miércoles, 27 de marzo de 2013

De papel y ediciones




Lanzo al aire una pregunta (esperando su respuesta… ¡aprovechen los comentarios!): ¿Por qué algunas editoriales utilizan papel excesivamente satinado y delgado para las páginas de sus libros? Me llamarán maniático pero es algo que no soporto por diversas razones que comentaré a continuación.
No sé si habrá algún estudio que defienda el uso de este tipo de material a la hora de editar libros para niños (suele ser más frecuente en obras de consulta y gruesos manuales), pero cada vez que siento el fino y suave tacto de estas hojas entre mis dedos sufro cierto repelús. Me resulta algo chabacano, como de editor cutre, poco elegante y venido a menos… No es que critique a pequeñas y modestas industrias que no pueden permitirse otro tipo de materia prima, lo que me jode es que reconocidas editoriales quieran venderme ese tipo de álbumes a precio de oro.
Por otro lado tenemos los aspectos técnicos, tengo entendido que el polvo que se produce en la guillotina con este tipo de papel tan tratado químicamente, es más difícil de eliminar y puede producir problemas a la maquinaria. También hemos de considerar que el reflejo que produce este tipo de soporte dificulta sobremanera la lectura de palabras e imágenes ya que distrae a la visión e impide la correcta definición de formas y colores.
Es por esto que pido desde aquí a los profesionales sobre los que recaiga esta elección, que eviten, en la medida de lo posible, el uso desproporcionado del satín en álbumes ilustrados.
Descubrí hace poco tiempo esa animadversión contra la que llevo luchando desde que empecé en esto, la causante de que muchas veces deseche algún que otro álbum ilustrado que podría ser digno de reseñar en este espacio. Les pondré un ejemplo, si el Juan Hormiga de Gustavo Roldán (editorial A buen paso) hubiese sido fabricado con ese tipo de papel, ni me hubiera fijado en él, lo que hubiera sido, no sólo un error, sino también una pena porque el álbum ilustrado en cuestión contiene una buena historia, algo de humor, bastante vida cotidiana y una excelente moraleja.
Y, siguiendo el ejemplo de Juan Hormiga y su abuelo, y dar tumbos por el mundo durante esta Semana Santa, me despido de ustedes esperando contarles mis hazañas londinenses en próximas entregas. ¡Disfruten!

martes, 26 de marzo de 2013

Diálogos de lectura en la casa del lector


Hace unos días, Kepa Osoro (el mismo de El amor por los libros se siembra con magia), me hizo llegar la programación de los cursos que engloba el proyecto Diálogos de Lectura, incluido dentro del programa de formación de la Casa del Lector, también conocida como Centro Internacional para la Investigación, el Desarrollo y la Innovación de la Lectura, un gran espacio cultural que la Fundación Germán Sánchez Ruipérez ha levantado en Madrid recientemente.
De entre todas las actividades que desarrolla en su sede del Madrid-Matadero, destacan aquellas dirigidas para mediadores en lectura y profesionales del sector (sobre todo "lijero"). En los llamados Diálogos de primavera (supongo que también los habrá veraniegos, otoñales e invernales), nos topamos con una serie de propuestas interesantes que van desde la lectura curricular, el teatro y la lectura, propuestas creativas dentro de la Educación Secundaria, o lectura y TIC.
Si desean más información sobre el centro y los cursos, pueden obtenerla aquí y aquí respectivamente. Por lo demás sólo me queda decir que amenazo con algún curso, si el tiempo y la citada Casa del Lector me lo permiten... je, je, je.

