viernes, 31 de marzo de 2017

Entre ficción y realidad


Las carteleras lucían la semana pasada el estreno de la última superproducción de la factoría Disney, La bella y la bestia, una película -se supone- para todas las edades (N.B.: Estos saben lo que hacen... Los niños necesitan cuentos de hadas, los adolescentes babeando con la Emma Watson, y los que empiezan a peinar canas recordando su infancia con la versión de dibujos animados que cautivó a medio mundo. Resultado: negocio redondo) que está basada en la versión homónima de esta historia (y bastante edulcorada, por cierto) de Jeanne-Marie Leprince de Beaumont. Y digo versión porque, aunque se le atribuye a esta señora la autoría del relato, en realidad pertenece a Gabrielle Suzanne Barbot de Villeneuve (1740). No obstante y teniendo en cuenta que la literatura es un proceso en evolución y revisión constante en el que suceden multitud de procesos de mutación, hay que decir que esta narración recibe muchas influencias de la literatura occidental ya que se pueden encontrar muchas similitudes en los cuentos de otros autores (ver La piacevoli notti de Gianfrancesco Straparola de 1550 u otros cuentos de Perrault, Madame d'Aulnoy o Giambattista Basile) que a su vez se pueden relacionar con narraciones clásicas entre las que destacan las de Cupido y Psique, Edipo o El asno de oro incluidas todas ellas en La metamorfosis de Apuleyo (siglo II).



Otro dato interesante es que la historia de Villeneuve, además de estar influenciada por todos los autores que se han citado, parece ser que está relacionada con un hecho histórico protagonizado por un español, concretamente Petrus Gonsalvus un tinerfeño de origen guanche que nació en 1537 y que sufría hipertricosis, una mutación genética que provoca la hiperproliferación de vello largo y espeso por todo el cuerpo incluyendo el rostro y otras zonas que generalmente se encuentran lampiñas. Cuando contaba diez años de edad fue enviado como regalo a Bruselas, a la corte del emperador Carlos V. Durante la travesía, el barco en el que navegaba fue apresado por unos corsarios franceses que posteriormente lo entregarían como obsequio a Enrique II por entonces rey de Francia. Es allí donde Petrus recibió una educación refinada y se le concedió el tratamiento de “Don”. A la muerte del monarca, su esposa Catalina de Médicis, le concertó matrimonio con Catherine, una joven francesa. Tras la sorpresa inicial (ingrata) de Catherine, ambos se fueron conociendo, congeniaron y llegaron a tener seis hijos, cuatro de los cuales heredaron la mutación de su padre. Petrus Gonzalvus murió en 1618 con ochenta años.


He aquí dos pruebas más de que la Literatura, se oriente hacia los niños o los adultos, está relacionada con muchas cuestiones de la vida. la Literatura también tiene sus historias, coincidencias de las que muchos se olvidan pero que hay que recordar de tanto en cuanto (¿o cuento?). Lo único que espero es que, dentro de medio siglo (si llego), no tenga que escuchar que la bestia no es más que una invención de los estudios de Micky Mouse. Sería un varapalo para la historia, para Petrus Gonsalvus y Barbot de Villeneuve.


miércoles, 29 de marzo de 2017

Libros móviles y libros pop-up, un monográfico


El objeto libro

La interacción entre el lector y el libro sucede a dos niveles. El primer encuentro entre ambos es aquel que se refiere al nivel intelectual, al mundo de las ideas, a un nivel intangible. La segunda interacción tiene lugar en el nivel físico: cualquier lector puede abrazar al libro entre sus manos, pasar sus páginas, olerlas y subrayar las palabras con la yema del dedo. El libro es un objeto, y como tal, ocupa un espacio del que participa el lector en un momento determinado.

El movimiento en los libros

La magia que encierra el hecho de pasar las páginas de un libro mientras lo leemos, ese movimiento, aunque nos puede parecer un hecho estúpido, es un acto reflejo con mucha trascendencia, todavía mayor cuando nos topamos con un libro móvil.
La denominación de libros móviles (movibles, quizá más acertada aunque menos utilizada, animados o desplegables) queda restringida a todos aquellos libros en los que el movimiento entra a formar parte de sí mismos, es decir, que sin el desplazamiento de las páginas o de otros dispositivos incluidos en ellos, el mensaje que encierran nunca podrá ser recibido en su totalidad por el lector.
Esa, la energía cinética, es de la que se sirven todos los libros recogidos en este monográfico para llegar al lector y potenciar la interacción con el objeto libro. El resultado, además de ser puro espectáculo, ayuda a que las palabras cobren vida.



