Román
Belmonte: Como los albaceteños estamos
orgullosos de serlo, qué mejor que invitar a este espacio a una
paisana; y si además es una monstrua (menos mal que me paso las
dicotomías de género por el forro...), ¡mejor que mejor! ¿Te has
encomendado a la Virgen de los Llanos antes de esta entrevista o te
ha bastado con bailarte una seguidiya?
Llanos
Campos: Soy manchega valiente. Y bailar,
bailo a diario; es lo que tenemos la gente sin vergüenza.
R.B.:
Sabrás que hoy te van a leer desde toda
España, Argentina, Chile, Venezuela, Alemania, Francia, Estados
Unidos de América o Inglaterra... Así que, recién nombrada
embajadora de Albacete y La Mancha por el mundo, dales a todos estos
monstruos unas cuantas razones para que nos visiten...
LL.C.:
Antes que darles razones, les
preguntaría ¡PORQUÉ NO LO HAN HECHO YA! Castilla-La Mancha tiene
historia, castillos, parajes naturales fabulosos…Pero de todo eso
ya tienen casi todos ellos. Lo importante de verdad somos nosotros,
los manchegos. Yo tuve que salir de Albacete para darme cuenta de que
no todo el mundo -casi nadie en realidad- tiene nuestra retranca,
nuestro humor negrísimo y bruto, y nuestra apabullante hospitalidad.
Eso es lo mejor. Que vengan que se van a enterar…
R.B.:
Chispas es un chico templado, decidido,
cerebral, curioso, irónico, impulsivo, con buen humor y gracejo...
¿Qué y cuánto tiene de manchego el protagonista de El
tesoro de Barracuda?
LL.C.:
Pues todo eso y más. Creo que una de
las bazas de la historia es que me han salido unos piratas
caribo-manchegos muy «salaos».
R.B.:
A ver cuando te marcas un guiño y me
dedicas un personaje... (Guiño) Que lo mío también tiene chicha...
(Risas)
LL.C.:
Date por «homeajeao» como paisano.
Aunque, espera… Román es un buen nombre para un… Estoy
escribiendo la tercera parte. No lo descartes… Román… Sí, me
gusta.
R.B.:
A pesar de que muchos se sorprendieron
cuando una desconocida ganó el premio Barco de Vapor en 2014, más
de 25000 ejemplares vendidos en España y prometedoras ediciones en
otras lenguas, son el aval de esta sencilla, honesta, divertida y
redonda historia de piratas que ya tiene secuela. ¿Por qué la
mayoría de los autores de LIJ se empeñan en rizar el rizo cuando,
al final, los niños demandan las historias de siempre? ¿No suena un
tanto pretencioso?
LL.C.:
Puede que sí. Yo creo que lo que ocurre
es que a veces los autores, buscando la publicación o el éxito,
imitan lo que «se lleva» o lo que «parece que funciona». Pienso
que uno no debería ponerse a escribir si no tiene algo que contar.
No cómo,
si no qué.
Y las cosas que nos importan a todos (niños y adultos) no han
variado tanto. Por eso hay obras de Sófocles, de Shakespeare o
Cervantes que suenan a hoy mismo.
R.B.:
Hace unos años vi lo que había tras
las bambalinas de la LIJ y créeme si te digo que me quedé
boquiabierto con la vulgaridad que ostentaban ciertos profesionales
del sector... Confiésame algo: ¿Algún envidioso te ha llamado
“advenediza” a la jeta? ¿Son muchos los que se han subido a tu
carro cuando, antes del éxito, no existías? ¿Qué cuesta la fama?
LL.C.:
A la jeta no, aunque tal vez sí
parecían pensarlo. Pero esto ocurre en todos los ámbitos. Yo vengo
del teatro, y en todas partes (creo que más en ámbitos que tienen
que ver con la creación, algo peligrosísimo para el ego) cuecen
habas. Y también: hay gente que ni me cogía el teléfono y ahora,
de repente, me piden hacerse una foto conmigo. A mí me da risa,
porque ni antes era tan mala, ni ahora soy tan importante. Lo bueno
de esto es que ya me ha pillado mayor y todas estas cosas (las buenas
y las malas) ni me hunden ni me inflan. En cuanto a la fama, pues lo
bueno de la literatura (y del teatro) es que la fama es limitada. No
me considero famosa.
R.B.:
Me apena sobremanera que Júlia Sardá
haya dejado de darle vida a sus personajes porque muchos lectores los
imaginábamos así... Creo que ese tándem, en parte, ha sido
responsable del maravilloso viaje que empezó su libro hace un par de
años.
Dimes y diretes aparte,
¿crees que el negocio de la Literatura, en general, y la LIJ, en
particular, va en detrimento de los lectores, de los niños, en
ciertas ocasiones?
