todos nos gusta
hacer lo que nos sale del fandango” decían ayer dos compañeras de
trabajo (madres ambas, muy votantes y comprometidas por la causa)
“pero ni las aulas, ni los bares, ni el hemiciclo, son lugares para
un lactante... Si quieres hacer el mono con tu hijo, ¡llévatelo al
parque!” A lo que otras replicaban “ Bendita tu eres entre todas
las mujeres, y bendito sea el fruto de tu voto, Miguel.” Y
mientras, algún hijoputa seguía echando más madera a la estufa...
La verdad es que me interesan muy poco las
lecciones que peperos, podemitas, sociatas, falangistas, ciutatanos,
cuperos y coladores nos tienen que dar a los ignorantes (estas partidas
de ping pong son muy poco instructivas y nada enriquecedoras cuando seguimos viviendo en un país pobre, económica y culturalmente hablando, porque a tontería no nos gana nadie).
Llámenlo como quieran. Valentía, demagogia, feminismo, populismo
o postureo son algunas de las denominaciones que se le ha dado al
numerito de esta nueva demócrata en las redes sociales, pero para mí -que
cada vez que veo un buitre de esta enjundia en la tele, la apago- no
deja de ser otra vacilona, otra privilegiada.
Mientras ella se pasa las convenciones por el arco del triunfo y su “babysitter”
pasea al vástago con faldones de cristianar (excentricidades
aparte), otros miles de mujeres están jodidas y a merced de
empresarios/as que, una vez han cobrado las subvenciones, las mandan
al paro cuando vienen con un pan bajo el brazo. Sí, sí, cuéntenme
que por lo menos ha hecho visible lo difícil que es ser mujer (aquí
y en Madagascar), pero les replico que hacer denuncia social es muy
fácil con todo tipo de prebendas (No me negarán que esta salvadora se lleva el canto de un duro con la infanta, La Obregón o La Panto...). Lo difícil es hacerlas cuando una madre está sujeta a la caja de un supermercado, una cadena de montaje o
una máquina de coser, sin más prerrogativas que un par de ovarios.
Zanjando el tema y sin
ningún antojo más (ya hay otros más caprichosos) sólo me queda
recomendarles El menino, un libro de Isol Misenta (editorial
Océano Travesía) que, dejando a un lado las polémicas, se interna
con humor somero y sutil en los avatares de la maternidad, una que
conlleva mucho sacrificio, resignación y, generalmente, felicidad.
Como siempre, brillante.
ResponderEliminarUn abrazo!
Gracias por el piropo... Espero no "estrellarme"... ¡Otro saludo!
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