Madalena Matoso. El libro que hace clap. Fulgencio Pimentel.

Tipos de libros móviles

Los libros móviles se pueden clasificar, como todos, utilizando muchos criterios. Libros informativos, narrativos, álbumes ilustrados, libros de artista, novelas gráficas o libros-juego pueden ser algunas de las categorías que les podemos asignar dependiendo de los contenidos pero, generalmente los libros móviles se suelen clasificar por las técnicas que utilizan los ingenieros de papel a la hora de establecer qué movimientos o acciones realizarán los elementos que componen las escenas, así como el resultado o efecto que logran a través de ellos. Aunque hoy día la mayor parte de los libros móviles combinan varios dispositivos diferentes, la forma de clasificarlos tiene en cuenta el efecto que prima en cada uno.
Existen muchas clasificaciones al respecto pero considero que la más acertada es la que han realizado Ana María Ortega y Álvaro Gutiérrez, donde se agrupan en tres categorías los efectos posibles definendo varios suptipos en cada una de estas. A saber:
Transformación de imágenes: Una ilustración da paso a otra que está oculta. Incluye:
- Solapas: El más sencillo de todos. Lo constituye una pieza plana de papel o cartón que al ser levantada destapa una ilustración oculta hasta ese momento a los ojos del lector.
- Imágenes combinadas: en estos libros, las páginas están divididas en dos, tres o más secciones, de manera que puede pasarse una página completa, con todas sus divisiones, y verse una ilustración nueva, o sólo una parte apareciendo un dibujo que es combinación de otros varios, permitiendo la posibilidad de lograr variaciones sobre la ilustración original.


Norman Messenger. 60000 personajes. Acanto.

- Imágenes transformables: estas pueden ser de tres tipos, por transformación horizontal, vertical o circular. En los dos primeros casos, dos imágenes están cortadas en lamas e imbricadas entre sí, de forma que al tirar de una lengüeta ubicada en la parte inferior o lateral de la página, las lamas de una imagen se deslizan sobre la otra, a modo de persiana veneciana, disolviéndose la imagen que veíamos y apareciendo una nueva. Si el dibujo es circular, lo que tenemos son dos discos ilustrados y cortados en sectores circulares, como una tarta, e interseccionados entre sí; deslizando con un asidero uno sobre el otro, se crea un efecto diafragma en el que una imagen se desvanece en otra.
- Panorama: todas las páginas del libro se desdoblan formando una tira con una única y continua ilustración.


María José Ferrada e Isidro Ferrer (il.). Un jardín. A buen paso.

- Encartes: dentro del libro se incluyen cartas y otros documentos que constituyen en sí elementos independientes a modo de reproducción de los originales.


Janet y Allan Ahlberg. El cartero simpático o unas cartas especiales. Destino.

- Troquelados: el formato de las hojas del libro difiere del rectangular o presenta perforaciones, siendo a su vez diferente el recorte de unas páginas del de otras, de manera que la superposición de varia páginas va creando variaciones de la imagen inicial.
Movimiento: Los personajes o artefactos ilustrados están animados. Como:
- Articulaciones: muchos libros disponen de imágenes que se ponen en movimiento al tirar, empujar o deslizar una palanca de papel que puede crear movimientos basados en giros producidos por rótulas y articulaciones de papel, metal o de plástico.
- Ruletas: un disco giratorio que al darlo vueltas provoca que la imagen que vemos en una ventana de la página, de paso a la siguiente.
- Flip-books o folioscopios: Libros de pequeño tamaño con una secuencia de imágenes que varían gradualmente de una página a otra, creando así una percepción de movimiento aparente cuando estas se pasan a gran velocidad.



- Flexágonos: estructuras de papel plegadas que al moverlas alternativamente dejan ver caras ocultas. (NOTA. tanto flip-books como flexágonos podrían encontrarse en la categoría de "Transformación de imágenes").



Tridimensionalidad: Tratan de conseguir efecto de relieve o profundidad en la escena de las páginas:
- Teatrillos: la apertura del libro supone el levantamiento de un escenario sobre el que se sitúan, en distintas capas, los decorados y personajes que ilustran el tema del libro.
- Libros-túnel: en éstos, el contenido se alarga como un acordeón de manera que al mirar desde un extremo, se ven en perspectiva todas las páginas troqueladas que constituyen el libro, formando un escenario multicapa. A veces estos libros incluyen una mirilla en la portada por la que apreciar el efecto.



