miércoles, 31 de enero de 2024

Acabar y empezar


Parecía que enero no iba a terminar nunca, pero mira por donde le decimos adiós. Es lo que tiene el calendario, que van cayendo las hojas y no vuelven a brotar. Una suerte de árbol que siempre mira hacia delante y nunca hacia atrás. Cosas del tiempo, esa paradoja.
Los años, los días, las horas son como cada uno se las toma. Los hay que se instalan en el pasado, alimentados por la nostalgia, cebados por lo que han dejado. Otros viven el presente, el aquí y el ahora, como si el ayer y el mañana se hubieran esfumado. Los terceros echan mano de agenda y viajan al futuro con sus metas y deseos. ¿Quiénes son los más acertados?


A pesar de encontrarme en el último grupo, siempre he creído que los segundos afrontan el tiempo con más cautela, con cierto sosiego. Caminan plácidamente sobre sus ocupaciones, no ven frustrados sus planes ni sueños y se alejan de recuerdos, traumas y miedos enquistados.
Que las manecillas del reloj son muy traicioneras porque puedes caer en la conmiseración, el victimismo, la decepción o el desencanto muy fácilmente. Cada uno somos lo que vivimos y si te desligas del momento, bien por exceso, bien por defecto, los minutos corren y no los recuperas.


Que no se te vaya el santo al cielo pensando en los recreos solitarios, los cumpleaños tristes, las discusiones fraternales o los besos no correspondidos. Tampoco pretendas ganar el Nobel, tener una familia perfecta o dar la vuelta al mundo. Disfruta de esta pequeña reseña y tiempo al tiempo.


Fíjate en mí, acabo de leer El tiempo es una flor, un álbum de la canadiense Julie Morstad publicado por la editorial Juventud, y no he podido ni esperar un minuto para reseñarlo, pues se interna en ese concepto del tiempo desde un prisma enriquecedor y muy poético. Otra visión distinta a la mía que seguro te endulza el instante.


La vida de una flor, la transformación que sufre una montaña, una puesta de sol, cómo cambian nuestras facciones conforme crecemos o los álbumes de fotos simbolizan el devenir del tiempo desde diferentes perspectivas que pueden servir para ilustrar a pequeños y grandes lectores.


En él, la autora, haciendo gala de una mirada tan elegante como sutil, despliega un amplio abanico de recursos narrativos para explicarnos las múltiples facetas del tiempo, tan subjetivas, como inspiradoras. Movimientos seriados (la ilustración de la tapa y la contratapa es deliciosa), viñetas secuenciales, el reflejo cambiante sobre las gafas de sol o las luces y sombras que se producen en el interior de nuestros hogares son ideales para abordar un tema que a muchos les resulta peliagudo.
Mañana empieza febrero, el mes que menos me gusta del año. Lo tomare con calma. Sin pensar en lo que fue. Tampoco en lo que será. Tan solo en dejarme llevar.

martes, 30 de enero de 2024

Cosas de críos


Mis sobrinos no paran. Son de esos críos que se pasan el día enredando. Si tienen que sacar doscientas tontunas de los cajones y darnos la murga durante toda la tarde con ellos, ni se lo piensan. Si tienen que estar dos horas jugando al escondite utilizando sus propias reglas (que incluyen que un servidor amague siempre), más madera. Y si se empeñan en que lo más divertido de este mundo es coger un palomo al vuelo, prepárate.
Cuatro, tres, cinco, seis años. Es normal que los críos se entreguen por completo a sus actividades que, generalmente son jugar, comer y dormir. Lo raro es que no fuesen así, cosa que también ocurre en estas sociedades del bienestar en las que la tecnología lo llena todo y los omnipresentes fuegos artificiales llenan cualquier parcela de esa vida que debe ser una fiesta.


Cuando yo era crío no había ni móviles ni videoconsolas y si nos poníamos cansinos, mis padres ya se encargaban de darnos una patada en el culo y decirnos que nos buscáramos la vida con cualquiera para entretenernos y desarrollar todo tipo de habilidades. Antes era otra cosa. Ni asertiva ni emocionalmente responsable, pero quizá más inesperada y divertida.
Es por eso que me gustan tanto los libros de hoy, que sin dobleces ni buenas intenciones nos desvelan el lado más canalla de los críos a base de momentos cotidianos. Les cuento: Club Editor, en su colección La amiga imaginaria, nos acaba de regalar la publicación de cuatro libritos de Claude Ponti. La pesadilla, Las máscaras, El bebé bombón y La ventana son los cuatro títulos de la serie dedicada a Trombolina y Mucholío, dos polluelos muy ingeniosos que tienen salidas, humor y diversión para rato.


