Tras esta conversación con Vicente Ferrer en la que el editor definió a muchos de los
libros dirigidos a los niños de hoy día como “historietas”, el
aquí firmante empezó a darle a la neurona... Historieta, comedia de
situación, sketch... ¿Y si muchos de los álbumes ilustrados
tuvieran estructura de sketch cómico...? Es posible, Román, así que toca
profundizar un poco más...
Se conoce como sketch a
una escena, por lo general humorística, de poca duración que tiene
su origen en los bodeviles y cabarets. Posteriormente, este número
de las artes escénicas pasó a otros formatos como el radiofónico o
el mundo de la historieta gráfica, generalmente a las tiras creadas
para la prensa diaria y dominicales, y amplió su influencia a otros
medios como el televisivo o el cinematográfico.
Es así como los sketches
han llegado hasta nuestros días y se han generalizado en la escena
cultural, algo que no me extraña teniendo en cuenta que si algo
tiene el sketch que lo diferencia del resto de formatos es su corta
duración, una que lo hace idóneo para una época donde la escasez
de tiempo nos limita en la mayor parte de los ámbitos de la vida. En
unos segundos, en unos minutos de duración, el sketch es capaz de
enredarnos en sus redes y hacernos meditar tanto o más que un
largometraje sesudo o una novela de tropecientas páginas. Quizá esta característica se podría asemejar a de la fábula o la parábola, pero no con su contenido, ya que estas siempre presentan un fin didáctico o moralizante, algo que no sucede en estas historietas.
También hemos de tener
en cuenta que, bien a través del sonido, de las imágenes o de la
teatralidad, el sketch nos lanza un mensaje que puede tener distintos
grados de complejidad -por su elaboración o por el tipo de mensaje
que se lance al espectador, al consumidor- que es captado
rápidamente. Esto quiere decir que la calidad del discurso no es
directamente proporcional a la duración del producto, sino que su
creación requiere de una herramientas precisas, de unas destrezas
que permitan un alcance aceptable entre el público.
Por último y para
resaltar un punto común en los llamados sketches me gustaría
detenerme en la parodia, un recurso de estilo utilizado en casi todos
los ámbitos artísticos que consiste en la imitación burlesca de un
personaje o hecho y que se suele embeber de lo irónico, el doble
sentido y lo exagerado para desarrollar un discurso crítico.
Humorística o no, la parodia es transgresora y se mueve en los
límites de lo bizarro (en su acepción castellana de “valentía”).
Si nos fijamos bien en
estas tres características: economía temporal y/o de recursos,
discurso elaborado y parodia, podemos hacer un símil con el mundo
del libro-álbum, un formato, un género que, aparentemente (no
quiero profundizar en las paradojas de lo mucho y lo poco en los
lenguajes verbales y no verbales) tiene un contenido limitado pero
que en muchas ocasiones puede albergar planos discursivos muy
complejos y paródicos, algo que llama profundamente la atención en
muchos lectores que se topan por primera vez con este tipo de libros
y piensan “¿Cómo es posible que en tan sólo 32 páginas se
puedan condensar tantas cosas y que nos formulen tantas preguntas?”
No sé a ustedes pero a
mí me sucede lo mismo con un buen álbum ilustrado que con un chiste
de Gila, Chiquito o Eugenio, con un número de Les Luthiers, o una
tira cómica de Mafalda, Peanuts o Calvin y Hobbes. Sin ir más lejos
les invito a que se sumerjan en los tres libros que me han hecho pesar
sobre la estructura del sketch en el álbum ilustrado contemporáneo
(con sus salvedades, por supuesto) y a los que pertenecen las
imágenes que acompañan este post...
Por un lado les
recomiendo El chaleco del ratoncito de Yoshio Nakae y Noriko
Ueno (editorial Lata de Sal), un pequeño y divertido álbum que nos habla del
mundo plural tomando como hilo conductor un chaleco; Cerdo Cerdo un álbum del siempre inspirador Juan Arjona y la ilustradora Cristina Spanò (editorial A Buen Paso) que intenta la búsqueda del yo desde una posición cotidiana donde la disyunción y lo irónico tienen un peso importante; y el Malo
de Lorenz Pauliy Kathrin Schärer (editorial TakaTuka) una fábula
moderna donde la repetitividad y el giro a lo inesperado abogan por
aleccionar a los malintencionados.