martes, 31 de marzo de 2015

Decálogo del ilustrador en la feria de Bolonia


Por fin se ha dado el pistoletazo de salida a ese gran escaparate “lijero” conocido como Feria de Bolonia. Coincidiendo este año con el periodo vacacional (a más de uno le ha venido de perlas para darse un garbeo por la Liga Norte italiana) y con la celebración del Día del Libro Infantil  (próximo jueves) se intuye un evento un tanto animado (que por cierto no veré este año…, es lo que tienen azulejos, ladrillos, cemento y escombro, ¡quién me mandará!).
Además de la gran cantidad de actividades, presentaciones de libros, coloquios, mesas redondas, ágapes, encuentros repentinos, exposiciones y el muro publicitario de la entrada (me chifla ese lugar atestado de carteles improvisados, tarjetas de visita y, sobre todo, de anuncios ilustrados), la Bologna Children's Book Fair no deja de ser una feria comercial en la que priman los negocios.
De entre todos los profesionales que van a buscarse la vida, siempre me llaman la atención los ilustradores que, tras esperar largas colas, intentan hallar la oportunidad que les haga despuntar en próximas temporadas en esto del libro infantil. A pesar de lo hermoso que tiene buscar un sueño, no hemos de olvidar la realidad con la que topan estos profesionales…
Para evitar peligros y desilusiones innecesarias, he aquí una serie de consejos (aparte de hacerse visibles en el muro de los ilustradores, obligación para todos estos artistas, me aventuro a cuestiones más prácticas), mi decálogo para el ilustrador que visita Bolonia (por primera o undécima vez, ya saben que el hombre tropieza y tropieza hasta cotas insospechadas) con ánimo de abrirse hueco en el negocio editorial:
1º. Saber qué editoriales estarán en la feria. Si nunca has entrado por esa puerta, ni te imaginas el elenco de editoriales y agencias que hay allí. Como la asistencia a este tipo de ferias se hace público con la suficiente antelación, es muy importante que la visita se prepare con anterioridad, sobre todo para organizar la visita, sobre todo si tu tiempo es escaso.
2º. Clasificarlas en grupos con ciertas similitudes. Editoriales internacionales, grandes grupos nacionales, casas independientes que publican en varios idiomas y otras que se dedican a ámbitos más restringidos, editores locales, de occidente u orientales… Todas las empresas tienen sus particularidades y debemos saberlas antes de sumergirnos en ellas para diversificar nuestro campo de acción y facilitar la selección final.
3º. Estudiar el fondo editorial de cada una de ellas (hay editoriales más eclécticas y otras más especializadas en un tipo de libro o ilustración) y ver si nuestro estilo tiene cabida en alguna. Hay que ser consciente de en qué liga jugamos, pues acudir a la feria para darse un garbeo, no es demasiado rentable teniendo en cuenta las posibilidades que nos ofrece internet.
4º. Pedir información a otros colegas de profesión sobre estas editoriales para conocer de antemano sus bazas, los puntos débiles o, simplemente para descartarlas de nuestra selección. En las redes sociales hay lugares donde se puede intercambiar información y opiniones sobre ciertos editores y agencias de ilustración: use la experiencia previa de otros.
5º. Hacer tu selección y pedir cita con antelación para optimizar así nuestra estancia allí. Una agenda bien estructurada es más práctica que acarrear sin rumbo nuestro portfolio (no soy partidario de dar tumbos a lo pavo por la inmensidad de aquellos pabellones esperando que caiga la breva de Oliver Jeffers).
6º. Establecer una serie de prioridades (“¿Con qué tipo de editorial queremos trabajar?" y "¿Qué tipo de trabajo buscamos?” Son las preguntas básicas a las que debemos responder, después vendrán otras que, a mi juicio, son secundarias).
7º. Preparar un portfolio adecuado para tal efecto (aquí poco he de decir pues hay grandes profesionales dentro de escuelas de ilustración y facultades de bellas artes que pueden orientarles mejor que yo).
8º. Presentarnos, mostrar nuestro trabajo, ofrecer nuestros servicios, y, en caso de que alguien se interese por él, debemos escuchar las condiciones de trabajo y tomar nota de estas para consultarlas con gente de confianza y asesores en la materia. No es oro todo lo que reluce. Sopese pros y contras.
9º. Dejar pasar un tiempo. A veces la toma de decisiones en caliente nos puede llevar a equívocos poco satisfactorios. Es preferible ser paciente, evitar la arbitrariedad, calmar nuestras deseos de trabajar, y dejar que la aguja se pose en nuestra brújula interior.
10º. No frustrarse. Hay que seguir buscando oportunidades. Este campo es enorme y existen muchos tipos de editoriales que van (o no) a Bolonia y en las que puede encajar nuestro estilo/trabajo. Si algo bueno tienen todas las ferias es que están llenas de ilusión.


miércoles, 25 de marzo de 2015

¿Es rentable adquirir derechos extranjeros?


