¡Feliz Día de las Librerías!
viernes, 29 de noviembre de 2013
miércoles, 27 de noviembre de 2013
Atrapados por la injusticia
Andando
en la tarde de ayer por las calles de esta consternada localidad (no es para
menos…) llamada Almadén, me topé de bruces con la Justicia... La pobre, , estaba
hecha unos zorros…
- ¡Nena,
cuánto tiempo! Te veo un poco acabada…
- Ay,
Román, ni que lo digas… estoy hasta el moño de tanta corruptela, jueces
marioneta y procedimientos infinitos… Esto es pa’ mear y no echar gota…
- ¿Qué
ha sido de esa toga de Armani que gastabas hace tiempo? Con lo pulcra que has
sido desde chica… ¡Te voy a cargar la romana de jabón de sosa porque a esas
trazas que me llevas, no hay derecho!
- ¡Ay,
qué despropósito, qué desatino…! Todos (Gallardón, Belloch o Aceves) me
prometieron y prometen un lavado de cara… Más juzgados donde asearme y
cambiarme de bragas (que llevo las mismas desde el levantamiento), darme a conocer
a todos los ciudadanos -no sólo a ricachones y poderosos… esos mucha guita pero
poca vergüenza, ¡ni que fuera la zorra de España!-… En fin: promesas que no
valen nada… Me siento decrépita, deleznable y cansada… No tengo ni para la pelu,
ni para la venda de los ojos…
- Ojiplático
me dejas… ¡Cuánta desazón! Pero ¿y los jueces?... Alguno te dará alguna
propinilla pa comprarte unos trapos…
- Ni
por asomo… Garzón, Bermúdez, Ruz, Grande-Marlaska sólo quieren protagonismo… ¡Me
tienen la mar de descuidada! Ponerse a tono con las cámaras, abrirse camino en
la política de los veinte duros, embadurnarse de gomina hasta el vello púbico,
echarse unas risitas en los cursos de verano, tirar la piedra, y esconder la
mano es su único sino… Ya sólo creo en esa señora que los tiene jodidos a todos,
bien cogidos por la entrepierna… Ayala se apellida… ¡Qué estilo! ¡Qué
templanza! ¡Qué poderío!... Al final acabará aburrida, ¡como si lo viera…!
- Mujer…,
algún abogado de oficio te invitará a gambas con gabardina…
- No
sueñes… ¡Ni que fuera Ally McBeal!
- ¡Odo!
No te compares con esa anoréxica… Con unos brochazos estarás aparente…
- Sí,
de rodillo… Ya nadie me quiere… ni los
de la Haya, ni los de Estrasburgo… ¡Sólo pongo palote a talibanes, parricidas, etarras,
violadores y pederastas! ¡Hasta dónde hemos llegado!
- Y
será verdad…
- ¡Na!
Qué iluso eres… To’ la vida aguantando hijoputas y, ¿¿ahora te enteras de que
estamos atados de pies y manos??...
- ¡Anda,
anda! ¡Con lo honrada, ética y equitativa que eres! ¿Cómo los juzgas así?
- Me
han exprimido, martilleado y vapuleado… No queda nada de mi esplendor pasado,
ese que brillaba cuando los griegos me insuflaron vida. Sólo telarañas que me
atrapan, como a las cometas en los árboles, impidiéndome volar sobre los
inocentes, sobre los culpables. Grilletes en los tobillos que nos atrapan en la
injusticia democrática, esa que desvirtúa a los ciudadanos y los hace esclavos
de sus propios castigos
Oliver Jeffers.
2013. Atrapados. México: Fondo de
Cultura Económica.