Imagen: Cartel Lecturas de cabecera. Ilustrarte 2012. Desde el 22 de marzo de 2013 en la Casa del Lector.

lunes, 25 de marzo de 2013

Volviendo a leer


Como bien reza el anuncio de El Corte Inglés©, con esta crisis volvemos a pasear, a cocinar, a leer, e incluso a sonreír. Hemos dejado a un lado los lujos y las pretensiones, y nos hemos dedicado a vivir –algunos mejor que otros: las colas del paro son una pena…-. 
Esa vida que algunos, por modesta, consideran menos digna, es tan válida como esa otra a rebosar de caprichos efímeros y vermús de doscientos euros. Prueba de ello es que en Internet y las redes sociales han florecido páginas dedicadas al crochet, al ganchillo, a la decoración con objetos reciclados, a la ilustración, a las bellas artes, al diseño, al arreglo de ropa, a la mecánica del automóvil e incluso a la lectura… 


Aunque considero que todavía no son suficientes para engendrar ideas productivas (se necesita exprimir más el limón…), sí creo que se está generando un entramado colectivo que empieza a recuperar las bases de la tradición, así como las técnicas de numerosas parcelas de la creatividad, una necesidad para todo tipo de conocimiento (ahora sólo falta que dejemos de comprarle a los chinos, apoyemos a la producción de cercanía y las grandes potencias económicas dejen emerger la industria española). 
Si bien es cierto que todas estas plataformas de conocimiento -incluyendo Coursera- tienen una parte comercial, también se rebozan de un altruismo mediático que hay que aprovechar para tiempos mejores, es por ello que hay que frotarse los ojos, abrirlos bien, y empaparse de todo lo bueno que nos está llegando de esa cultura que otrora abandonamos en aras de carabineros y trajes de alta costura.


De entre todos los títulos clásicos que están regresando a las estanterías de librerías y ¿bibliotecas? (¡qué tristeza da contemplar los expositores de novedades de la mayoría!) durante esta primera parte del año 2013, quiero señalar Un día de nieve de Ezra Jack Yeats, un álbum que leí hace mucho tiempo en la versión inglesa y que ha sido editado recientemente por la editorial Lata de sal (¡Segunda edición, señores!). 
Seguramente muchos lo conozcan pues fue el primero en obtener la Medalla Caldecott (1963) estando protagonizado por un personaje de raza negra (o eso presuponemos por el color de su piel, pues es un dato que nunca se menciona en el texto), de ahí su importancia histórica, sobre todo en los EE. UU., un país donde la comunidad afroamericana constituye el 16% del total. Tanto es así que la Biblioteca Pública de Nueva York lo incluyó entre los libros más influyentes del siglo XX y el servicio postal de Estados Unidos le dedicó una serie de 4 sellos (pueden verlos AQUÍ).
En él se narran las peripecias de Peter, un niño que, como muchos otros personajes que pululan en los álbumes sobre la nieve, se ve embriagado por una gran nevada y las posibilidades que le ofrece el citado meteoro. Jugar con las pisadas, hacer un muñeco, golpear un árbol... en definitiva, disfrutar del momento y experimentar con una nieve hasta ese momento desconocida.


Inspirado por las fotografías de un número de la revista Life -concretamente el del 13 de mayo de 1940-, realizado con la técnica del collage (algo bastante novedoso en aquella época) y la estampación (utilizando incluso un cepillo de dientes), y nacido de un texto próximo al haiku japonés (les recomiendo leerlo en inglés), este libro tiene una historia con cierta sustancia... 


Curiosamente, Ezra Jack Keats, era un hombre blanco, concretamente un judío de los muchos nacidos en Brooklyn, NYC, tras el éxodo de unos padres polacos durante la Primera Guerra Mundial (su nombre originario era Jacob Ezra Katz). Este hecho produjo las desavenencias con los movimientos de liberación afroamericanos pues lo tacharon de hacer concesiones superficiales hacia el colectivo (el modus vivendi de Peter poco se parecía al de los niños negros de los suburbios de las grandes ciudades). No obstante, la calidad poética (rasgo más que importante en la literatura) aupó una visión que con el paso de los años y el avance de los derechos, se adecuaría más a la realidad, lo que propiciaría una aceptación masiva del libro, sobre todo porque sin discriminación positiva y con el simple uso del color marrón, Keats da visibilidad a la infancia, independientemente de la raza u otros posicionamientos que tanto gustan en las sociedades ofendidas actuales.
Seguramente todos ustedes hayan tenido un primer día, ese en el que las emociones y la imaginación se disparan para disfrutar del contraste, uno que la mayoría de veces proporciona la nieve, no sólo a jardines y tejados, sino también al alma.


jueves, 21 de marzo de 2013

Día de la Poesía 2013



Y para celebrar el Día Internacional de la Poesía (les informo de que ayer fue el de la narración oral… ¿Cuándo será el “Día del profesor aburrido de tanto corregir”…? Ya, ya lo sé: les importa una mierda… sigamos…), ¡qué mejor que invertir el orden de aparición y regalarles unos versos!

¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul.

¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía eres tú.

Gustavo Adolfo Bécquer.
XXI.
En: Rimas y leyendas.
1980. Madrid: Espasa-Calpe.

martes, 19 de marzo de 2013

Paternales




Tras el “Habemus Papam”, el “Habemus Fallas” y el “Habemus corralito chipriota”, llegamos al inexorable “día del padre” que en honor de San José, padre putativo de nuestro Señor, se celebra en los países católicos, una festividad que, como bien se ha visto con la de San Patricio (¡Cuán grande es el poder de la globalización anglosajona!), se está extendiendo sobre la faz de la Tierra a pasos agigantados.
Aunque muchos celebren este 19 de marzo la paternidad de su genitor, lo mío también va de madre, ya que incluimos en el mismo día su onomástica… ¡Otra Pepa más para la historia! Es por ello que, a modo valenciano, festejamos una fecha tan señalada, con arroz y, si se tercia, fresas con nata, una delicia primaveral que no abunda durante la que sentimos cerca (Europa está acabando con nuestra bien surtida despensa). A veces también hay algún regalo… Si se nos ocurre algo a la descendencia, claro está.
Recuerdo ese año en que, aprovechando la edición de dos libros de Anthony Browne, Mi papá y Mi mamá, un par de álbumes ilustrados que creí inspirados en mis padres (¡increíble, pero cierto…! Es otra prueba evidente de que casi todos son iguales…, o al menos los de Mr. Browne y los míos… ja, ja, ja), maté dos pájaros de un tiro. Con enormes dosis de humor -algo característico de este autor y que se aleja de la languidez y pusilanimidad de otras obras con sentido paternal-, abundantes colores vivos y pinceladas de ternura, son capaces de entresacar una sonrisa al serio semblante que abunda entre los quehaceres paternales o maternales. Es por ello que, prefiriendo rescatar un par de buenos libros de bibliotecas y almacenes editoriales, les recomiendo este presente para sus respectivos y distintos a otros muchos que se han editado recientemente.
Una buena oportunidad para darles un beso y decir aquello de "¡Felicidades!"

lunes, 18 de marzo de 2013

Libros y nazismo (5)




Tras cuatro semanas recorriendo obras relacionadas con el nazismo y sus consecuencias, doy por finalizada esta selección representativa de una temática que abunda en catálogos y fondos bibliotecarios (a veces de manera excesiva).
Para poner el punto y final he elegido una obra que, aunque no trate sobre la Segunda Guerra Mundial, Hitler y los campos de concentración (el otro día leí en el suplemento cultural de ABC que rondaron los cuarenta mil... terrorífico…), sí tiene mucho que ver con cualquier conflicto armado, sus consecuencias y el futuro tras los bombardeos y las masacres.
Mientras me informaba para realizar esta pequeña selección, me he topado con testimonios, artículos, música y otros libros, que evocaban a los horrores de una Alemania nazi que en la actualidad sigue avergonzada por sus crímenes pasados, por atrocidades que tan sólo una mente enferma podría imaginar… A pesar de constatar todo lo triste que  guarda el alma humana y todo el sufrimiento que no se derrama en las lágrimas del mundo, sino que se esconde en los perdidos rincones de la vida, siempre hay un pequeño lugar para la esperanza.
Después de que todas las guerras asolen la tierra, de que sobre ella sólo se depositen cenizas, de que el rencor y la envidia hagan desplomarse la atmósfera sobre los supervivientes, las risas de los niños serán el cálido aliento que, como el sol tras el invierno, aviven la primavera en el yermo páramo del estúpido existir adulto.