D. Westerfield. 1992. The rain forest. Colección particular.


Marie Helene Taisné. 2017.

- Libros carrusel: sus pastas se abren 360 grados hasta tocar una contra la otra, construyendo un tiovivo sobre el que las ilustraciones se disponen alrededor del eje formado por el canto del libro.


- Pop-up: la apertura de una página produce la energía necesaria para que una estructura tridimensional autoeréctil se despliegue, volviendo a su condición plana al cerrarse el libro.

¿Qué es un ingeniero del papel?

La ingeniería de papel, de manera estricta, trata la creación de estructuras utilizando como materia prima el papel. Aunque estas estructuras pueden ser muy variadas y con distintos fines, generalmente y de manera restrictiva, nos referimos a la ingeniería de papel en el desarrollo de todos los libros móviles que hemos definido ya. Por tanto, un ingeniero de papel se encarga del diseño, desarrollo, construcción y producción de diferentes piezas, ensambles y dispositivos realizados sobre papel u otros materiales de las mismas características (acetatos, plásticos o espumas laminadas) dentro de este contexto.




La formación de los ingenieros de papel es muy variada. Seguramente y como bien dice David A. Carter, si a cualquier ingeniero de papel le preguntásemos como ha llegado a serlo nos diría que deshaciendo y diseccionando muchos libros pop-up, ya que muchos de estos profesionales provienen del mundo del diseño industrial, las artes gráficas y la ilustración. Esto provoca que en muchos casos ilustrador e ingeniero de papel sean la misma persona.
Excepto en Japón, donde tradicionalmente el papel es una materia prima con gran interés (el origami o papiroflexia estática, el kirigami o papiroflexia dinámica o el llamado popigami, tres disciplinas muy relacionadas con este tema), se cuentan con los dedos de una mano las universidades que ofrecen a sus estudiantes formación específica, léanse asignaturas, seminarios o cursos, sobre las posibilidades de este material, por lo que los estudios en todas estas técnicas se ligan más a un plano autodidacta y extra-académico.
Entre los principales ingenieros de papel del mundo encontramos a Robert Sabuda, Matthew Reinhart, Tor Lokvig, Bruce Foster, David A. Carter y James Díaz, en Estados Unidos; David Pelham, Roer Van der Meer o Graham Brown en Inglaterra; Kees Moerbeek en Holanda; Anton Radevsky en Bulgaria; y Marion Bataille en Francia. Dentro del panorama español sólo podemos citar al estudio Fénix Factory, un grupo pionero en estos procesos.


Para profundizar más en las bases de esta disciplina, me gustaría recomendarles Los elementos del Pop-Up, de David A. Carter y James Díaz (Combel), un libro esencial a la hora de comprender todo lo que se relaciona con la terminología especializada y las técnicas que utilizan estos profesionales a la hora de dar forma a estos libros, así como el canal de YouTube, The Pop-Up Channel, dirigido por Duncan Birmingham y que cuenta con unos 30 vídeos.


¿Cómo se hace un libro pop-up?

En el libro animado clásico tenemos cuatro actores principales: escritor, ilustrador, ingeniero de papel y montador, cuya actividad esta muy relacionada entre sí.
En este proceso, el escritor elabora el texto sobre el que se irá construyendo el objeto libro. El texto se envía al ilustrador y al ingeniero de papel. El ilustrador elabora una serie de bocetos y se los presenta al ingeniero de papel. Este punto es importante ya que, a pesar de las ideas magníficas que pergeñe el ilustrador, el ingeniero de papel tiene limitaciones considerables en cuanto al formato, el tamaño, el efecto deseado, las dimensiones o las características de los materiales se refiere. 
El ilustrador realiza las modificaciones oportunas si las hubiera y entrega los bocetos finales al ingeniero que comenzará a preparar el tipo de dispositivos que utilizará. Una vez las ilustraciones estén terminadas, el ilustrador imprime las ilustraciones en los materiales convenidos (Nota: La primera impresión es en blanco, lo que se llama "white dummy") y se las entrega al ingeniero para que realice el montaje, terminando así una maqueta inicial que se presenta a edición. 
Tras la aceptación del proyecto, en el proceso de edición se establece todo lo que se refiere a la maquetación, el color y, por supuesto, la definición de los troqueles para obtener las piezas que se necesitan en el montaje de estos mecanismos. Una vez hecho este trabajo se lleva a imprenta de la que saldrán los materiales para producir una serie limitada (de 5 a 10 ejemplares), ya que es necesario ver su efectividad en la cadena de montaje y barajar posibles modificaciones. Todos ello se hacen llegar a los montadores (“packager” en inglés), el cuarto pilar sobre el que se sustenta la producción de estos libros. Una tarea manual y casi artesanal que encarece bastante el precio final de estos libros. Si el producto es óptimo comienza la producción en cadena y si no lo es, se acometen las modificaciones oportunas antes de entrar en la cadena, para llegar, finalmente, al lector.

