Si algo le pido a este
año nuevo es que se desborde la natalidad en España, que ya está
bien la broma...
Necesitamos mucho niño
en las guarderías, en las escuelas, en los institutos... Vamos, que
ya saben lo que tienen que hacer en estos meses de invierno ficticio:
irse a Benidorm y darle un buen meneo al cuerpo, que la cosa está
muy mal.
Sí, sí..., cuéntenme que esta vida no es apta para
familias numerosas... La bolsa anda por los suelos, la prima de
riesgo escalando puestos, sin gobierno que nos toree y, hartos de
comidas navideñas, necesitamos un mes de ayuno. ¡Déjense de
excusas y pónganse al quite! (este sujeto nacido en los ochenta ha conocido otras crisis
económicas, otros chándales, otras fiestas de cumpleaños, otros
coches...).
Me da igual que necesiten un
monovolúmen para transportar a la prole, que tengan que hipotecar su
tiempo en cambiar pañales, y que quieran dárselo todo a todos (como
dice el anuncio “¡Error!”), pero es una gran satisfacción para
los ginecólogos traer almas al mundo.
Soy consciente de los
problemas que traen los hijos a casa (ya saben de mi otra faceta de
orientador paterno), de las dificultades de su crianza y de otros
sinsabores y decepciones (los hijos somos unos desagradecidos...
dar poco y chupar mucho), pero también hay que pensar en el futuro
(uno con cierto colorido, que siempre es de agradecer), en la
necesidad de nuevos contribuyentes al sistema de pensiones y de salud
patrio (hay que ser práctico y dejarse de poses vanas) y sobre
todo, de nuevos lectores de LIJ.
Seguramente, quienes más deban de
alzar su voz en esto de engendrar vástagos sean las mujeres (que
también quieren tener independencia económica e irse de parranda),
pero como el aquí firmante es bastante osado, aunque no pueda dar a
luz, les anima a dejarse los -ismos a un lado y poner un grano de
arena por barba (¡Qué invasión tan peluda! A ver si volvemos a las
caras despejadas y luminosas...), yo aguantando y ustedes, pariendo.
Seguramente, durante el
día de hoy, tendré muchos padres amigos (y enemigos) que se sientan
aludidos por este post, pero lo cierto es que, además de defender
una causa bastante necesaria tanto dentro de nuestras fronteras, como
en el resto de Europa, me ha servido para introducir El árbol de
los bebes de Sophie Blackall (editorial Kókinos).
Este álbum informativo nos expone de un modo delicioso
(secuencial, rítmico, diferente y, cómo no, con cierto toque
humorístico) de dónde vienen o cómo se fabrican, los hijos. Lleno de infografías ágiles y muy simpáticas, de imaginación desbordante y mucho cliché, nos pone en el pellejo de una serie de personajes que dan su particular visión de la reproducción humana a un niño preguntón. Al final, son los propios padres deciden poner algo de ciencia en tanto embrollo y explicar el mecanismo para traer churumbeles a este mundo.
Así
que, pasen las páginas y, aunque sea un libro orientado a primeros lectores (y a mayores que tienen que hacerle frente a una pregunta muy incómoda), es tan genial y acertado que siempre
pueden aprender algo (se sorprenderían de cómo están algunos cuarentones de mal informados).
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