CARBALLEIRA, PAULA (Texto) & DANOWSKI, SONJA (Ilustraciones). 2012. El Principio. Pontevedra: Kalandraka.
B.S.O. de la entrada: Kashiwa Daisuke. Stella.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Lección de ecología




Es bastante común que muchos de ustedes se queden sorprendidos cuando les hago saber que un servidor es de ciencias, ya que cabría esperar que un tipo que habla de literatura con tanta frecuencia sea filólogo, humanista o bibliotecario. ¡Pues no! Y hoy, para demostrarles que también sé algo de ecología, ecosistemas, homeostasis y equilibrio, les hablará el biólogo que llevo dentro.
Gracias a los medios de comunicación, las revistas divulgativas y largometrajes con fines políticos (hoy no me adentraré en esa disparidad entre ecólogos y ecologistas), se acostumbra a pensar de una manera colectiva que la deforestación se encuentra directamente relacionada con el cambio climático, un error garrafal desde cualquier punto de vista, ya que la tala de las grandes masas boscosas tiene más relación con la explotación, bien sea maderera, agrícola, ganadera o industrial, que con el aumento de dióxido de carbono, aunque séanlos vegetales quienes lo capturan mediante la fotosíntesis. También son muchos los que piensan que la solución a la tala descontrolada es la repoblación, y que los responsables pueden poner freno plantando el mismo número de árboles que el que han arrasado. Seguramente eso sea beneficioso para detener el avance de la desertización, pero no lo es a la hora de frenar la pérdida de biodiversidad, la mayor de las razones. Mantener la riqueza (siento usar mal este concepto ecológico, lo hago por ser  más didáctico…), no sólo redunda en la conservación de las especies que andurrean por cierto ecosistema, sino que debe ser una acción obligada para mantener nuestra propia existencia. El amor a nuestros bosques no debe partir del cariño a los animales o de la sensibilización por el reciclaje (que también), sino que debe nacer del puro egoísmo, pero… ¿de dónde? Para ello recapitulen una mañana cualquiera, cuántos objetos de su día a día tienen relación con el mundo biológico… Sabanas de algodón, esponja natural o guante de crin, colonias y perfumes, miel, bizcocho, papel higiénico, tostadas, mermelada, ese jersey de lana, la corbata de seda, zapatos y cinturón de piel vacuna, incluso el caucho de las ruedas de su coche… Todo tiene su origen en los seres vivos, organismos capaces de vivir en un medio determinado, con unas condiciones determinadas y que establecen una serie de relaciones con su entorno, llámese este taiga, selva o desierto, unos lugares que, de ser esquilmados o alterados, ocasionarán graves pérdidas de información dentro de esa entidad que Lovelock denominó Gaia.
Si necesitan alguna forma de ilustrarse les doy dos opciones. Por un lado tienen Los últimos días del edén, largometraje exquisito dirigido por John McTiernan y protagonizado por Sean Connery. Por el otro tenemos uno de los mejores libros de pop-up de los últimos meses que lleva por título En el bosque del perezoso, de Anouck Boisrobert y Louis Rigaud (editorial Hipótesi), un título de narración circular en el que, a pesar de contar con una selva que desaparece y aparece, se enseña a los pequeños lectores unas pinceladas de ecologismo.


martes, 12 de marzo de 2013

Libros y nazismo (4)