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lunes, 25 de noviembre de 2013
Vestirse para la ocasión
Yo,
un gran defensor de la libertad de atuendo, me vi envuelto hace unos meses en
cierto episodio desagradable que, definitivamente, me hizo sopesar la idea del “somos
lo que vestimos”. Por ello, he aquí mi oda a la ropa…
En
cierta ocasión y a consecuencia de una mordedura de avispa, acudí con mi padre,
alérgico y de manera urgente, campestre y harapienta, al centro de salud más cercano, donde uno de
esos médicos ¿altruistas? (al menos, en ese barro se rebozaba el susodicho…),
boicoteadores de la salud pública y con cara de cura, nos leyó la cartilla por
indocumentados y guarros, mientras a mi progenitor le entraban los sudores de
la muerte y la presión arterial disminuía a ritmos cadavéricos. Finalmente, con
un poco de mala hostia y un esfingomanómetro, el susodicho, cagado a la pata
abajo, se apiadó del pobre hortelano y todo quedó en susto (y enfado monumental).
La
indumentaria, espejo del alma contemporáneo, nos ofrece todo tipo de bisbiseos
y quebraderos de cabeza a tenor de la envidia de los compañeros de trabajo… ¿Saben
aquel que “diu” que llego una profesora con un abrigo de Armani® a la sala de necios
y conjuras para recoger unos libros y, a su salida, un corro de cacatúas
vestidas de Desigual® la tacharon de elitista y derrochadora? ¿Y este otro que habla
de un maestro de gimnasia que un día lavó el chándal, se colgó unos vaqueros y tres
quinceañeras casi se matan por sus huesos?...
Noto
con cierta frecuencia que soy más guapo con una camisa, un chaleco y un abrigo
de paño, que cuando visto vaqueros y sudadera… ¿Será que estas prendas afectan
a mi constitución mandibular, mi arco supraorbital o el color de mis ojos?
Hasta donde yo sé, sólo me he duchado y cambiado de ropa… ¿No decían que aunque
la mona se vista de seda, mona se queda? Pues estoy harto de constatar que
cuantas más putas se empapelan de señoras, más tontos se quedan sin un duro…
Está
claro que uno no se puede vestir con la ropa de su abuelo, luego llegan los
llantos y el crujir de dientes por fracasos estrepitosos en lides reproductoras.
¡Deje a un lado los tonos cenicientos y los tejidos tristones! ¡Dé color y
forma a sus curvas! ¡Explote su silueta! ¡Y a todo bicho viviente, arrime la
cebolleta!
En
fin, que si de calcetines, calzones, bragas, sujetadores, vestidos, trajes y
corbatas hay que hablar no puedo más que recomendarles La filarmónica se viste, con texto de Karla Kuskin e ilustraciones
de Marc Simont (Editorial Corimbo -siento las imágenes de la edición inglesa pero de la española pocas imágenes de calidad he encontrado), uno de los títulos que lucha por erigirse
el más curioso e informativo de la temporada, ya que aúna higiene, ropa,
información musical y humor en un vaivén de situaciones donde los casi ochenta
componentes de una filarmónica son los protagonistas.
viernes, 22 de noviembre de 2013
Encontrar el camino
Terminando
una semana que mal empezó gracias a las desafortunadas decisiones que la
universidad tiene para conmigo (es deplorable que el sistema educativo superior
de este país desangre y castigue a los estudiantes por el mero hecho de
enriquecerse para hacer frente a la insostenible gestión económica), me permito
el lujo de dedicarme unas rimas que me insuflen algo de fuerza para la lucha
que se me viene encima, esa que suena a estar en paz con uno mismo.
“Ese
es mi mal: soñar…”
Peregrino
que vas buscando en vano
un
camino mejor que tu camino,
¿cómo
quieres que yo te de la mano,
si
es mi signo tu signo, Peregrino?
Pasa
y olvida.
Rubén Darío.
En: Rubén Darío y los niños.
Selección de Teodoro de Vega.
Ilustraciones de José Ruiz
Navarro.