Algo de historia...

Hace más de setecientos años que alguien tuvo la genial idea de añadir un dispositivo móvil a un libro. No sabemos muy bien quién fue ni cómo ni dónde, pero el caso es que los primeros libros con esta característica datan del siglo XIII. Teniendo en cuenta esto, merece la pena echar un vistazo mucho más profundo a los datos históricos que referiré a continuación.
Algunos estudiosos creen que fue el mallorquín Ramon Llull (1233-1316) el primero en incluir las primeras volvelas o ruedas de papel giratorias en sus escritos para poder explicar sus teorías sobre la numerología y la existencia de Dios de un modo más visual en su obra Ars Magna. También se cita a Matthew Paris, un monje benedictino inglés y contemporáneo de Llull, que incorpora estos dispositivos en el libro Chronica Majora, un libro sobre el cálculo del tiempo.


Astronomicum caesiarumx Apianox (1540). BNE.

Posteriores a estos dos pioneros son el matemático alemán Peter Bienewitz (o Pedro Apiano en castellano) que en 1524 publica Cosmographia, un libro que incorpora elementos móviles de papel para ilustrar sus trabajos sobre geografía e instrumentos astronómicos, el flamenco Andrea Vesalio con su De humani corporis fabrica (1543), en el que figuran ilustraciones realizadas en el taller de Tiziano y que muestran la anatomía humana en detalladas capas superpuestas utilizando la técnica de la solapa, y el cosmógrafo y navegante aragonés Martín Cortés Albácar, que editó en 1551 el Breve compendio de la esfera y de la arte de navegar, una obra de formato similar y de gran valor científica.


Tadeo Felipe Cortés del Valle y Castillo. Calendario romano (s. XVIII). BNE.

Como apunte y para un recorrido más detallado sobre todos estos ejemplos y muchos más, les recomiendo el catálogo de la exposición maravillosa titulada Antes del pop-up, una muestra realizada en la Biblioteca Nacional (Madrid, España) durante el año 2016, y que algunos tuvimos la suerte de disfrutar en vivo y en directo.
Teniendo en cuenta todo lo anterior hay que apuntar a que los libros móviles, aunque con cierta intención didáctica, durante todo este tiempo están dirigidos al mundo adulto y que no es hasta bien entrado el siglo XVIII, cuando se desarrolla el concepto moderno de infancia y se incorporan estos elementos en los libros dirigidos a los niños.
Los primeros libros para niños que incluyen recursos propios de los libros animados se empiezan a fabricar a partir de 1775, en Inglaterra, gracias al editor Robert Sayer, que publica sus “harlequinades” o “metamorphoses books”, unos libros de versos con solapas que pueden alternarse para dar diferente aspecto a los personajes que en ellos se recogen.


R. Sayer. 1770. Harlequinade de Adán y Eva. Colección particular.

A estos les siguen las muñecas de papel que fabrica la firma de juguetes S. & J. Fuller entre 1810 y 1816, y los “toilet books” de William Grimaldi (1820), unos libros que tienen su origen en el que este artista de miniaturas idea para su propia hija con el fin de enseñarle modales y que más tarde se reproducirá en serie. Durante la misma época aparecen los llamados “peep-show books” o libros-túnel, unos libros que se recogen en la tipología y cuya autoría se desconoce.


W. Grimaldi. 1821. The toilet. Colección particular.

Todos estos libros, aunque basan su atractivo en la inclusión de este tipo de recursos, no pueden considerarse libros móviles propiamente dichos ya que el movimiento no queda integrado dentro del mensaje. Es en 1856 cuando la casa editorial Dean & Son, fundada en 1800, comercializa los primeros libros móviles propiamente dichos, media centena de libros que ellos llaman “toy-books” y en los que los personajes pueden actuar y moverse de acuerdo con cada historia gracias a mecanismos como las lengüetas y las persianas venecianas.
A esta le sigue la editorial Tuck & Sons, fundada por el alemán Raphael Tuck (N.B.: No olvidemos que Alemania es un país donde las artes gráficas evolucionan más rápidamente gracias a la cromolitografía), que publica la llamada “Father's Tuck Mechanical Series” (1890), unos libros impresos en Baviera, montados en Londres y que incluyen imágenes desplegables y escenarios en relieve.


