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lunes, 4 de enero de 2016

Desbordando la natalidad


Si algo le pido a este año nuevo es que se desborde la natalidad en España, que ya está bien la broma...
Necesitamos mucho niño en las guarderías, en las escuelas, en los institutos... Vamos, que ya saben lo que tienen que hacer en estos meses de invierno ficticio: irse a Benidorm y darle un buen meneo al cuerpo, que la cosa está muy mal. 
Sí, sí..., cuéntenme que esta vida no es apta para familias numerosas... La bolsa anda por los suelos, la prima de riesgo escalando puestos, sin gobierno que nos toree y, hartos de comidas navideñas, necesitamos un mes de ayuno. ¡Déjense de excusas y pónganse al quite! (este sujeto nacido en los ochenta ha conocido otras crisis económicas, otros chándales, otras fiestas de cumpleaños, otros coches...). 
Me da igual que necesiten un monovolúmen para transportar a la prole, que tengan que hipotecar su tiempo en cambiar pañales, y que quieran dárselo todo a todos (como dice el anuncio “¡Error!”), pero es una gran satisfacción para los ginecólogos traer almas al mundo.


Soy consciente de los problemas que traen los hijos a casa (ya saben de mi otra faceta de orientador paterno), de las dificultades de su crianza y de otros sinsabores y decepciones (los hijos somos unos desagradecidos... dar poco y chupar mucho), pero también hay que pensar en el futuro (uno con cierto colorido, que siempre es de agradecer), en la necesidad de nuevos contribuyentes al sistema de pensiones y de salud patrio (hay que ser práctico y dejarse de poses vanas) y sobre todo, de nuevos lectores de LIJ. 
Seguramente, quienes más deban de alzar su voz en esto de engendrar vástagos sean las mujeres (que también quieren tener independencia económica e irse de parranda), pero como el aquí firmante es bastante osado, aunque no pueda dar a luz, les anima a dejarse los -ismos a un lado y poner un grano de arena por barba (¡Qué invasión tan peluda! A ver si volvemos a las caras despejadas y luminosas...), yo aguantando y ustedes, pariendo.


Seguramente, durante el día de hoy, tendré muchos padres amigos (y enemigos) que se sientan aludidos por este post, pero lo cierto es que, además de defender una causa bastante necesaria tanto dentro de nuestras fronteras, como en el resto de Europa, me ha servido para introducir El árbol de los bebes de Sophie Blackall (editorial Kókinos). 
Este álbum informativo nos expone de un modo delicioso (secuencial, rítmico, diferente y, cómo no, con cierto toque humorístico) de dónde vienen o cómo se fabrican, los hijos. Lleno de infografías ágiles y muy simpáticas, de imaginación desbordante y mucho cliché, nos pone en el pellejo de una serie de personajes que dan su particular visión de la reproducción humana a un niño preguntón. Al final, son los propios padres deciden poner algo de ciencia en tanto embrollo y explicar el mecanismo para traer churumbeles a este mundo.
Así que, pasen las páginas y, aunque sea un libro orientado a primeros lectores (y a mayores que tienen que hacerle frente a una pregunta muy incómoda), es tan genial y acertado que siempre pueden aprender algo (se sorprenderían de cómo están algunos cuarentones de mal informados).


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