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Rubén Darío
miércoles, 20 de noviembre de 2013
Tejiendo las calles de color
Se
dice, se comenta, que España va saliendo de la recesión, algo que,
sinceramente, me extraña dada la descorazonadora tasa de paro que acarreamos
desde ya-ni-se-sabe, pero, en fin, si lo dicen los políticos, con no creerlos es
bastante… Se supone que lo que nos va achicando el agua de este consabido
hundimiento son las exportaciones, sobre todo las alimentarias y
automovilísticas, sectores punteros en nuestra nación (ya podrían crecer otros,
como son tecnológicos y textiles, más rentables y vistosos), algo que
agradecemos a países sin sol, huerta, ni ganado. Mientras tanto, el resto de la
economía se basa en el sector servicios, el consumo doméstico y el pequeño
comercio, uno que, a golpe de autónomo, ha crecido a base de desesperación.
Si
tuviera que señalar un tipo de comercio que esté floreciendo hasta en la
recóndita España, diría que el comercio artesano. Toda una suerte de
zapaterías, jabonerías, tiendas de costura, de lanas y ganchillos (¡increíble el poder de lo "hipster"!), pastelerías
artesanas, herreros, comercios de pequeños y exquisitos muebles, ceramistas,
restauradores y sombrererías, empiezan a poblar las esquinas de plazas, calles
escondidas y centros comerciales. Todos ellos, oficios de antaño que empiezan a
reinventarse y a valorarse de nuevo, aportan color y calidez humana a los
núcleos de pueblos y ciudades, y nos recuerdan que en el pasado también supimos
trabajar con nuestras manos y ganarnos el pan a diario.
Siempre
he afirmado que admiro a todo aquel que vive gracias a su tiempo, a sus
habilidades y, por encima de todo, gracias a su imaginación, la mayor de las
materias primas y una fuente de infinita inspiración. Piezas únicas, de calidad
y duraderas empiezan a desterrar, gracias al comercio electrónico, las agencias
de transporte y la confianza de los consumidores, a los productos de quita y
pon que multinacionales y otros entes de consumo masivo nos han metido por los
ojos.
Demos
oportunidades a la creatividad que empieza a pintar callejas y avenidas, una
hebra alegre e infinita que, como la tejida por Anabel
en Hilo sin fin (medalla
Caldecott y uno de los títulos imprescindibles para este año), con texto de Mac
Barnett, ilustraciones de Jon Klassen (para mí, el nuevo Leo Leonni) y
publicado por la editorial Juventud, cubra el tono grisáceo de este mundo y
aleccione a poderosos y ambiciosos que con crueles artimañas quieren apropiarse
de las bellas ideas de otros.
lunes, 18 de noviembre de 2013
Blog muerto por sentimientos encriptados
El
extraordinario entramado de las redes sociales, está cambiando el mundo de las
relaciones sociales, tanto, que este blog ya no tiene apenas comentarios. Desde
que abrí sendos espacios en Facebook© y Twitter© el número de seguidores ha ido
en crescendo pero mis relaciones con ellos han decaído estrepitosamente… Algo
por lo que estoy bastante enfadado…
Todos
quieren ser mis amigos… Editoriales, autores, ilustradores, maestros y
bibliotecarios se afanan por invitarme a sus respectivas páginas y enriquecerse
de esta labor altruista que hago por amor al arte, pero son incapaces de
comentar un libro, una entrada del blog, exponerme sus contrariedades o
polemizar sobre los temas aquí tratados. Señores, señoras: ¡Quiero movimiento!
¡Enriquecimiento mutuo!
Con
el “me gusta” y el “re-twitteo” lo solucionamos todo… Si vemos una ilustración
bonita, le damos al pulgar levantado y ya hemos cumplido, si nos mola lo que
dicen ciento cuarenta caracteres, los incluimos en el próximo “twit”... Y no
hay más que rascar… Sinceramente, me estoy planteando seriamente si abrirme una
cuenta en Pinterest©… ¡Y menos mal que no he de echar mano de tiendas on-line
como Etsy© o DaWanda©, porque no engañaría ni al Tato!