E. Nister. 1896. Peeps into Fairy Land. Colección particular. 

Otro editor de libros mecánicos es Ernest Nister (Nuremberg) cuyas series de libros móviles más conocidas se producen a partir de 1891. Sus libros con ilustraciones preciosistas y con escenarios multicapa que se levantan automáticamente al pasar la página, “panorama picture books”, o con láminas de transformación rotatoria, “dissolving pictures”, se comercializan en Europa y América gracias a la colaboración con la casa neoyorkina Dutton.
Sin lugar a dudas los libros de imágenes móviles más originales del siglo XIX son ideados por Lothar Meggendorfer (1847-1925), el llamado rey de los libros móviles, que da nombre al premio más prestigioso de este tipo de creaciones y de quien les recomiendo buscar su biografía. Este artista de Múnich tiene una visión cómica muy especial que transmite a través de ingeniosos dispositivos mecánicos. En contraste con sus contemporáneos, Meggendorfer no esta satisfecho con una sola acción en cada página, sino que es capaz de dar movimiento a cinco partes de la ilustración en diferentes direcciones y simultáneamente. Idea intrincadas palancas ocultas entre páginas, remaches metálicos e hilos de cobre que dan enormes posibilidades de movimiento a sus personajes. Como nota curiosa decir que Maurice Sendak era el propietario de varios de estos libros que se pueden contemplar en el Rosenbach Museum and Library.


L.Meggendorfer. 1887. Internationaler Circus. Colección particular.


Los primeros en producir los primeros libros animados estadounidenses son los hermanos McLoughlin en 1880 (Nueva York) con sus dos series de Little Showman, cada una de las cuales contenía escenas tridimensionales que se desplegaban en pantallas multicapa.
A finales del siglo XIX y comienzos del XX, el editor francés A. Capendu de París produce una serie infantil de libros con movimiento (1910) que utilizan solapas o lengüetas entre los que destaca Caperucita Roja.
Pasamos al siglo XX y con él a la Primera Guerra Mundial, una época en la que pocos libros pop-up se producen en la Europa de las contiendas debido a su coste, la elevada mano de obra y la escasez de papel. Termina así la Edad de oro de los libros móviles.
En 1929 y pasado este primer enfrentamiento bélico, el editor inglés S. Louis Giraud junto al inventor de juguetes ópticos Theodor Brown, inicia una nueva serie de libros móviles que pueden considerarse auténticos libros pop-up ya que contienen ilustraciones que se erigen de forma automática, se mueven y son visibles desde todos los ángulos. Tienen un precio moderado gracias al tipo de impresión utilizada y son muy populares. Se publican dos series, la primera dentro de la publicación Daily Express Children's Annual durante más de cinco años, y la segunda (Bookano Stories, 17 números) en Strand Publications una editorial que fundan tras abandonar la primera.


L. Giraud. 1930. Daily Express Children's Annual. Colección particular.

Es así como en plena Gran Depresión, las editoriales estadounidenses buscan maneras de reavivar la compra de libros. En los años 30, Blue Ribbon Publishing, acuña y patenta el término “pop-up” para referirse a unas creaciones dirigidas por Harold B. Lenz en las que combinan elementos de los libros móviles con personajes de Walt Disney y cuentos de hadas tradicionales para producir animaciones dinámicas.
También en este periodo, acontece en España la producción de libros desplegables. Destacan casas catalanas como la editorial Molino, la editorial Maravilla (colección Cuentos en Movimiento), Gráficas Manén (colección Teatrines), la editorial Selva (Albums Relieve) o la editorial Juventud que publicó en 1935 un precioso Peter Pan.