Se acerca inexorablemente la feria de Bologna (¡Qué miedo! ¡Hordas de editores orientales en busca de libros occidentales!), y con ella, el mayor escaparate de venta de derechos de autor del mundo editorial infantil. Es por ello que, para que muchos de nuestros editores se vayan a comer mortadela dándole al coco he creído oportuno ofrecerles hoy este dilema al que muchos no encuentran respuesta.
El mercado de novedades (entre 2 y 4 veces por curso, depende del tipo de editorial) está instaurando la inclusión, casi obligada, de títulos foráneos en los catálogos de las editoriales españolas. Es por ello que el interés por las agencias de gestión y venta de derechos extranjeros, así como por los espacios donde se presentan los catálogos y novedades dentro de diferentes contextos geográficos (véanse las ferias del sector mundiales o regionales), ha crecido notablemente de unos años a esta parte. Esto se debe -a mi juicio- a dos motivos principales:
1. Por un lado, la producción patria de calidad es incapaz de abastecer las necesidades de las editoriales (y su ritmo frenético).
2. Por otro, la globalización ha favorecido que muchos consumidores de literatura infantil se interesen por títulos que se publican al otro lado del charco, las antípodas o el lejano oriente, y deseen tenerlos en sus bibliotecas personales traducidos al castellano.
Pero, ¿qué trae esto consigo? La primera consecuencia es que se ha creado una “burbuja editorial” que la capacidad negociadora, el trueque, el 2x1 y el gitaneo, siguen hinchando y moldeando irremisiblemente hasta un punto ¿de no retorno…?


La segunda consecuencia es que para muchas casas editoriales, sobresalir en el competitivo mercado gracias a obras que se hacen fuera de nuestras fronteras supone un esfuerzo sobrehumano que compensa más bien poco (Nota: No olvidemos que el mercado español es un mercado modesto en el que la mayor parte de las editoriales -excepto una decena- actúan como independientes lo que dificulta el acceso a obras que aporten cuantías suculentas).
También hemos de tener en cuenta que no cualquier cosa cabe en cualquier mercado (ni siquiera los títulos del imperio infantil anglosajón). Cada mercado tiene sus propias peculiaridades y, en muchos casos, la adquisición de derechos de un “best-seller” en EE.UU. puede ser un fiasco en nuestro país, algo que supondrá más costes que beneficios, unos excedentes que asumir y algunos quebraderos de cabeza más.
Al todo lo anterior hay que sumar el invento por antonomasia: las coediciones. Cuando uno es un editor en ciernes y va a una feria como la de la próxima semana tiene que oír más de una veintena de veces “Los derechos de este título sólo están disponibles en coedición. ¿Qué quiere decir esto, caballero/señorita? Si Vd. lo quiere, además de anticipo y royalties, tendrá que tragar con la impresión que le queramos endosar y el precio estipulado por la misma aunque en España se lo hagan más barato y mejor.” Total, que la broma nos puede salir todavía más cara…
Y ahora, las cuentas finales… Si tenemos en cuenta que los derechos de publicación de un libro oscilan entre 500 y 3000 euros (anticipo), que estos derechos sólo incluyen la edición en castellano en el ámbito de España (si quieres español en el mundo ya sabes),  que la venta media de un título en nuestro país está entre 1000 y 1500 ejemplares, y que hay que repartir tantos porcentajes… ¡blanco y en botella!


Hay dos soluciones posibles (y plausibles) a todo este tinglao… A saber:
A. Editar poco y bien (y tendríamos el problema con las distribuidoras y sus demoras en el pago, ya saben los editores a lo que me refiero...).
B. Hacerse con una buena cartera de autores e ilustradores patrios y adquirir menos derechos extranjeros (y aquí tendríamos el problema temporal y de edición de la producción propia, un verdadero calvario para muchos, algo que prometo tratar algún día con detenimiento…).
En cualquier caso y sin ánimo de desánimo, les diré (como sonaba la canción) que todo depende… Depende del tipo de obra que se quiera adquirir (“boardbooks”, libro-juegos, libros de conocimientos, “activity books” o álbumes ilustrados no son lo mismo; tampoco es lo mismo un libro premiado que otro que no; ni es igual uno de Rebecca Dautremer que otro de un ilustrador novel), depende del tipo de editorial al que deseemos comprarlos (no es lo mismo tratar con el gigante MacMillan que con una editorial de provincias), depende del tipo de contrato de cesión que tiene el autor (“royalties”, exclusividad, porcentajes y demás consideraciones) y, sobre todo, del éxito que esa obra ha tenido en los diferentes mercados en los que se ha publicado (mucho o poco dinero en juego).
Y como despedida, un consejo… Si están hartos de comprar, lo mejor que pueden hacer es intentar vender los derechos de sus libros ¡que aquí también sabemos hacerlos!


martes, 24 de marzo de 2015

De lo salvaje...


