La
astenia primaveral ha traído a mi vida diaria, más que sueño, letargo. Ando
somnoliento la mayor parte del día (y se ve que no soy el único dado que mis
alumnos confiesan una y otra vez que su cuerpo es lo más parecido a un saco de
patatas y que su actividad cerebral decae por minutos)… ¿Será que han cambiado
mis ritmos circadianos? Con toda probabilidad, lo de estar sumergido en una
atmosfera tan perezosa, tiene más que ver con la agitación hormonal y la cada
vez mayor proximidad al sol que con el aburrimiento que me rodea... ¡Hay tanta
apatía en el ambiente! Se ve que la crisis no afecta sólo al bolsillo, sino a
las relaciones familiares, las envidias laborales y el pesimismo generalizado.
¡Qué ganas de quedarse sin postre! ¡Con lo rico que está!... Entre tanta cara
larga y tan mal humor, uno no sabe si encerrarse en casa y evitar imágenes
fantasmagóricas que emergen de la realidad, o dar rienda suelta al mundo de la
imaginación y alimentarse sólo de sueños, ¡que bien valen una risa!
Los
seres (in)humanos, cuanto más desgraciados somos, más queremos. Lo digo por
todos aquellos acostumbrados en rebozarse de mierda un día y al siguiente
también, ejercicio rutinario que crea una adicción nada saludable y que no sólo
transforma el quehacer semanal, sino que, como larvas famélicas, se ensaña con
nuestra alma. Por todo ello, lo mejor es terminar de comer y echarse en un
cómodo catre, abrigarse con esa manta que pilla a mano y dejarse llevar a los
mundos de Morfeo, ese que nos evade a expensas de la imaginación, y nos lleva a
otros lugares mágicos, donde las plantas se alimentan de los besos y los
caballos vuelan entre las nubes, donde los peces cuentan bellas historias y los
pájaros cantan sonatas de Mozart, donde los elefantes son ligeros como plumas y
los leones son tan cariñosos como osos de peluche… Imagine, y si es incapaz de
encontrar un mundo distinto al nuestro, pídale ayuda a Norman Messenger, le
transportará a El País de Jamás Lo
Creerás (SM), un lugar donde perderse sin miedo y ser medianamente feliz.
1 comentario:
Hay que desenchufar del mal prójimo para ser medianamente feliz...
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