Una pesadilla que no consigue hacerse con los sueños de los pipiolos, un bombón con patas que acaba en el gaznate de uno de ellos, un par de máscaras que asustan a cualquiera y una ventana capaz de hacerles ver el mundo, son las cuatro líneas argumentales que articulan unos libros con apenas dieciséis páginas, pero con mucha enjundia.
Personajes muy alocados (la hormiga de voz gruesa me parece una fantasía sin parangón... ¡Solo falta el gallifante!), juegos visuales (sombras que se vuelven reales, alusiones literarias (¿ven ese pollito calzando botas de siete leguas?), enumeraciones que parecen retahílas u objetos inanimados que cobran vida (ventanas que vuelan, máscaras que gesticulan) son algunos de los recursos que el mago Ponti trabaja en unos libros con elegantes detalles peritextuales (código de barras incluido).


Y la cosa no queda ahí. El autor estudia los gestos, posturas y salidas de tono de los niños para trasladarlos a unos personajes que devuelven a los lectores un reflejo en el que reconocerse e identificarse, una serie de acciones que se someten a la repetitividad y facilitan la interacción con el lector (niños cabizbajos, silenciosos, asustados o dormilones).
También hay sorpresas mágicas, surrealistas e inconexas que participan de ese mundo fantástico del autor francés y nos invitar a sumergirnos en lo onírico desde lo mundano. Darle forma a unas máscaras con materiales reciclados, conseguir un dulce a toda costa y dormir a pierna suelta son momentos en los que todos podemos vernos reflejados.


Y el formato… delicioso. Directamente proporcionales a las manos que los van a sostener (recuerden el empeño de Beatrix Potter por las dimensiones de sus libros) es la guinda que culmina este pastel dedicado a toda la familia para leerlos solos o en compañía. 

viernes, 26 de enero de 2024

Caer rendido


Viernes. Si no te hallas destruido, levanta la mano. Todavía seguimos en enero y el desnivel sigue aumentando. No hay quien lo enderece. Ni el ascenso al Kilimanjaro cuesta tanto. Y con estos calores, acabaremos sudando. La mejor idea siempre parte de uno mismo: vermú fresquito, un poco de queso, lectura ligera y al catre. Y si cerramos los ojos y suena una nana, la noche pasa a ser delicia. Una delicia adormecedora. Como la que hoy os traigo. Dulce y tranquila. Con palabras serenas que arropa la luna.


[…]

Cara preciosa,
son tus mejillas alas
de mariposa.

Ya cierras los ojitos,
y en la ventana,
hace guiños la Luna,
mientras te llama.

Y es que la Luna
quiere hacer su palacio
junto a tu cuna.

[…]

María José Alés.
En: A la Nana Nanita.
Ilustraciones de María Rico.
2023. Ibi: Degomagom.


jueves, 25 de enero de 2024

De viajes y peligros


Si bien es verdad que yo siempre he sido muy aventurero, últimamente me cuesta más hacer y deshacer maletas, sufrir cualquier tipo de medio de transporte, o esperar, esperar y esperar en estaciones y aeropuertos. Es lo que tiene ser William Fogg, pero a lo pobre.
Y ni aun así, porque hasta que el teletransporte sea una realidad, incluso los multimillonarios deben permanecer sentados en sus asientos horas y horas para cruzar el Pacífico, permanecer con los ojos como platos por culpa del jet lag o vomitar hasta la primera papilla por culpa de las turbulencias o el oleaje. A veces, el dinero no lo soluciona todo.


No obstante, desconectar y conocer otros espacios nunca viene mal, sobre todo si no caes en manos de las mafias del narcotráfico, pierdes el pasaporte o regresas con algún parásito tropical en la chepa. Que viajar también puede ser bastante peligroso, incluso en nuestros días de occidentales confiados por ese bienestar global que tanto nos venden desde los poderes fácticos.
Sé de más de una pareja que se ha ido a la selva a celebrar su boda de miel y han vuelto deshidratados por culpa de algún protozoo intestinal, aterrorizados con las redes de pederastia, la trata de blancas o la posesión de armas. No piensen que fuera es todo paradisiaco ni idealicen lo desconocido, pues más vale Benidorm conocido que la Kenia más bucólica.