Todos tenemos un punto salvaje que aflora en las más diversas circunstancias. Desde un concierto donde la euforia nos desata, hasta ese partido de fútbol con el que hemos soñado desde niños, el decimoctavo cumpleaños que todos celebramos con tantas ganas, ese cabreo monumental que hemos tenido horas atrás, o cuando nos vemos solos ante un peligro inminente, pueden producir una sensación de libertad total y despojarnos de  todo convencionalismo. En esos momentos algo instintivo se apodera de nosotros y volvemos a ser los animales que fuimos antaño. Gritamos, danzamos, saltamos, el vello se nos eriza, nos golpeamos sin mesura, no controlamos nuestra fuerza y los músculos se tensan.
A pesar de ello, son muchos los que rechazan por completo unos comportamientos que suponen la renuncia a toda civilización, una prueba más que clara de la clara influencia social que acarrea nuestra espacie desde algún que otro milenio. Todo se encuentra encorsetado, hay que seguir los cánones establecidos y no desviarse del camino que el saber estar ha señalado a golpe de pescozones. Algo que nos debería hacer pensar si es lícito obligar a los demás a incluirse en la masa y abominar su propia naturaleza, sus pensamientos y sentimientos.


“¿Hasta qué punto debo  ser otro borrego? ¿Está todo permitido en un mundo como este? ¿Es la subversión la salida?” Son las preguntas que frecuentemente se instalan en nuestra cabeza cuando los demás nos recriminan un comportamiento no apto para con el llamado “saber estar”, pero no debemos olvidar que la rebelión contra esas reglas pre-establecidas debe equilibrarse con el respeto hacia el resto. Es esta y no otra la forma más clara de libertad, esa que, aunque permita a los niños enfrentarse a las imposiciones de los adultos (la llamada corriente canalla y subversiva de los libros infantiles), les haga saber que hay que ser respetuoso y bondadoso con sus congéneres. 


Sin irnos muy lejos, podemos encontrar en las librerías una muestra de este bello mensaje y que lleva por título El señor tigre se vuelve salvaje (Editorial Océano-Travesía). En este libro de Peter Brown (que aunque tiene un aspecto muy digital, tiene su base en las técnicas tradicionales de ilustración), un tigre la mar de educado siente la llamada de una jungla que, poco a poco, se va apoderando de él… Primero es el sombrero, luego el traje… y el final no se lo cuento porque es verdaderamente hermoso y creo que deben descubrirlo por ustedes mismos.

lunes, 23 de marzo de 2015

Políticos, ¡todos son iguales!


Por fin han terminado las elecciones andaluzas (Román, no cantes victoria tan pronto que en breve llegarán las municipales y el resto de autonómicas… ¡Tiembla!) y a pesar del gran reparto de votos, tenemos que re-estructurar (algo, no demasiado…) el parlamento sureño. Entra una nueva legislatura y esperamos que con cierto aire de renovador (los pactos puntuales siempre traen consigo un poco de democracia –iba a anteponer la palabra “más”, pero sería otra mentira-), ese que necesitan unos cuantos millones de personas, a no ser que se conformen con el PER, la paga de los 18 y otras limosnas caritativas. Lejos de todas visiones futuras (no me gusta ejercer de pájaro de mal agüero), me gustaría centrarme en una campaña electoral que, aunque no he seguido demasiado porque me tocaba poco, me ha chocado bastante.


Cada vez que abrían la boca cualquiera de los representantes de los partidos mayoritarios, no podía evitar echar espumarajos (¡Qué guarrindongos!... El quítate-tú-para-ponerme-yo tiene mucha usía…). “Nosotros somos mu’ buenos y aquellos mu’ malos” “Son unas urracas usureras” “Y vosotros una alimañas codiciosas” “Asquerosos” “Putrefactos”… ¿Y a esto le llaman “el espíritu de la transición”? Que me cago… El bipartidismo vive de la nostalgia (¿Alguien conoció a Franco? Porque yo no…), es como una neblina de recubre una realidad que ya es otra y no nos deja avanzar (luego decimos que los musulmanes viven a golpe de lastre… ¿y esto qué es?).  En lo único que se han puesto de acuerdo estos dos bandos es en eso de  los “andalucistas”, una palabra de nuevo cuño que me produce arcadas, más todavía cuando viene de los supuestos salvadores de la identidad nacional (mire usted…). No teníamos bastante con otros “–istas” para que ahora, por miedo a perder el trono, estos se apunten al carro y quieren escindirse del estado untando las juntas con aceite de oliva.