En
definitiva: sí, las redes sociales te dan visibilidad pero interacciones,
sentimientos y apreciaciones, pocas. Así pasa, que todo queda encriptado en los
gestos, algo que queda a la libre interpretación de los demás y que provoca
numerosos altercados amorosos, familiares y laborales.
Es
cierto que la comodidad está ganando a la intención y el diálogo, que tenemos
poco tiempo (algo paradójico porque un cuarto de España está parado), que prima
la inmediatez de las imágenes, y que
tenemos que controlar a los tres mil doscientos siete amigos que tenemos en
nuestro anuario on-line…, pero sean humanos y digan lo que sienten, lo que
piensan, lo que les aflige, lo que les hace sonreír, los que les aburre y lo
que les conmueve. Es imposible seguir siendo humanos dejando al albedrío de la tecnología
nuestras interacciones, esas que nos convirtieron en animales sociales desde
tiempos inmemoriales. Inténtenlo: déjense seducir por la palabra.
No
me obliguen a echar mano de El mundo es
tuyo, un bello diccionario iconográfico de sensaciones y sentimientos
elaborado por Riccardo Bozzi y Olimpia Zagnoli (editorial Juventud). Comenten mis estupideces, discrepen conmigo, y diviértanse, porque si no lo
hacen, tendré que echar el cierre, irme a los bares y apuntarme a terapia de
grupo, en definitiva, comprarme amigos, algo triste e innecesario.
viernes, 15 de noviembre de 2013
El otoño llama a la puerta...
Tan, tan.
¿Quién es?
El otoño otra vez
¿Qué quiere el otoño?
El frescor de tu sien.
No te lo quiero dar.
Yo te lo quiero quitar.
Tan, tan.
¿Quién es?
El otoño otra vez.
Federico García Lorca.
miércoles, 13 de noviembre de 2013
España: otro cuento putrefacto
En
época de abundancia unos se enriquecen a manos llenas y otros, como aves
carroñeras, se desviven por recoger los despojos, una suerte de limosna de la
que muchos pobres en este país han vivido durante años. Pesebreros,
chupópteros, llorones y lameculos, se han servido de planes de empleo,
subsidios, subvenciones, y toda índole de ayudas para subsistir a costa de que
otros se hagan de oro; es por ello que, sobre esta idea, afirmo que la mayor
parte de los ciudadanos de este país tenemos la culpa de una crisis económica
que nos retrotrae, tanto social, como monetariamente, a décadas pasadas.
Es
muy fácil embestir a Bárcenas, a los responsables de los ERE’s ilegales
andaluces, o a Urdangarín & Cía., cuando la verdadera responsabilidad de
todo este estercolero recae sobre cada uno de nosotros. Mirábamos hacia los
montones de ropa del imperio Inditex, se nos hacía la boca agua con mariscadas
y vermús de trescientos euros, aspirábamos a chalets de alto “standing” en la
Costa Dorada y pedíamos préstamos desorbitados para amueblar casas y adquirir
coches de alta gama, en vez de prestar atención a los que se forraban las
chaquetas de billetes, no vigilábamos nuestros impuestos, ni nos preocupaba nuestro
futuro, mientras las apetencias y caprichos del hoy quedasen más que cubiertos.
Y hoy nos lamentamos con amargura de nuestras colas del INEM, de la suerte de
nuestros hijos, del capital humano que emigra, de nuestro nefasto sistema
educativo, de las becas Erasmus, de la sanidad y los sanitarios, de las bajadas
de sueldos y de la estructura del Estado.
Eximiéndonos
de toda responsabilidad y como viene siendo una tradición en este país, echamos
la culpa a otros, llámense ministros de educación, de sanidad, de empleo, o de
fomento que, a golpe de urna y beneplácito social han sido ensalzados como nuevos saprófitos del
tesoro público.