Y hablando de riesgos viajeros, Blackie Books acaba de publicar en España Un viaje peligroso de Tove Jansson. Si bien es cierto que todo lo más conocido de los Mumin, esa familia de troles blancos con cierto parecido a los hipopótamos, está recogido en una extensa colección de novelas, la artista finlandesa también se internó en el formato álbum con cinco historias breves, las tres primeras ilustradas por ella misma (ya saben que era una mujer muy polifacética… de casta le viene al galgo).


La de hoy, publicada por vez primera en 1977, nos cuenta la historia de Susanna, una niña asentada en el aburrimiento que, tras perder las suyas, encuentra unas gafas mágicas. Al ponérselas todo cambia y descubre que su gato es una bestia parda o que su bosque favorito es un pantano siniestro. Todo se ha tornado lúgubre y hostil. En ese mundo donde las erupciones volcánicas y las inclemencias meteorológicas marcan el rumbo de un viaje al lado de cinco amigos que le ayudarán a volver a casa.


Con una edición muy cuidada, esta historia rimada merece una lectura tranquila en la que poder disfrutar de las aguadas que Jansson realizó de ese universo tan particular donde prados tranquilos, ciénagas y montañas se alternan. La autora recoge estampas de una niñez en plena naturaleza sobre las que transcurre una acción trepidante que recuerda al viaje de Alicia por el país de las maravillas, aunque esta vez, se ubique más al norte.

miércoles, 24 de enero de 2024

Pasión por los saurios


Siempre me ha dejado alucinado el hecho de que muchos de mis alumnos sean incapaces de aprender la tabla de multiplicar, confundan la b con la v, o no sepan dónde está Badajoz, pero sin embargo lo sepan todo sobre el Triceratops horridus o el Tyrannosaurus rex.
Su tamaño, su dieta, características corporales, su área de distribución, la época a la que se adscriben y otro montón de curiosidades. No se les pasa ni un detalle, de los que yo, como profesor de biología, no tengo ni idea. Resulta sorprendente que puedan almacenar una cantidad de datos inimaginable sobre estos seres extintos. Pero ¿de dónde viene esa pasión por los grandes saurios? ¿A qué se debe que los niños estén tan interesados en estos animales arcaicos?


Muchos niños tienen lo que los especialistas llaman intereses intensos. Generalmente es un interés desmedido, casi obsesivo, por temas u objetos que combinan curiosidad y pasión, como los vehículos a motor o los dinosaurios. Una combinación entre curiosidad, pasión y avaricia, que suele ocurrir a edades tempranas y mucho más en el género masculino (¿Se podría ligar esto a la preferencia de los hombres por la literatura de no ficción?).
Tanto es así, que los padres identifican este tipo de comportamientos rápidamente porque los nenes preguntan, se informan y abren la boca cada vez que se topan con el fetiche. Se comportan como cazadores y solo basta que aparezca su presa para acudir raudos y veloces.
Y lo mejor de todo es que no es un caso aislado. Se calcula que un tercio de los niños entre 11 meses y 6 años presenta este tipo de comportamiento. Se cree que tiene relación con el conocimiento del mundo que les rodea, un hecho cognitivo que se acelera al tiempo que explora la delgada línea que separa la realidad de la fantasía.
¿Esto es malo? Estudios recientes indican que no, que este tipo de intereses ayuda a desarrollar otras cualidades dentro del lenguaje, habilidades complejas sobre el procesamiento de la información, la atención o la concentración. Lo peor de todo es que solo un 20% de los chavales que presentan este interés, lo mantiene a lo largo del tiempo por diferentes motivos (una pena…).


Y para todos esos niños que se pirran por los grandes reptiles, hoy les traigo a Soñar con dinosaurios, un libro de Allan Ahlberg y André Amstutz que se ha publicado esta temporada. Recuperado de los anaqueles por la editorial Kalandraka, esta primera secuela de ¡Que risa de huesos! (recuerden que esta serie tiene un montón de títulos) se adentra en el universo de los sueños.
Los protagonistas se van a la cama y se ponen a dormir y, entre edredón y almohada, se encuentran soñando con los esqueletos de unos cuantos dinosaurios con las más estrambóticas aficiones. Pero todo se pone patas arriba por el choque de unos sueños muy reales y terminan huyendo de un dinosaurio muy especial.