LL.C.:
Lo de Julia ha sido una pena, pero
entiendo que ella tuvo una oferta por lo visto importantísima por
parte de una gran editorial francesa, y según ella no podía hacer
las dos cosas bien. Desde SM negociaron con ella hasta la saciedad,
pero no pudo ser. En cuanto al negocio editorial, pues lo cierto es
que no lo conozco lo suficiente como para hablar con propiedad. Está
claro que la industria (toda), desde el momento que se engrasa con
beneficios seguramente deja atrás otras cosas.
R.B.:
¿De dónde le viene a Llanos Campos la
afición por la literatura infantil, por escribir para otros como
usted? ¿Qué te inspira? ¿Dónde escribes?... Cuéntame tu viaje
hacia el lugar donde viven los monstruos.
LL.C.:
Una de las primeras personas a las que
regalé El tesoro de Barracuda una
vez lo recibí impreso fue a mi profesora de EGB, Alicia. Ella fue la
primera que se dio cuenta de que me gustaba escribir. Creo que las
pistas eran claras: ella nos mandaba una redacción de una página…
y yo aparecía con ocho. Ella fue la primera que me animó, que me
presentó a algunos concursos y me orientó al escribir. Después, mi
pasión por el teatro me llevó a escribir obras para mi compañía y
para otras. Como te contaba antes, yo me pongo a escribir cuando
tengo algo que decir. A veces esto sale de una frase que escucho, de
una película, de algo que veo en la calle. Por ejemplo, escribí una
obra de teatro para adultos (Por
el ojo de la cerradura) después
de ver Bowling
for Columbine de Moore, sobre una
masacre perpetrada por dos estudiantes en su instituto. En un
momento, alguien decía «Esto no empezó esta mañana; acabó». Y
yo quise contar el previo, lo que lleva a estos niños a suicidarse o
a coger un subfusil y acabar con decenas de chavales. Luego lo
aderezo con mis propias experiencias (soy un archivo andante de
anécdotas); entonces empieza lo bueno, porque a mí me chifla
escribir. Primero doy larguísimos paseos enhebrando la historia en
mi cabeza. Luego me siento a escribir, y entonces viene la etapa de
«loca con espasmos», donde, de repente y sin previo aviso, hablo
sola o doy palmas (en la cola del Mercadona, en el bus o en un
velorio) porque acabo de encontrar el giro exacto que no encontraba.
Escribo sola y con música, eso siempre.
R.B.:
A continuación te dejo un hueco para
que comiences una historia, ¿te atreves al reto?
LL.C.:
¡Uy lo que me ha dichoooo! ¡Ahí va!:
«Tenía
la boca seca. ¿Cuánto había dormido…? El sol le daba de pleno.
¿No cerró anoche la persiana? ¡Ahivá, los deberes! Tenía que
acabar el trabajo de sociales. Oye, ¿por qué le dolían los pies?
Se incorporó despacio. Notaba el pelo pegajoso. La cama estaba…
¿llena de arena…? Un momento, no era su cama. Cuando se puso en
pie, apareció de repente en medio de un camino entre maizales.
Llevaba puestas una botas de goma y un disfraz de conejo. ¿Do…
dónde narices estaba? ¿Qué había pasado? «Piensa, piensa…» Lo
último que recordaba era que había ido al dentista con su padre…
¡Su padre! «Papá -llamó- ¡Papá!» Y una voz respondió entre
los maizales: «¡Carlos!¡Ya voy! ¡No intentes quitarte las
orejas!»
R.B.:
Mucha gente no sabe que, desde hace
muchos años, Llanos Campos se dedica al teatro, sobre todo al
infantil. Por ello creo que es una ocasión inmejorable para que una
profesional del teatro orientado a los niños nos hable un poco de
este género invisible. ¿Por qué se publican tan pocas obras de
teatro para pequeños lectores?
LL.C.:
¡Ay, que voy a tener que darte la razón
sobre el negocio y la literatura! Pues el caso es que yo empecé a
escribir obras para niños precisamente por la falta de títulos que
me pareciesen interesantes. Luego lo hice parte del trabajo, con
improvisaciones para llegar al texto que más de una vez me metieron
en problemas, pero siempre terminaba siendo un trabajo muy
enriquecedor. Estoy intentando publicar estos textos, pero no es
fácil. Las editoriales no ven rentables las obras dramáticas,
porque (resumiendo) se fotocopian y por ello se venden pocos
ejemplares, pero hay formas de hacerlas más interesante según mi
propia experiencia. Yo tengo escritas obras para niños y obras para
que las representen niños (que no es lo mismo, claro), y también
para adultos, pero el teatro interesa poco al sector editorial por lo
visto. Aunque espero equivocarme y poder publicarlas algún día.
R.B.:
Defiende el teatro para niños. ¡El
megáfono es tuyo!