A pesar de la cura de humildad y que sigan repartiendo los mismos, espero que los recién llegados tomen nota de los que hace que unos y otros sean tan parecidos para que no cunda el ejemplo entre unos cuervos y otros, entre azules y rojos. Por favor: ¡No se atavíen de ese mismo traje, de ese mismo disfraz, del mismo jersey!, ¡Fíjense en los Huguis! En El jersey nuevo han sido capaces de darse cuenta de que vistiendo el mismo jersey es imposible avanzar, ni aportar colores diferentes, ni aupar el individualismo en un entorno colectivo… ¡Menos mal que alguien ha tenido una idea y ha encontrado la solución a tanta moda y mimetismo! Tomen nota de los personajes de este libro del genial Oliver Jeffers y publicado por Andana Editorial (una editorial valenciana que ha hecho un gran esfuerzo económico y editorial esta temporada, algo de lo que me alegro): Querer es poder, y este es el momento en el que los ciudadanos quieren.


jueves, 19 de marzo de 2015

¡Fuego, fuego!


Esta noche el fuego consumirá todos los monumentos de cartón-piedra (y otros modernos polímeros pirolíticos) que se plantaron hace días por las calles valencianas. Los levantinos, dando rienda suelta al poder renovador de las llamas y el crepitar de las ascuas, se han puesto gordos a buñuelos de calabaza y paella valenciana (esa de verduras huertanas, buen pollo, mejor conejo y algunos caracoles -si se tercia…-) para encarar la primavera con una gran sonrisa. ¡Y yo qué me alegro a pesar de que muchos teman a la dichosa lumbre!

Una mosca que volaba
entre Pinto y Marmolecko
desde el aire vio el tejado
de una torre de bomberos.

En la torre, un ronquido:
es un bombero durmiendo.
En la calle, unos mirones
mirando la mar de inquietos.

Fiel a su instinto, la mosca
muerde al bombero en el cuello
y este, con cara de susto,
queda al instante despierto.

Ve a la gente congregada.
-¿A qué tanto movimiento?
Pone su mano en la frente
y avista un lejano fuego.

[…]

Jan Brzechwa.
En: ¡Fuego!
Versión de H. Hidalgo.
Ilustrado por Agnieszka Borucka-Foks.
2014. Valencia (¡Cómo debe ser!): Media Vaca.


martes, 17 de marzo de 2015

Errores, pretensiones y falta de estilo


En todos los mercados se cuecen habas y, evidentemente, el mercado del libro infantil no es una excepción. A pesar de que muchos editores se embadurnan de una gruesa capa de profesionalidad y buenas intenciones, su mayor (decir el único sería algo injusto) objetivo es vender, vender y vender, algo de lo que da buena cuenta un sector en el que se está más preocupado por la mercadotecnia que por el producto. Sigan tachándome de impertinente y terco, pero cada vez que visito una librería denoto que, de unos años a esta parte, la literatura infantil y la adulta comparten más cosas en común, clara prueba de la decadencia del libro y su negocio (¿les recuerdo cuántas librerías cierran en España cada año?). .. El álbum ilustrado, otrora más independiente y fuera de las corrientes publicitarias, se ha convertido en una piedra angular más de esa pirámide llamada “papel impreso” y en la que se incluyen libro-series, personajes cliché, ediciones revisadas y re-ilustradas, y autores/ilustradores fetiche, en una palabra, podemos decir y decimos que ya está en los estantes el álbum ilustrado paraliterario.
No me malinterpreten… Quiero que la cosa vaya hacia arriba y que todos los niños del mundo se hinchen a leer (en más de una ocasión he defendido la paraliteratura como una vía de acercamiento del lector potencial a la figura del libro), pero también hemos de ser críticos con lo que se edita, con lo que se vende y con lo que se recomienda… 



Es por ello que hoy les traigo aquí el libro Osos, una obrita escrita hace mil años (1948) por Ruth Krauss, que en primeras nupcias ilustró Phyllis Rowand (Harper & Brothers), y que en el año 2005 fue re-ilustrada por Maurice Sendak (algo parecido al Ferdinando de Munro Leaf o Robert Lawson) para la Harper Collins y que acaba de editar en castellano Kalandraka.