A. Saló. 1935. Peter Pan y Wendy. Juventud.

A finales de los 30 y primeros 40, la cosa se anima... McLoughlin Brothers vuelve a entrar en el mercado del libro móvil en 1939 con la publicación de la serie Jolly Jump-up, con diez títulos ilustrados por Geraldine Clyne, la primera figura femenina de los libros desplegables. También se lanza la serie de Finnie the fiddler, el libro inaugural de Julian Wehr, que desarrolla una ingente labor artística con libros que utilizan el sistema de lengüetas o pestañas que se accionan para crear movimiento. Entre 1942 y 1950, Wehr publica más de 40 libros infantiles y vende más de 9 millones de copias. Sus ilustraciones se imprimen en papel ligero, por lo que su precio es bajo (un dólar). En España son publicados por Ediciones del Zodiaco.
Aunque suene testimonial cabe destacar la simbiosis que a partir de los años 40 establecen el arte y el libro animado, ya que aparecen en Europa los libros infantiles de Bruno Munari, el gran diseñador, donde troqueles y solapas invitan al juego en unos libros sencillos, una realidad que continuará Andy Warhol en Estados Unidos con la publicación en 1967 de su Index Book.


V. Kubasta. 1965. Tip Top Tap y los dragones. Colección particular. 

A partir de finales de los años cincuenta, Artia, una agencia de importación/exportación, produce una serie de libros pop-up muy innovadores en la entonces Checoslovaquia. Vojtech Kubašta es su artista preeminente y creador de docenas de libros pop-up que son comercializados por los ingleses Brancroft & Co de los que se llegan a vender 10 millones de copias. En muchos casos estos libros están formados por una doble página que se abre y crea una escena.
A mediados de los años sesenta, Waldo Hunt, pretende comercializar las creaciones de Kubasta en Estados Unidos pero el Pacto de Varsovia se lo impide, por lo que funda Graphics International, una compañía con sede en Los Ángeles que comienza a producir sus propios libros pop-up gracias al ingeniero de papel Ibn Penick. Entre estos destacan los libros de adivinanzas de Bennett Cerf (1965) que produce para Random House.
Hallmark Cards (Kansas City, Missouri) absorbe Graphics International al final de la década y Waldo Hunt decide abandonar la compañía para fundar Intervisual Communications en 1974 (California), que será una de las grandes compañías gracias al ingeniero Roer Van der Meer.
En este momento empieza la Edad Moderna de libros desplegables que llega hasta hoy día y en la que numerosas compañías como Compass Productions, White Heat, Ltd., Van der Meer Paper Design, Sadie Fields Productions o Designimation producen al año entre 200 y 300 nuevos libros pop-up.

Los elementos móviles y el discurso literario

Como acabamos de ver, en el siglo XIX, son dos las principales orientaciones que han tenido los dispositivos móviles incluidos en estos libros. Mientras que en al principio tenían un aspecto más informativo o académico ya que servían para apoyar y afianzar teorías, conocimientos y hechos, conforme pasa el tiempo, estos artilugios pasan a ser más lúdicos y quedan enmarcados en la esfera del juego, un hecho que deriva de su orientación hacia el público infantil y por el que han merecido en muchas ocasiones la denominación de libros-juego o juegos de papel.
Entra el siglo XX y estas dos realidades, lo informativo y lo lúdico, conviven con lo literario desde dos nuevas vertientes. Por un lado tenemos todas aquellas producciones literarias (o no) que debido a su gran éxito son remozadas en formato pop-up, un fenómeno que tiene más que ver con la orientación comercial que con el desarrollo y mejora del discurso literario. Y por otro están aquellos libros móviles o pop-up que nacen desde la originalidad y lo creativo, se alejan de lo decorativo y pretenden construir un nuevo tipo de discurso utilizando recursos dinámicos.
Dado que este es un espacio donde los monstruos leen, a continuación, presentaré muchos de los libros animados contemporáneos (álbumes ilustrados en este caso) donde esos componentes dejan de ser puramente atractivos y se integran de manera notable en la narración, participan de ella y contribuyen a la lectura. Libros que gozan, algunos de ellos, de un reconocimiento y aceptación unánime dentro del mundo del libro infantil. ¡Ahí van!
Me gustaría empezar por Bruno Munari y su serie infantil de los años cuarenta que incluye títulos como Nunca contentos, El ilusionista amarillo o Buenas noches a todos, editados recientemente en español por la editorial Niño. En ellos el gran autor interviene con la técnica de las solapas la materialidad del libro, establece sinergias con el juego, la curiosidad o las adivinanzas entre el texto y las imágenes e invita al lector a participar del sinsentido y a descubrir, tanto los mundos conocidos, como los desconocidos. 