Juegos verbales, rimas, canciones, e incluso un puzzle, se entremezclan en una historia colorista con mucho humor blanco sobre fondo negro donde Diplodocus e ictiosaurios van pululando por los sueños universales de nuestros protagonistas.  El que mejor parado sale es el esqueleto perruno, ¿adivinan por qué?

martes, 23 de enero de 2024

¿Quién dijo frío?


Bueno, señores ¡pues hasta aquí ha llegado el invierno! Si creían que íbamos a sufrir tres meses de frío, se equivocaban pues ya ha llegado la primavera y amenaza con quedarse, como mínimo una semana. Todo un despropósito si tenemos en cuenta que estamos a 23 de enero.
¿Y qué significa eso? Pues que a menos que las células polares se pongan las pilas, este año va a ser un completo desastre en nuestras latitudes. No quiero aguarles la fiesta (que ojalá), pero mientras ustedes se frotan las manos y empiezan a tomar el solecito, les comunico que en pocos días los almendros estarán en flor y las heladas tardías acabarán con la cosecha en un par de semanas. Las cuatro gotas que han caído los días pasados regresarán raudas y veloces a la atmósfera. Los bichos proliferarán en menos que canta un gallo y diezmarán las cosechas antes que la sequía. Y para terminar de rematar la faena, muchos frutales se irán al garete por no haber desarrollado su sistema radicular durante el invierno.


Ya sé que muchos de ustedes están encantados con prescindir del abrigo y empezar a planear unas vacaciones tempranas, pero deben empezar a pensar en lo que se nos viene encima sin nieve, agua ni frío, tres fenómenos que probablemente escaseen más de la cuenta este año gracias al Niño (y no me refiero al de la lotería).


Además, si lo piensan, las temperaturas bajas nos dejan el cutis como la piel de un tambor, nos despeja la mente, quemamos calorías mucho más rápido (esto quiere decir que podrán lucir el biquini antes), reduce los procesos inflamatorios y mejora el sueño. Por mucho miedo que le tengan a la bajada del mercurio, todo son beneficios. Y si no, que se lo digan a Tina Superfriolera, la protagonista de un álbum de Lani Yamamoto y Nórdica Libros que se me olvidó reseñar hace unos cuantos inviernos y que hoy recupero como defensa de esta estación que tanto me gusta.


En este libro minimalista de tapas enteladas se guarda la historia de Tina, una niña que siempre tiene frío, es incapaz de comer helados, nunca viste falda y no quiere tocar los metales. En verano no va a la piscina y durante el invierno nunca sale de casa, ya que se pasa el día bajo un edredón de plumas de ganso. Chimenea, libros y chocolate caliente son sus mejores aliados mientras se inventa cosas con las que pasar el rato o pasar menos frío. Pero un día, cuando la nevada arrecia, un soplo de viento mete a otros dos niños en su casa que le cambiarán la temperatura.


Con este argumento tan sencillo, la autora islandesa crea una fábula moderna sobre la soledad infantil que en cierto modo recuerda a cuentos como La reina de las nieves de Andersen desde una perspectiva muy actual en la que se entremezclan el realismo y ciertos elementos mágicos. Combinando elementos aislados en ese espacio monocromo que es la página, y diferentes escenas llenas de calidez, Yamamoto capta la dualidad frío-calor sobre la que se construye.


Elementos no ficcionales en forma de instrucciones seriadas (receta de chocolate y clases de crochet incluidas), artilugios simpáticos, una paleta de color bastante limitada, esa ventana omnipresente y un tono sosegado y cariñoso, hacen de este álbum una delicia invernal para entrar en calor y disfrutar del sabor de los copos de nieve.

sábado, 20 de enero de 2024

Nombres especiales


Fuensanta, Aurelio, Octavio, Eutiquia, Bienvenida, Desamparados, Cipriano, Procopia o Román son nombres en desuso (solo 344 personas estamos registradas en España con mi nombre). Nombres que, a pesar de contar con una larga tradición en nuestra lengua, cuesta oír en la vida cotidiana actual. Desbancados por nombres anglosajones u otros más cortos o modernos, están cayendo en el olvido por ser largos, potentes, sonoros o tener demasiado significado.
Conozco a más de uno que se ha cambiado el nombre. Acomplejados por las burlas infantiles, preguntas curiosas y males menores, han decidido atajar el problema acudiendo al registro civil. No es mi caso, pues siempre he convenido que de algún modo toca llamarse y me siento muy bien vestido con esa palabra que me asignó mi padre al nacer.