Cuando me encontré este libro en una de mis librerías favoritas, me llevé una grata sorpresa. Me lancé a por él como un lobo con ganas de devorar suculento boca. La portada no me dijo demasiado, la verdad, aunque lo abrí y empecé a pasar las páginas. ¡Ahí está Max, el de los monstruos, con un perrito jodón y una caterva de osos de todo tipo..! Mala resolución de las ilustraciones (Este Sendak dijo: aprovechemos el tirón y vendamos cualquier cosa, incluso divertimentos, “useasé”, hay que echarle jeta de vez en cuando)…, poco texto (¿26 palabras?)…, nada sugerente…, un formato chirriante para un libro de estas características…, y, cuando cierro: me quedo igual que cuando empecé. Es en este punto cuando mi cabeza empieza a hacerse preguntas: ¿Por qué este libro? ¿Por qué este formato? ¿Por qué este autor? ¿Por qué?... Seguramente las intenciones de la editorial (esa que publicó el libro en lengua inglesa, no me malinterpreten…) fueron las siguientes:
-Sendak es sinónimo de calidad (N.B.: Aquí la cagó el pobre y no soy el único que lo piensa) y es un gancho inmejorable para el público… ¿Qué gilipollas se va a atrever a decir que es un bodrio y chafar el negocio…? (N.B.: Yo… Lo siento: gilipollas y tocapelotas a un mismo tiempo… Pese a ello te sigo venerando, ¡Oh, Sendak!).
-Aunque es un libro-retahíla para que los pre-lectores se vayan a la cama y tiene poquitas páginas, lo vamos a publicar en formato de álbum. Cartoné y buen papel a raudales que a nosotros nos cuesta poco pero al consumidor le rasca el bolsillo…
- Me encanta que el personaje sea el mismo que el de Donde viven los monstruos… Un poco basto, eso sí, pero aunque sea un sucedáneo ¡ya veréis como nos da mucho prestigio!
-Dijo otro: “Pero… ¿y las ilustraciones? Tienen poca resolución… ¡Si las ha hecho en una servilleta!” A lo que se le respondió: “¡Qué más da! ¡Que queden pixeladas! Queremos a Sendak y lo tendremos.
- Y así se vendieron miles de ejemplares en todos los continentes.



Si me equivoco, que me corrijan pero creo que uno de los mayores problemas que tiene el sector es la falta de estilo…, de elocuentes autores que buscan dinero fácil, de buenos ilustradores que dibujan a desgana, de editores que desean alcanzar la luna y de libreros que quieren novedades todos los meses; en definitiva, de un gran número de profesionales que están fuera de onda y que deberían replantearse -con libros como este- el porqué están en un negocio como este, a la vez tan difícil, a la vez tan hermoso.


A pesar de las muchas ocasiones en las que Krauss y Sendak colaboraron (con éxito, todo hay que decirlo), en esta, la cagaron un poquito… Prefiero la primera edición, más tierna, menos ofensiva (puros habanos y osos ahorcados aparte -hoy día se ve de todo en cualquier telediario-, considero que un libro para pre-lectores no debería ser tan agresivo ya que pierde cierto encanto… Aquí se lo deberían haber pensado. Es cierto que un toque canalla se agradece, pero los excesos no son muy gratos…) y, sobre todo, más evocadora. 
Siento ser tan beligerante pero, al menos, yo soy fiel a mi estilo aunque no venda una mierda.

NOTA POSTRERA: Dos horas después de publicar este post, una representante de la editorial que ha publicado este libro en castellano se puso en contacto conmigo (¿casualidad?) para decirme de manera sutil, encriptada y figurada, que "donde las dan las toman" (¡menos mal que uno sabe leer entre líneas!), una evidencia más de la falta de estilo que tienen algunos y lo mal que saben encajar las críticas. Una verdadera pena...


lunes, 16 de marzo de 2015

La imaginación en los libros ilustrados


Desde tiempos inmemoriales los humanos hemos preferido ejercitar la musculatura en lugar de sacarle partido al cerebro. Seguramente, en nuestro pasado como cazadores-recolectores tenía  más sentido mantenerse en forma, pero hoy día, cultivar cuerpo y mente a partes iguales se antoja más útil… Si ponemos a raya esos quilos de más que se acumulan bajo el pellejo y enmascaramos nuestra fisionomía de un componente estético, ¿por qué no dotar a la materia gris de fuerza y ligereza? Aunque sean escépticos al respecto, todos somos capaces (con nuestras limitaciones, por supuesto: la naturaleza es la que es…) de moldear nuestra forma de discurrir haciendo uso de actividades memorísticas, manualidades o juegos de preguntas y respuestas.
Hay millones de recetas, dietas, tablas de ejercicios y propuestas que tonifican nuestra corteza cerebral, pero sin duda, el mejor modo para hacerlo es sirviéndonos de la imaginación, esa gran compañera que, aunque en muchas ocasiones nos aísla de la cruda realidad, también saca brillo a lo viejo, renueva el color de los pensamientos, aviva la agilidad y reordena lo que guardamos en la azotea.