En esta línea podemos citar algunos clásicos de Eric Carle que a base de troqueles, disminución en la longitud de las páginas o troqueles permite al lector una experimentación con el objeto libro sin menosprecio alguno.
La casa embrujada de Jan Pienkowski (Norma), además de ser el primer libro que incluye varios mecanismos en espacios secundarios de cada doble página, tiene un componente dinámico muy interesante ya que crea una atmósfera de misterio y sorpresa al recrear ruidos (interacción sonora, fabuloso...) relacionados con el argumento.


Tras estos dos clásicos llegan los imprescindibles contemporáneos de David A. Carter y de los que tomaré como ejemplo Un punto rojo (Combel). Como muchas veces ha apuntado, el autor concibió estas narraciones a partir de los dispositivos de ingeniería de papel y no a partir de un texto o una serie de ilustraciones como se suele hacer, es decir, dio prioridad y por tanto identidad a los recursos del papel para posteriormente dotarlos de continuidad. Decide que sea el lenguaje del movimiento el que narre en primer lugar mientras que los del texto y la imagen queden supeditados a él.


Uno de los ya clásicos libros pop-up de Marion Bataille es ABC3D (Kókinos), un álbum abecedario que, además de una estética minimalista y cuidada donde el color y la forma son las protagonistas, ofrecen una visión tridimensional de las letras -en este caso- haciendo uso de multitud de técnicas de este tipo 


También me gustaría hablar de dos de los libros de Anouk Boisrobert y Louis Rigaud, En el bosque del perezoso (Hipòtesi) y Popville (Kókinos), centrándome en la capacidad para narrar en un escenario mutable donde la continuidad está erigida en base al movimiento de decrecimiento y crecimiento respectivamente.



Apuntar al Ver la luz de Emma Giuliani (Ed. Kókinos)...




No me puedo olvidar del Animalario universal del Profesor Revillod de Javier Sáez Castán (Fondo de Cultura Económica), uno de los mejores libros de imágenes combinadas que, para mi gusto, existen, ya que supone un ejercicio de fantasía quimérica exquisito, ni de los Cuentos infinitos de Ediciones Tralarí (Consuelo Digón y Cintia Martín), creaciones móviles españolas que se sirven de las técnicas del plegamiento y la manipulación del soporte por parte del lector para construir una narración cíclica e interminable y que, a pesar de carecer de páginas reales, se sirven de la cinética para establecer tres escenas en un mismo espacio físico.




Son muy interesantes las creaciones de los japoneses Katsumi Komagata y Megumi Kajiwara y Tathuhiko Nijima. El primero se centra en páginas monocromas, superpuestas, plegadas, texturizadas y troqueladas que invitan al lector a sumergirse en lo fantástico desde unos espacios aparentemente desérticos, algo que ya conseguiría Munari desde sus primeras series de libros. Los segundos son dos artistas que recientemente han publicado dos obras innovadoras, Shilouette y Motion Shilouette, que utilizan un elemento erguido entre dos páginas para establecer un lenguaje basado en las sombras. Es este recurso cinético el que se utiliza como conector en una serie de escenas en cada una de las cuales se narra una historia gracias a dos escenas conectadas por una sombra proyectada en diferente perspectivas y que necesita de la manipulación del libro para alcanzar el mensaje.





Como colofón y dentro de este epígrafe me gustaría hablar de Á l'intérieur des méchants un libro de Clotilde Perrin (Seuil Jeunesse) inédito en nuestro país donde los malos de los cuentos infantiles son los protagonistas gracias al juego de descubrimiento que establece gracias a la inclusión de solapas. Mientras que en el caso de la serie de Munari el dispositivo abre nuevas puertas al discurso, en este caso funciona como técnica de desbordamiento literario y se relaciona con lo metaficcional. Hurgamos y descubrimos multitud de detalles humorísticos, metáforas, elipsis, que se esconden en los bolsillos y la ropa interior de los villanos de las narraciones clásicas infantiles. Aunque no es novedoso (les remito a un título como El cartero simpático o unas cartas especiales de Janet y Allan Wahlberg), es más que destacable por combinar intertextualidad con elementos móviles y el fenómeno del álbum-catálogo.




Selección de libros móviles y pop-up contemporáneos

Aunque en el apartado anterior he diseccionado muchos de aquellos libros móviles o pop-up con los que establezco un completo diálogo y en los que me encuentro muy cómodo como lector literario, en este hueco hay que hablar de otros libros donde se recogen otros muchos mundos y en los que destacan aspectos literarios, gráficos, técnicos y/o arquitectónicos. Volúmenes, formas, rápidos movimientos, escalas, efectos sonoros y nuevos materiales que conciben otras posibilidades merecen también una mención. No están todos los que son, pero sí son todos los que están. Disfruten de ellos...