Más
nos valdría administrar correctamente nuestros ahorros, tener cautela a la hora
de desenfundar la cartera, vivir con humildad y sacrificio, y abonar el
presente para los años futuros, en vez de lamentarnos de tanta ave de rapiña
que, no sólo sobrevuela nuestras cabezas, sino que se sientan a comer en
nuestras mesas y que, como bien dice Pepín Bello en Un cuento putrefacto (publicado por Sd Ediciones y con
ilustraciones de Manuel Flores) se acostumbran a comer vaca en vez de burro,
dicotomía de manjares que nos hacen meditar sobre quiénes son los buitres,
¿nosotros o ellos?
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lunes, 11 de noviembre de 2013
Maldita televisión...
Demasiada
polémica hay en torno a la cuestión televisiva, esa que genera cierto empleo
pero arrastra muchos gastos, todo ella al servicio de un poder basado en los
medios de comunicación de masas.
El
cinismo de los políticos, como los aviones, llega a límites estratosféricos, un
lugar de altos vuelos que, basado en la ignorancia de la gente, limpia, brilla
y da esplendor a cualquier cerebro humano que se preste a ver la tele durante
unas cuantas horas al día. Desde los inicios, la televisión, esa reina de la
imagen hoy día dirigida a paquidermos de manta y sofá (la radio y el periódico
son entretenimientos más neuronales), ha sido utilizada por magnates de todo
tipo y condición, para vendernos sus productos, llámense estos detergentes,
turrones (este año no se va a hacer tarde…), planes de pensiones o propaganda
electoral -para lo que mayoritariamente ha quedado-.
Desde
cualquier programa de entretenimiento, pasando por los telediarios, o incluso
el tiempo de cualquier cadena televisiva pública (manda huevos), nos embuchan
cuñas publicitarias, salves y consignas de este o aquel partido político, y son
capaces de aburrir al más analfabeto del lugar, una realidad que dice poco a
favor de los profesionales de este sector, unos trabajadores que, como putas
por rastrojo, se dedican a vender sus servicios al mejor postor, o en su
defecto, al cacique/político de turno que amenaza con EREs, despidos y
desmantelamientos a diestro y siniestro (aunque bien pensado, ¿en qué lugar de
la Administración se destierra toda inclinación partidista?).
Si
por mi fuese, cerraría TODAS las televisiones públicas españolas, bien sean
locales, autonómicas o nacionales, todas ellas meros púlpitos y escenarios de
este o aquel partido que denigran nuestra inteligencia y más que informar,
cansan y envilecen.
Por
ello aplaudo a todo aquel ciudadano que, sensible a lo que nos acontece, apaga
la caja tonta y abre un libro, que en este caso bien podría ser S.O.S. Televisión de Germano Zullo y Albertine
(autores de Los pájaros) que, de la
mano de la editorial Ekaré, nos acercan al mundo de la imagen y el sonido, a
su omnipresencia y a cómo hacerle frente a su ausencia, con una pizca de humor y otra de crítica.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Abrazos sencillos
Si
algo debemos tener claro en esta vida es que nosotros somos lo único que
contamos para nosotros mismos… ¿o no? Llámenme egoísta o lo que les apetezca,
pero lo que caracteriza a esta estirpe de mortales, es la supervivencia…, y sin
egoísmo, no hay vida que resista este mundo cruel.
Tampoco
hay que llevar las cosas al extremo, volverse huraño y dejar a un lado a los
demás. No. Unos tenemos familia, otros tienen hijos y los de más allá tienen un
perro, ofertas de cariño variadas, constantes (más o menos) y plausibles que
nos hacen sentirnos queridos y, sobre todo, juntos (a veces, incluso revueltos).
Otra
cosa son las sensaciones, esas que nos desconciertan y nos llevan a los más
oscuros abismos, a los precipicios más abruptos. Realidades que confunden a cualquiera.