Seguramente pensarán que mi mente de niño se apodera de un cuerpo ya madurito, pero lo cierto es que, como muchos estudios apuntan, aquellas personas que dejan rienda suelta a su creatividad viven más y mejor, tienen un éxito social mayor, destacan en la parcela laboral y son capaces de desarrollar nuevas y útiles herramientas y comportamientos que hacen más sencillos sus quehaceres cotidianos. Es por ello que debemos inculcar en edades tempranas el desarrollo de la imaginación y fomentar aquellas actividades que se relacionen directamente con ella como son las disciplinas artísticas, la lectura, la narración oral y el ejercicio físico al aire libre (seguramente algún pedagogo les hable de alguna más).



Una prueba de la importancia que la fantasía tiene sobre los más pequeños es la gran cantidad de álbumes ilustrados que llenan los estantes de bibliotecas y librerías y que toman como excusa la capacidad de inventar mundos nuevos, de soñar con lo desconocido, idear historias diferentes, imposibles. 
Aunque muchos discrepan sobre la capacidad del libro ilustrado para fomentar la imaginación (algunos prefieren el poder evocador de la palabra a la evidencia de la ilustración), sí que la comunión entre texto e imágenes es un buen hilo conductor para exponer la relación que, explícitamente hay entre realidad y ficción. Prueba de ello son el Imagina de Aaron Becker, En el desván de Hiawyn Oram y Satoshi Kitamura, El sonido de los colores de Jimmy Liao, Harold y el lápiz morado de Crockett Johnson, el Olivia de Ian Falconer o el No es una caja de Antoinette Portis, muchos títulos que exploran la capacidad imaginativa y el poder de unos niños que utilizan como excusa lo más inverosímil para divertirse. La misma estela que sigue Luna y la habitación azul de Magdalena Guirao Jullien y Christine Davenier (Editorial Corimbo), un libro que nos presenta a Luna, una niña que visita a su abuela y a la que le encanta perderse en una habitación cuyas paredes están empapeladas de aventuras en rojo y azul.


viernes, 13 de marzo de 2015

La suerte de las golondrinas


En cierta ocasión no sé quién me habló de la suerte de las aves, de sus designios y vicisitudes. También me dijo que, si una golondrina se encaprichaba del alero de tu tejado, la mala ventura te visitaría unos cuantos años… Quizá haya sido así, quizá sea una cuestión de apreciación, pero lo único que sé es que me encanta verlas surcar el aire en la bajura, como flechas de trayectoria caótica, cruzando sus vuelos, buscando la vida, encontrando el amor…

Vendrá el otoño y las golondrinas
se irán hacia lugares más templados,
siguiendo los senderos elevados,
envueltas en sus negras gabardinas.

Vendrá la primavera y, peregrinas,
regresarán con sus brazos alzados;
en los tejados sus nidos colgados
adornarán el friso y las esquinas.

Recuerdo cuando algunas se posaron
al pie de mi ventana en suave vuelo,
llamarón al cristal y se elevaron,

y sueño, cuando veo azul el cielo,
que vuelven las que a Bécquer visitaron
trayéndome el amor que tanto anhelo.

Margarita Souviron.
Golondrinas.
En: La suerte de las aves.
Ilustraciones de Sofía León.
Ganador del VII Premio de poesía para niños “El príncipe preguntón”.
2014. Granada: Ediciones Diputación de Granada.


miércoles, 11 de marzo de 2015

Buscando...


Debido al desastre monumental que acarreo (aunque creo que mi cabeza está en orden, no ocurre lo mismo con mi casa), me paso la vida buscando entre papeles, cajones, cajas, carpetas, estanterías y otros lugares de almacenaje, los retales de un tiempo que, con el paso de los años, acumula más tonterías de lo debido. Este espíritu recolector tiene que ver más con las urracas que con el mono que todos llevamos dentro, es por ello que a veces me dan ganas de prenderle fuego a toda la mierda que se amontona en los armarios e ir saltando desnudo de árbol en árbol.
Nos pasamos los años buscando… Los certificados de escolaridad, ese libro que sacamos de la biblioteca hace tres meses, el vestido de novia del que nunca más se supo, aquella receta de la abuela que escribimos sobre un trozo de cartón, un amor de adolescencia (¡las cosas buenas -y malas- que nos han traído las redes sociales!), las fotos de un viaje que no necesitaba fotos, el dibujo que nos regalo nuestro hijo en aquel cumpleaños, e incluso buscamos un gobierno que jamás existirá…, pero el caso es buscar, buscar y buscar…


A pesar de la desazón (la desesperación es cosa más seria...) que se apodera  de nosotros cuando no podemos dar con algún tesoro del pasado o esos documentos tan necesarios, el hecho de rebuscar tiene un punto la mar de interesante que, a la par que nos cabrea (con nosotros mismos, con nuestra pareja, madre -las peores-, padres e hijos), nos suele entresacar una sonrisa, bien por el abatimiento, bien por el triunfo que, al final de todo el periplo, es lo que cuenta.