Aunque creamos que los peor parados en el conflicto de la Segunda Guerra Mundial fueron las los judíos, las minorías étnicas y sexuales, léase gitanos u homosexuales,  o las clases desfavorecidas y tradicionalmente discriminadas, las omnipresentes ideas nazis  han pervivido en la larga tradición europea y son las directrices del actual tejido social entre todos los países del viejo continente, una realidad que no sólo da más fuerza a la Historia, sino que a veces afianza el sentimiento común ya que el victimismo siempre hace más por la unión que por la escisión.
Los limites del Tercer Reich, pese a restringirse dentro de un ámbito geográfico, quedaron más extendidos de la cuenta gracias a la estrategia e intereses, no sólo de Adolf Hitler, sino del resto de mandatarios europeos ya que los  panorama socio y geopolítico de la primera mitad del siglo XX eran muy complejos (no me atrevería a aventurar que fuesen parecidos a los actuales…). Entre los territorios que se vieron engullidos por el voraz apetito germano se contaban Austria, Ucrania o Polonia. Otros, entre los que destacaban parte de los Países Bajos, Suiza, la totalidad de Centroeuropa, Francia, Italia o Grecia, se sumaron a los territorios ocupados que, aunque no participaron activamente del sentimiento, si prefirieron doblegarse y decidir, por un lado, su supervivencia, y por otro, mantenerse dignos aunque serviles.
De entre todos ellos, es Dinamarca, el marco espacial para el desarrollo de la acción en la novela juvenil ¿Quién cuenta las estrellas? de Lois Lowry (editorial Espasa), un país donde sus habitantes vivieron medianamente tranquilos mientras duró la contienda (cosa bastante rara dada la proximidad a Inglaterra) y donde el exterminio judío comenzó fue bastante tardío. A pesar de ello este libro, sencillo y bien escrito, narra las peripecias de dos familias cuyas hijas, Annemarie y Ellen, mantienen una relación de amistad, que será la detonante de una lucha por salvar las vidas de los miembros judíos de una de ellas trasladándolos a Suecia, un país libre del yugo nazi.
Aunque basada en hecho reales, es una narración bastante vívida en la que destaca la acción de vértigo que crea esa atmósfera de preocupación, de solidaridad entre vecinos, algo que no se ve hoy día. ¿Necesitaremos otra guerra para ello? Esperemos que no…

lunes, 11 de marzo de 2013

Decidiendo sobre nuestro consumo



El pasado viernes, tras el intento fallido de revisar los engranajes de mi coche (¡que mentira ésta la de los concesionarios!) y aprovechando la cercanía a uno de los centros comerciales que hay en mi ciudad, me planté en M. M. para echarle el ojo a cierta tecnología de la que ando necesitado y, comparando calidad y precios, decidí no comprar nada y esperar a ver algún producto mejor. No contento con ello, dirigí mis pasos hacia L. M., un sitio donde creía que podía adquirir unos marcos buenos, bonitos y ¿baratos?... Por segunda vez tomé la decisión de guardar los billetes y marcharme de allí con otro palmo de narices.
Al día siguiente continué con el experimento que había comenzado la víspera y me acerqué a sendos establecimientos del centro de la ciudad que, aunque pequeños, suelen estar bien provistos de buen material. ¡Cuál fue mi sorpresa al constatar -una vez más- que en el comercio tradicional uno puede dar con productos de mejor calidad y a mejor precio que en los omnipresentes centros del consumo rápido que se han extendido como la pólvora en nuestras localidades! Seguramente, el consumismo, ese “leit motif“ del capitalismo, nos insta a creer que las grandes franquicias pueden ofrecernos calidades elevadas con descuentos suculentos pero lo cierto es que nadie vende duros a cuatro pesetas, una verdad que, aunque antigua, sigue rigiendo los mercados.
Señores, nos hemos cargado a los tenderos de barrio en pro de los gigantes del gasto efímero de esas empresas (¡nacionales e internacionales, que no se salva ninguna!), basadas en el lavado de cerebro y la publicidad que, aunque pensamos que crean muchos puestos de trabajo, no tiemblan a la hora de acortar plantillas, la reducción de sueldos ya de por sí irrisorios, o vender productos de tercera. ¿Por qué no desmarcarse de la tónica general  y decidir sobre nuestro dinero para ayudar -aunque ellos a veces nos ayuden poco- a esos tenderos que seguramente contribuirán más –no mucho, todo sea dicho- al P.I.B.? ¿Por qué no hacer lo que no hace nadie? ¿Y qué que todos acudan como borregos a Za., Mer. o Deca.? ¿Por qué debe vestir esos incómodos aunque modernos zapatos, cuando usted quiere disfrutar de sus paseos? ¿Por qué conformarse con un uniforme y triste paraguas gris, cuando desea El paraguas amarillo, ese que inventaron Joel Franz Rosell y Giulia Frances para Kalandraka?...
Desmarcarse, dentro de unos límites, es una opción de valientes, esos que nadan contracorriente y, habiendo meditado sus acciones, hacen lo correcto en pro de un mundo mejor, cosa que hoy por hoy, es más que necesaria.