LL.C.:
El teatro es un arma muy poderosa.
Cuando asistes a una representación que de veras te «toca», no hay
sensación parecida. Ninguna, créeme. Es algo vivo, que ocurre justo
ahí, delante de tus ojos. Y es irrepetible; aunque la veas mil
veces, jamás será exactamente igual. Los sentimientos que despierta
(cuando lo hace, que no es siempre, claro) son primarios y reales. A
mí me gusta decir que el teatro es la mentira más hermosa: el
público sabe que va ver algo que es mentira, el actor sabe que es
mentira… y sin embargo lo que se crea en la sala es absolutamente
verdad. Los niños, con su sensibilidad sin domar, son los
espectadores perfectos; nada de cortesía ni de aplaudir todo el
tiempo que el reparto salga a saludar. Si no les gusta, lo notarás
al instante. Y si has conseguido atraparles, no hay mejor público
que ese. El teatro enseña el poder de la palabra, de la imaginación,
hace que creas sin dudar que una caja de cartón es un avión o un
elefante, que te hace sufrir por naufragios en una moqueta y ver
pájaros donde solo hay sonido. En un mundo en el que todo se hace
real digitalmente, esto es inestimable. Para niños, para adultos, da
igual.
R.B.:
Yo fui al 4 (N.B.: los institutos de
Albacete siempre se han nombrado por números) y recuerdo entre
alegría y nostalgia la gran afición por el teatro clásico y
contemporáneo que respirábamos en los pasillos de los centros
educativos, el certamen que aglutinaba a todos aquellos grupos
amateur en el auditorio municipal, o a todos aquellos compañeros de
pupitre que dejaron un (supuesto) futuro prometedor para vivir de la
interpretación. ¿Es el teatro escolar la gran piedra angular que
sustenta un género que tanto tiene que ver con el amor por la
palabra?
LL.C.:
¡Yo también fui al 4! ¡Lo inauguré,
en realidad! Yo trabajé como monitor de teatro durante unos años y
fue muy enriquecedor. Creo que esas experiencias enriquecen tantas
facetas de la formación de un niño (psicomotricidad, lectura
comprensiva, autoestima, oratoria, etc, etc) que debería ser una
asignatura más, como parece ser que se ha hecho en Chile. Puede que
eso despierte la vocación actoral en algunos niños, pero si no es
así,como mínimo crea nuevos espectadores y les acerca al arte en
general.
R.B.:
Como estoy tan poco puesto en estas
lides y soy bastante enterao, enróllate y recomiéndame algo de
teatro infantil de última hornada...
LL.C.:
Por mi trabajo, ahora mismo estoy más
familiarizada con el teatro infantil de compañías que crean sus
propias obras y textos. Sin salir de Albacete, hay muchas compañías
que están trabajando mucho y bien, y creando maravillas. Gente como
Patricia Charcos, que está trabajando en teatro y música para
niños, o como Rosa Díaz (también albaceteña) que desde Granada se
pasea con su compañía La Rous por medio mundo encandilando a niños
y mayores con sus trabajos.
R.B.:
Jugar, comer y leer son algunas de mis
pasiones, así que, para despedirte, me veo en la obligación de
preguntarte por tus juegos, platos y lecturas favoritas.
LL.C.:
Pues me gusta jugar con mis sobrinas a
casi todo, cuanto más loco mejor. Y comer… la pasta me pierde (así
me luce la base sedente). En cuanto a la lectura, me enganchan las
obras que me desconciertan, que me sorprenden y que me cuentan
historias inesperadas. Por eso me encantan García Márquez o Borges.
E incluso las que relatan historias que parecen las de siempre, pero
tan bien contadas que parecen nuevas (como Tolkien o Auster).
Llanos Campos (Albacete, 1963), aunque comenzó a estudiar Psicología en la Universidad de Granada, se decidió finalmente por estudiar el ciclo de interpretación en la Escuela Municipal de Teatro de su ciudad natal. Una vez finalizado, empieza su andadura profesional por varias compañías de teatro de nuestro país (Teatro Fénix) o extranjeras (Johannes Vardar). Más tarde se anima a crear sus primeros textos teatrales dirigidos a niños y adultos para compañías como Teatro de Malta, Teatro Capitano o Diábolo Compañía de Partes, junto a la cual desarrolla una versión del Quijote protagonizada por marionetas. Finalmente decide fundar la Compañía Falsaría de Indias y desarrollar espectáculos como SoloLeo, Los sueños de Valentina, El viaje increíble de Juanito (todos ellos infantiles), Por el ojo de la cerradura o Ciento volando (para adultos), con los que ha obtenido varios galardones. En el 2014, ganó el Premio Barco de Vapor con El tesoro de Barracuda, un inmejorable debut en el mundo de la Literatura Infantil.