Lewis Carroll adaptado por Robert Sabuda. Alice in Wonderland. MacMillan.



David A. Carter. Te amo. Combel.



Consuelo Digón y Cintia Martín. La manzana. Ediciones Tralarí.





 Philippe UG. Robots. Watch out, water about!. Prestel.


Philippe UG. Pop-Up Op-Art: Vasarely. Prestel.





Ronald King. Alphabeta Concertina. Circle Press.


Scott L. Mc Carney. Alphabook 3. Autoedición.


Kveta Pacovska. Unfold/Enfold. The Art Book. Chronicle.


Kveta Pacovska. Rund und eckig: Ein Formenspielbuch. Revensburger.


R. Vidaling. Yeux t'aime. Tana


Hélène Druvert y Jean-Claude Druvert. Anatomie. De la Martinière Jeunesse. 



Para ampliar información

Aunque he ido citando numerosas fuentes a lo largo de todo este monográfico sobre los libros móviles y pop-up, no me quiero marchar sin enlazar con algunas espacios de la red donde viven los libros móviles y los libros pop-up. En primer lugar les recomiendo pasarse por la página personal de Ana María Ortega y Álvaro Gutiérrez, la mejor página web en español, a mi juicio, sobre cuestiones técnicas e históricas relacionadas con estos libros ya que poseen una extensa colección privada de la que han podido ver numerosos ejemplos a lo largo de este monográfico y que también participan en exposiciones organizadas por todo nuestro país (la próxima en Valladolid, ¡no se la pierdan!). 
También en lengua española me gustaría hacer referencia a este artículo de la Revista Babar que es bastante completo en cuanto a datos históricos se refiere, y al grupo de facebook No es solo de niños (libros po-up, álbumes ilustrados y libros especiales) donde el “género” del libro en tres dimensiones está muy presente, hay gran cantidad de vídeos demostrativos y se tienen en cuenta novedades y tendencias dentro de este mundo.
Como estudios académicos en profundidad también les recomiendo dos tesis doctorales realizadas en universidades españolas, El libro como juguete, sus tipologías y recursos para la interacción de José Joaquín Roldán Jiménez (Universidad Politécnica de Valencia) y la de Marta Serrano Sánchez titulada ¡Pop-up! La arquitectura del libro móvil ilustrado infantil (Universidad de Granada).
En tercer lugar les recomiendo irse de viaje y dar un garbeo por las páginas de dos asociaciones de amantes de los estos libros. La de The Movable Book Society, una organización norteamericana que reúne a muchos apasionados de este tipo de libros y que tiene en su web muchos enlaces interesantes, así como listados de los últimos libros pop-up editados en lengua inglesa, y la de Livros Animes, organización francesa dedicada al disfrute y estudio de los libros móviles y que contiene información útil sobre las técnicas, la historia y las publicaciones más recientes del género dentro de Francia y fuera de ella.
Además de todo esto, les dejo unos cuantos lugares de otros países donde se recogen contenidos referentes a estos libros como Best Pop-Up Books (completísima y con muchísima información), Pop-Up Lady (ambos en inglés) Pop-Up Kingdom (en japonés) y La boutique du livre animé (en francés).


Y como colofón, un guiño al libro

Han pasado diecisiete años desde que entramos en el nuevo milenio, uno en el que esperábamos desterrar al papel de nuestras vidas a tenor de una fe ciega en los formatos digitales que tanto bueno nos han dado. Pero no ha sido así, el papel está más presente que nunca: hace unos días se publicaba una encuesta en la que los niños preferían el libro físico al libro digital. No creo que todo sea tan blanco o tan negro y, seguramente, esas inclinaciones dependan de muchos factores y den lugar a interacciones muy variopintas, diferentes, e incluso, complementarias.
Lo único que sé es que, cada vez que abro un libro pop-up ante los ojos de un niño, una historia cobra vida en el papel y unas cuantas bocas se abren. Quizá muchos libros de estas características pequen de comerciales, pero lo cierto es que son magníficos señuelos para atrapar a los lectores, para buscar una estrecha relación entre el objeto llamado libro y el actor lector.
Llámenlos libros-juego, libros de autor, libros de artista o libros dinámicos, pero son el máximo exponente de que el libro, en su naturaleza, en su forma, también es capaz de expresarse a través de los materiales que lo componen, de su sola existencia, de su vida.