Tras
el “Habemus Papam”, el “Habemus Fallas” y el “Habemus corralito chipriota”,
llegamos al inexorable “día del padre” que en honor de San José, padre putativo
de nuestro Señor, se celebra en los países católicos, una festividad que, como
bien se ha visto con la de San Patricio (¡Cuán grande es el poder de la
globalización anglosajona!), se está extendiendo sobre la faz de la Tierra a
pasos agigantados.
Aunque
muchos celebren este 19 de marzo la paternidad de su genitor, lo mío también va
de madre, ya que incluimos en el mismo día su onomástica… ¡Otra Pepa más para
la historia! Es por ello que, a modo valenciano, festejamos una fecha tan
señalada, con arroz y, si se tercia, fresas con nata, una delicia primaveral
que no abunda durante la que sentimos cerca (Europa está acabando con nuestra bien surtida despensa). A veces también hay algún regalo…
Si se nos ocurre algo a la descendencia, claro está.
Recuerdo
ese año en que, aprovechando la edición de dos libros de Anthony Browne, Mi papá y Mi mamá, un par de álbumes ilustrados que creí inspirados en mis
padres (¡increíble, pero cierto…! Es otra prueba evidente de que casi todos son
iguales…, o al menos los de Mr. Browne y los míos… ja, ja, ja), maté dos
pájaros de un tiro. Con enormes dosis de humor -algo característico de este autor
y que se aleja de la languidez y pusilanimidad de otras obras con sentido
paternal-, abundantes colores vivos y pinceladas de ternura, son capaces de
entresacar una sonrisa al serio semblante que abunda entre los quehaceres
paternales o maternales. Es por ello que, prefiriendo rescatar un par de buenos
libros de bibliotecas y almacenes editoriales, les recomiendo este presente para sus respectivos y distintos a otros muchos que se han editado recientemente.
Una buena oportunidad para darles un beso y decir aquello de "¡Felicidades!"
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