Que
la España actual se ha levantado a golpe de ladrillo es una realidad
impepinable (siempre me ha gustado esta expresión de maestra de escuela…). Durante
los diez años de burbuja inmobiliaria en la que albañiles se hinchaban a base
de vermús de treinta mil pesetas (se dice pronto y a sabiendas…) y muchos alicatadores
forraban sus automóviles de alta gama y otros vehículos rodados con billetes de
quinientos, he visto muchas atrocidades (sin obviar las anteriores… ¡Tela!).
Desde vender cajas de cerillas a precio de oro, hasta constatar como el precio
de un corral se revalorizaba a una cadencia de dos mil euros por día, hay
multitud de realidades que han hecho de
este país el cortijo de mangantes y mafiosos.
Orgullosos
de esos tabiques de papel que no nos dejan dormir a muchos, de los miles de
viviendas vacías situadas a lo largo de kilómetros de costa (y algún parque natural
que otro) y de la especulación de la que bancos y ayuntamientos se han servido
para llenar sus arcas, todos estos magnates han tocado fondo (seguramente con
alguna cuenta bancaria en Andorra a sus espaldas)…, ¡pero no se preocupen!, los
verán renacer de sus cenizas dentro de unos años cuando sea necesario crear
otra mentira para achuchar los ahorros de cuatro pobres y hacerse de oro sin
complejos ni vergüenza.
No
me voy a poner en plan mesiánico, ni arengaré a las masas para que, enardecidas
por la venganza ecologista y otros pensamientos sostenibles, se lancen a las
calles para guerrear por un mundo mejor (no me extraña que la llamada “okupación”
esté dando que hablar estos días), pero si haré apología de la protesta
económica (esa que deriva del ahorro), del voto monetario y del boicot, porque
no olvidemos que, a veces, pensar con el bolsillo es la mejor de las
democracias, porque no olvidemos que la especulación, no sólo está a favor de
todos esos tunantes del hormigón, la ferralla y la teja, sino que nosotros
mismos, como consumidores, podemos tomar cartas en el asunto y decidir sobre
nuestros costes y nuestras ganancias, una ley que todos conocemos.
En
cualquier caso, no está de más recordar el cataclismo que, a golpe de edificio
y grúa, ha hecho temblar nuestros cimientos socioeconómicos con un libro que
nos trae la editorial Libros del Zorro Rojo de la mano de Germano Zullo y Albertine
(esos de la poética y fantástica obra Los
pájaros) y que lleva por título El
rascacielos.
Lean,
es la mejor medida para construir un futuro mejor.