Riñas, discusiones, separaciones, entierros, bodas, nacimientos y comidas de
trabajo, se suceden en un continuo vaivén que nos hace dudar de nosotros
mismos. Palabras, hechos y pensamientos se amalgaman y generan un desconcierto
que, a muchos (pobres…), les repercute enormemente y dejan de vivir por el mero
hecho de no saber quiénes son, un interrogante metafísico que lleva de cabeza a
la humanidad desde tiempos inmemoriales.
Aparcando
tanto lío, es más recomendable no pensar tanto y dejarse querer (una de mis
abuelas ha alcanzado los ochenta y cinco con este lema por bandera… una razón
de peso…), que es lo único liviano que podemos llevarnos al crematorio (porque
yo pienso incinerarme en pro del espacio en los cementerios… no sé ustedes…).
Están
en lo cierto al dudar sobre la conveniencia de generalizar a la hora de hablar
de uno mismo, una actividad que repetimos con frecuencia en nuestra realidad
social, pero no deja de ser una salida barata (si no, ya saben: hay mucho
psicólogo en paro).
Y
si no les he aclarado nada al respecto, siempre pueden echar mano de El abrazo, el álbum ilustrado que el
superventas David Grossman y la ilustradora Michal Rovener (Editorial Sexto
Piso) han engendrado a tenor de estos miedos, e intentar ordenar sus ideas, unas
que, a fin de cuentas, son propias e intransferibles, y que no dejan de ser el sencillo
abrazo que alimenta nuestra existencia.
lunes, 4 de noviembre de 2013
Amansar a las fieras
De
amansar a las fieras, algo sé. Si no me creen, les invito a una de mis clases
al grupo del segundo curso de E.S.O., ¡toda una delicia!... Que si siéntate
bien, que sí deja de chinchar al compañero, que si veo una tiza volando, que si
otra de regreso, que si Fulano me insulta, que si Zutano pone los pies en mi
silla, que si me levanto a tirar un papel, que si la pizarra me refleja… Todo
eso a la vez y un servidor el encargado de administrarlo. Sólo espero no morir
en el intento de hacerles aprender el verbo “to be”…
Esconder
el lado más salvaje que todos acarreamos dentro de nosotros mismos es una dura
tarea que para muchos resulta cuesta arriba (yo incluido). Constatada una
naturaleza animal sin precedentes, el hombre ostenta la medalla de oro en
cuanto a salvajismo se refiere, un hecho probado a raíz del belicismo, la pornografía,
la competencia laboral, y el constante destrozo de todo lo que nos rodea. Para
paliar este caos y con bastante inteligencia, griegos y romanos -los artífices
de toda cosa bien pensada- crearon la institución educativa, esa que fabrica
ciudadanos, y que, con el paso de los siglos, ha ido adaptándose al cambiar de
los tiempos y sus necesidades.
A
pesar de encargarle ese cometido a la Escuela, la televisión nos ha provisto de
programas como “Hermano Mayor” o “Super
Nani” que se encargan de dar buena cuenta del grado de mala educación que, dada
la relajación paternal y social, ostenta la juventud de un occidente cada vez
más herido. Sólo espero que a estos gurús del constructivismo no les lluevan
las hostias de tanto nene desagradecido (o de sus abuelas encabritadas), algo
que me extraña sabiendo que los más exitosos en este cometido de inculcar
buenas prácticas y normas de comportamiento son madres monjiles, asistentes
sociales pusilánimes o maestrillos complacientes, lobos con piel de cordero que
saben cómo hacernos caer en sus redes, y a los que junto a niñas rubias, de
mejillas sonrosadas y cara de inocentes como Zeralda, la protagonista que el
afamado Tomi Ungerer se sacó de esa chistera para reprimir las incivilizadas
costumbres de una caterva de ogros, siempre se salen con la suya a la hora de
mangonear a los demás.
Y
si no encuentra la forma de llevarlos a su terreno, lléveselos de excursión.
Siempre hay alguna ocasión para que encuentren el amor y, de paso, convertirse
en tiernos cachorritos…
UNGERER,
Tomi. 2013. El ogro de Zeralda.
Caracas: Ekaré.
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