viernes, 8 de marzo de 2013

De sombreros y conejos



Aunque llevamos unas semanas debatiendo sobre gallináceas (es lo que tiene el gusto por los animales domésticos y las connotaciones de los cruzamientos mendelianos…), hoy leeremos versos sobre conejos, y no precisamente para hacer un gazpacho manchego, sino de aquellos que, por arte de magia, se esconden en sombreros… Sombreros de copa, bombines, chambergos, cordobeses, de campaña, Stetson, Deerstolker, o panamás…

Esta es la historia de un conejo
de orejas largas, no muy viejo,
que iba tranquilo y caminando,
buscando frutas y cantando.

No sé si estaba muy perdido,
sin rumbo fijo, distraído,
pero de pronto tropezó,
tal vez torpe, pienso yo,
con un sombrero negro y fino,
¡muy elegante, muy divino!

Verónica Álvarez.
En: Conejo y sombrero.
Ilustraciones de Mariana Ruiz Johnson.
2011. Caracas: Ekaré.

jueves, 7 de marzo de 2013

Astenia y apatía



La astenia primaveral ha traído a mi vida diaria, más que sueño, letargo. Ando somnoliento la mayor parte del día (y se ve que no soy el único dado que mis alumnos confiesan una y otra vez que su cuerpo es lo más parecido a un saco de patatas y que su actividad cerebral decae por minutos)… ¿Será que han cambiado mis ritmos circadianos? Con toda probabilidad, lo de estar sumergido en una atmosfera tan perezosa, tiene más que ver con la agitación hormonal y la cada vez mayor proximidad al sol que con el aburrimiento que me rodea... ¡Hay tanta apatía en el ambiente! Se ve que la crisis no afecta sólo al bolsillo, sino a las relaciones familiares, las envidias laborales y el pesimismo generalizado. ¡Qué ganas de quedarse sin postre! ¡Con lo rico que está!... Entre tanta cara larga y tan mal humor, uno no sabe si encerrarse en casa y evitar imágenes fantasmagóricas que emergen de la realidad, o dar rienda suelta al mundo de la imaginación y alimentarse sólo de sueños, ¡que bien valen una risa!
Los seres (in)humanos, cuanto más desgraciados somos, más queremos. Lo digo por todos aquellos acostumbrados en rebozarse de mierda un día y al siguiente también, ejercicio rutinario que crea una adicción nada saludable y que no sólo transforma el quehacer semanal, sino que, como larvas famélicas, se ensaña con nuestra alma. Por todo ello, lo mejor es terminar de comer y echarse en un cómodo catre, abrigarse con esa manta que pilla a mano y dejarse llevar a los mundos de Morfeo, ese que nos evade a expensas de la imaginación, y nos lleva a otros lugares mágicos, donde las plantas se alimentan de los besos y los caballos vuelan entre las nubes, donde los peces cuentan bellas historias y los pájaros cantan sonatas de Mozart, donde los elefantes son ligeros como plumas y los leones son tan cariñosos como osos de peluche… Imagine, y si es incapaz de encontrar un mundo distinto al nuestro, pídale ayuda a Norman Messenger, le transportará a El País de Jamás Lo Creerás (SM), un lugar donde perderse sin miedo y ser medianamente feliz.

martes, 5 de marzo de 2013

Libros y nazismo (3)