Seguramente la mayor parte de las veces la búsqueda se transforma en juego (revolver más todavía nuestra vida es demasiado sugerente para resistirse) y nos sentimos como niños buceando entre amigos, juguetes, trastos y montones de lápices, algo de lo que se sirven muchos libros infantiles para llamar la atención de los pequeños, bien sea para proponer ejercicios de entretenimiento (y aprendizaje) como Otto el perro cartero, un "superventas" en el mundo anglosajón (me encantó toparme con él en mi último viaje a Londres) ideado por Tor Freeman y publicado en castellano y catalán por Blackie Little Books, o bien para recordarnos, como hace Olga de Dios en su Buscar (NubeOcho Ediciones), que muchas veces nos volvemos locos por dar con algo que siempre ha estado ahí…


Les advierto que hoy me he propuesto a mí mismo acabar con el caos que tengo sobre la mesa y clasificar convenientemente todos los apuntes, exámenes y ejercicios para, de una vez por todas, descansar todas las mañanas de tanto trajín innecesario.

viernes, 6 de marzo de 2015

Cuidados culinarios vegetarianos


Ilustración de portada: Felicita Sala.

Llevo un par de semanas dedicándole culto al cuerpo. En una palabra: cuidándome. Buenos paseos, algo de ejercicio, mucha hidratación, largas horas de sueño, tranquilidad, lectura, contemplación y, sobre todo, buenos alimentos, como fruta, legumbres y verduras. Coliflor, espinacas, manzana, pera, tomates, plátanos (de Canarias, por supuesto), patata, cardo, zanahoria, naranjas… y un sinfín de productos vegetales más que dan buena cuenta de nuestra amplia variedad hortícola y frutícola, la mejor del mundo ¡y olé!

La calabaza solloza
mientras le cuenta al tomate
su sueño de ser carroza.
¡Qué tremendo disparate!

La acelga se despereza:
“Esta hortaliza pesada,
con sus aires de grandeza,
aburre a la más pintada.

Predice la zanahoria
con un gesto lastimero:
“Tantos deseos de gloria
la llevarán al puchero”.

El espárrago se mofa,
se chufla la remolacha
y se ríe la alcachofa:
“¡¿Carroza con esa facha?!”

[…]

Carmen Gil.
Fragmento de El sueño de la calabaza.
En: El libro de las princesas.
Ilustraciones de Sonia Sanz.
2012. Madrid: Toromítico.


miércoles, 4 de marzo de 2015

Selección de libros monstruosos


Es una idea bastante común el pensar que los monstruos son seres horribles, quimeras espantosas de otro mundo que siempre aparecen en las situaciones menos agradables de la vida. Algo sobre lo que discrepo… Para un servidor los monstruos son mucho más que eso. Los monstruos son una extensión fantástica de nuestra imaginación, exploran nuestra naturaleza más íntima, recorren los caminos más absurdos, más oscuros de nuestra existencia, sus formas empiezan donde termina la humana. Son excesivos, increíbles y maravillosos.
A lo largo de la vida me he topado con muchos monstruos, unos elaborados  por mí mismo y otros de carne y hueso, unos propios y otros ajenos. Los hay paternos y maternos. Risueños, enfadados, juguetones, tristes, envidiosos, críticos, lectores acérrimos, quiméricos y hasta temibles. Abundan los de tez cetrina, atestados de púas y aliento sibilino, pero también hay monstruos hermosos, los menos, recubiertos de escamas irisadas, de movimientos elegantes, alados, silenciosos y leves, de esos que duermen a tus pies y se posan en el hombro como fieles compañeros. Algunos han seguido mis pasos con sigilo durante toda la vida, mientras que otros solo aparecen en momentos puntuales, cuando menos se les espera.
Quizá muchos de ustedes prefieran no toparse con ellos, pero lo cierto es que el aquí firmante gusta de cruzárselos todos los días… en el ascensor, tumbados sobre la hojarasca del otoño, mezclados entre la muchedumbre, en el mostrador de una biblioteca, pintando el tiempo de mil colores, o en los libros para niños que leo sin cesar…

 
de Dios, Olga. Monstruo Rosa. Apila Ediciones.



