Este verano, aparte de viajar, comer, dormir y disfrutar, he
leído bastante. Mi objetivo era ponerme al día con algunos clásicos de la
literatura universal (que la llaman) pero al final fui a la biblioteca y me
perdí entre otro tipo de lecturas. El caso era entretenerse en los tiempos
muertos, pues entre juergas y otros menesteres, no tenía yo la cabeza para
mucho decoro intelectual.
Hay libros que necesitan calma chicha, otros, bicarbonato.
Hay libros que no necesitan nada (sólo cerrarlos). Algunos necesitan mucha
resignación (Ya saben ustedes de mi crisis con El tambor de hojalata), otros de un buen trago (¿Han leído alguna
vez borrachos? Me encantaría conocer algo de esas lecturas ebrias, ¡anímense en
los comentarios!). También tenemos libros que son un tedio o un paseo (¿Sobre
la llanura, a la orilla de la playa, o cuesta arriba? Especifiquemos).
Lecturas de silencio, de bullicio o de bolsillo, todas
necesitan de los mismos gestos. A saber… Coja usted el libro con las dos manos,
apóyelo sobre su lomo y deslice la tapa delantera hacia la izquierda (si es
manga hacia la derecha) y, tras descodificar los signos que ante usted se desvelan,
pase la página en el mismo sentido que la tapa. Así hasta el final. ¿Lo pilla? Espero
que sí. Y no se preocupe si tiene dudas, hoy le traigo un libro que se lo
dejará muy claro.
¿Cómo se lee un libro?
con texto de Daniel Fehr, ilustraciones de Maurizio A. C. Quarello y editado en
castellano por Océano Travesía, nos presenta una de esas historias
metaliterarias con cierta enjundia, no sólo porque es un libro interactivo
(algunos gustan de llamarlo libro-juego, que también puede ser), sino porque
ahonda en la necesidad de reconocer el objeto libro, de experimentar con él y
familiarizarse con su forma y posición utilizando para ello un sinfín de
perspectivas de las imágenes que configuran la narración.
La historia parte de una llamada de atención que un par de
niños hacen al lector-espectador. Necesitan de su ayuda para seguir con vida,
interpelan su colaboración. Conforme pasamos las páginas aparecen más
personajes que nos resultan conocidos (una bruja, una ballena…) que aportan más
dinamismo a una narración que no deja de ser un desastre monumental con el que
desternillarse.
Como es un libro que deben tener en sus manos (seguro que
les roba una sonrisa), no les voy a desvelar el final. Creo que con esta
pequeña reseña es suficiente para animarles a participar de la fiesta. ¡Ah! Y
si se dedican a esto de la animación a la lectura, no duden en incluirlo a su
biblioteca, quizá les sea útil con pequeño y mayores (que hay algunos que
todavía no saben cómo se lee un libro).