Antes de comenzar con la selección sobre “Libros y nazismo” merodeé por algunas páginas conocidas, e hice una preselección de las obras que quería leer para completar otras que guardaba en la manga desde hacía un tiempo. De entre todas ellas me llamó la atención El profesor de música, escrita por Yaël Hassan y editada en nuestro país por Edelvives. Tras haberla  diseccionado, ya no sé qué decir de ella, por lo que, como acostumbro, me enredaré en una telaraña de pensamientos.
Aunque mi querida Amparo se empeñe en defender la no existencia de la llamada literatura femenina, sigo sosteniendo que se equivoca, prueba de ello son los miles de novelas que, como esta, están pensadas para niñas de colegio monjil (y no me refiero a las protagonistas de las Mujercitas de Alcott… ¡ya quisieran muchas!). Dulzona y suavecita, esta historia de un maestro a pique de jubilarse harto de tanta inmigración y energúmeno suelto (ahora es cuando alguno se pone la camiseta verde…), le da por el rollo constructivista y la escuela de Piaget -con todo mi cariño: sólo falta un pedagogo argentino dándoselas de ofendido- para hacer terapia con el resto de la comunidad educativa (inspectores incluidos, ¡que me meo!) y gritar a los cuatro vientos los horrores que, tanto su señora, como él, sufrieron en el campo de concentración de Auswitchz.
Siéndoles sincero, esperaba algo más (es lo que tiene haber leído antes cuatro clásicos…). Si bien es cierto que este librito se consume en poco más de una hora –una buena baza para lectores poco acostumbrados-, hay que decir que saca poca chicha de un argumento que podría dar más de sí (o eso creo yo…), y que sigo sin dar crédito al hecho de que muchos “lijeros” lo tachen de imprescindible (quizá se deba a la sencillez del texto, sin más pretensiones que el entretenimiento, que a fin de cuentas es una buena razón…, aunque también empiezo a pensar que muchos están abaratando sus críticas).
Sintetizando. Hay un rasgo definitorio de esta novelilla juvenil: aunque la autora sea de origen judío, su libro confiesa que no vivió en primera persona aquel sufrimiento... Pese a ello, se puede leer. No hace falta nada más.

lunes, 4 de marzo de 2013

Extrañas ideas



La tremenda cantidad de besos y felicitaciones por mi quinto cumpleaños bloguero, además de disipar ciertas dudas sobre la continuidad de este espacio (¡ya me sigue hasta mi madre!), trae consigo una actividad intelectual sin precedentes… Tal ha sido esta que me he cargado mi ordenador personal y todo lo que había atesorado en él… Sí, una pena que, aunque triste, también ha sido reveladora: hay que usar más a menudo el disco duro externo.
Soy consciente de lo mucho que trabaja mi cabeza ideando todo tipo de gilipolleces, pero en ciertos momentos, véase ese en el que apretaba una y otra vez el botón de arranque y la confianza se desmoronaba lentamente, uno constata que esas tonterías tienen mucho valor, aunque sea el personal e intransferible, y que son únicas. Probablemente todos nos sentimos en clara inferioridad respecto a otros pensantes cuando las ideas cruzan nuestro firmamento intelectual, depreciando todo aquello que surge de nosotros mismos y valorando las creaciones ajenas…
Tras el fallecimiento de mi querido Acer® (baratísimo y buenísimo), he decidido que jamás volverá a ser así: mi sarta de estupideces, serán tan válidas como las de cualquier otro. ¿Acaso no trabajo a diario? ¿Acaso no mejoro día a día? ¿Acaso no vivo en el mundo y me inspiro de las mismas cosas que el resto?... He llegado a ver como auténticos ignorantes empapelan sus vidas con billetes de cien a causa de tontas ocurrencias, como mediocres escritores se han hecho con la gloria a base de refritos y algún negro que copia al dictado, como artistas de tres al cuarto venden brochazos de mal gusto por fortunas millonarias… ¿por qué no le voy a dar validez a la originalidad que guardo en el fondo de mi ser?, ¿por qué no aprecia Vd. todo aquello que crece en sus pensamientos? Fíjese en muchos otros que, dejando a un lados los complejos, se lanzan a ese vacío que es el mundo y lo llenan de sus ocurrencias, extrañas y desmedidas, locas y desvirtuadas, desconcertantes y granujas, canallas o versátiles. Un riesgo que Nicolas Gouny decidió correr para publicar Leopoldo, el caballero del ciempiés (Kókinos) y que bien merece un aplauso, no sólo por el maravilloso uso del “nonsense” que destila, sino por amalgamar en un álbum ilustrado el humor, la aventura y la literatura.