Keselman, Gabriela & Elizalde, Marcelo. Cuentos disparatados de monstruos. Editorial SM (otra edición en TimunMas)



Chartrand, Lili & Rogé. El horrible monstruo al que le encantaba leer. Editorial Silabario.



Martínez, Rocío. Gato Guille y los monstruos. Editorial Kalandraka.



 Herreros, Ana Cristina & Jesús Gabán. Libro de los monstruos españoles. Editorial Siruela.



Puño. El monstruo Malacresta. Editorial SM.



Roldán, Gustavo. Cómo reconocer un monstruo. Editorial Thule (otra edición en AZ Editora).



Machado, Ana María & Torcida, María Luisa. El domador de monstruos. Editorial SM.



Irani, Neil & Yun, Park. La niña y el monstruo. Editorial Juventud.



Roldán, Gustavo & Prestifilippo, Pablo. Para esconderse de un monstruo. Editorial Destino.



Gómez Cerdá, Alfredo. El monstruo y la bibliotecaria. Editorial Edelvives.



McKee, David. Tres monstruos. Ediciones Ekaré.



Vere, Ed. ¡A dormir monstruos! Editorial Juventud.



Donaldson, Julia & Scheffler, Axel. El Grúfalo. Ediciones Destino / McMillan (entre otras)



Cave, Kathryn & Riddel, Chris. Otra cosa. Editorial Elfos.



Llenas, Anna. El monstruo de los colores. Editorial Flamboyant.



Docherty, Thomas. El gran monstruo espantoso. Editorial Anaya.



Taylor, Sean & Sharratt, Nick. Cuando nace un monstruo. Editorial Juventud.



Shireen, Nadia. Lola y el monstruo. Editorial Kókinos.



Abbasian, Pooya. Mis amigos monstruosEditorial Kókinos.



del Mazo, Margarita & Pardi, Charlotte. Camuñas. OQO Editora.



Güettier, Kalle, Heimsdal, Rakel & Jónsdóttir, Aslaug. Monstruo pequeño dice ¡No! Editorial Sushi Books.



Dita Zipfel y Mateo Dineen. Monsta. Picarona.



Guillaume Duprat. Los monstruos también lloran. Zahorí de ideas. 



Zucker, Jhonny & Ross, Tony. Monstruos de intercambio. Editorial Anaya.



Alvarez, Blanca & González, Tesa. Un monstruo muy triste. Editorial SM.



d’Allancé, Mireille. ¡Vaya rabieta! Editorial Corimbo.



del Mazo, Margarita & Konstantinov, Vitali. ¡A mí no me comas! OQO Editora.



Bichonnier, Henriette & Pef. El monstruo peludo. Editorial Edelvives.



Vago, María & Cantone, Anna Laura. El monstruo del sueño. Editorial Laberinto.



Norac, Carl & Cneut, Carll. Monstruo, no me comas. Barbara Fiore Editora.



Balmes, Santi & Lyona. Yo mataré monstruos por ti. Editorial Principal de los Libros.



Mathis. Ruidos bajo la cama. Adriana Hidalgo - Pípala.



William Bee y Kate Hindley. El gran concurso de monstruos. Edelvives.



Barbara Jean Hicks y Alexis Deacon. ¡Ñec-ñec ris-ras! Juventud.



Ed Emberley. ¡Fuera de aquí, horrible monstruos verde! Juventud.



Bruno, Pep & Salaberria, Leire. Un monstruo. Alba Editorial.



José Luis Zárate y Bef. Monstruo bajo la cama solicita niño que asustar. Océano Travesía.



Enrique Benítez Bellón. Los monstruos de casa. Thule.



Escoffier, Michaël & Di Giacomo, Kris. A todos los monstruos les da miedo la oscuridad. Editorial Kókinos.



Keselman, Gabriela & Urberuaga, Emilio. Este monstruo me suena. Editorial La Galera.



Cooper, Helen. ¡Ha sido el pequeño monstruo! Editorial Juventud.



Dunbar, Joyce & Liao, Jimmy. El monstruo que se comió la oscuridad. Barbara Fiore Editora.



Schoene, Kerstin. Los monstruos no existen. Editorial Miau.



Montse Rubio y Severina Malaspina. Guía de monstruos, bestias y seres extraordinarios. Edelvives.



Guilherme Karsten. ¿Eres un monstruos? Edelvives.



Emma Yarlett. El banquete de los monstruos. Edelvives.



Jochen Till y Wiebke Rauers. Memento Monstrum. Edelvives.



Sendak, Maurice. Donde viven los monstruos. Editorial Kalandraka.