Si bien es cierto que quienes los ostentamos, también los sufrimos, creo que también nos hacen especiales, pues no necesitamos apodos ni motes. Seguimos siendo nosotros mismos aunque de vez en cuando nos los acorten. Todo el mundo nos reconoce y no hacen falta ni apellidos ni presentaciones. Y si no que se lo digan a los habitantes de Huerta del Rey, un pueblo de Burgos con los nombres más extraños del mundo en el que el cartero nunca se confunde de persona
Me encantaría que mi nombre siguiera perpetuándose, pero a falta de ganas, ya estoy yo aquí haciendo lo posible para que no caiga en el olvido (al menos dentro de nuestras fronteras, pues el mío es un nombre muy común en Francia, Centroeuropa, Rusia y las repúblicas exsoviéticas).


Precisamente de este fenómeno nos habla Crisantemo, el álbum de Kevin Henkes que acaba de recuperar para el mercado español la editorial EntreDos. Este librito archiconocido en el mundo anglosajón nos cuenta la historia de una ratoncita tan encantadora, que sus padres deciden propinarle un nombre igualmente encantador: Crisantemo. Ella se siente tremendamente orgullosa de su nombre. De leerlo en las cartas, los regalos navideños y la tarta de cumpleaños. Pero todo cambia cuando empieza el colegio y los compañeros se burlan de su origen floral y lo largo que es.


Con un detalle tan sencillo, el autor norteamericano desarrolla una fábula coral muy interesante sobre el amor propio y el acoso escolar en la que se entremezclan muchos puntos de vista. Niños, padres y maestros se ven envueltos en montones de emociones y pensamientos. Protección, dramatismo, optimismo, vergüenza, superación o ejemplo. Un sinfín de facetas sobre un tema por todos conocido e incluso sufrido.


Sobre los elementos técnicos hablar de un libro que, sin pretensiones y a pesar de los años (más de treinta velas en la tarta), utiliza recursos narrativos del cómic y detalles muy finos (¿Ven ese nombre que se sale de la viñeta? ¿Se han fijado en los títulos de los libros que lee el padre? ¿Las alusiones a Picasso? ¿El vestido de la profesora de música?). Colorista y muy humano, auguro que se van a hinchar de leerlo y regalarlo a niños con nombres especiales.

viernes, 19 de enero de 2024

Días de mercado


El fin de semana se cierne sobre nosotros y, a los que trabajamos de lunes a viernes, nos viene de perlas para hacer nuestras tareas domésticas. Limpiar, lavar, planchar o cocinar ocupan nuestro tiempo estos días. ¡Ups! ¡Se me olvidaba que también hay que comprar! Comida sobre todo. Acercarse al súper o al mercado de abastos y avituallarse de fruta, verdura, carne y pescado frescos. Algo de pan, unos encurtidos y un buen trozo de queso manchego. 
Lo mejor es hacerse una lista para que no se te olvide nada, porque con tanto trajín, al final te pasa como a Memorina, la protagonista de esta historia rimada que bebe de la vida de barrio. Sí, esa en la que los vecinos te piden favores, los niños se dedican a hacer recados y el simple hecho de acercarse a comprar puede resultar toda una aventura ¡o un tremendo lío! 


¿Te acordarás, Memorina?

-No te preocupes, abuela,
ya está todo en mi cabeza
y allí nada se me olvida.

Por el camino al mercado,
va cantando una canción
que ella misma se ha inventado:
Necesitamos tomates,
dos zanahorias y un nabo,
una docena de huevos,
y un buen manojo de rábanos.
Medio pollo, tres pechugas
y dos cabezas de ajos.

Nieves García.
En: Memorina va al mercado.
Ilustraciones de Susana Rosique.
2023. Madrid: Narval.


martes, 16 de enero de 2024

Ni Sevilla ni el lejano oeste


Llevo casi dieciséis años al frente de este blog que me niego a abandonar por muchas circunstancias.
La primera es que ya son demasiados años soportándome como para salir pitando. Les dejaría huérfanos y sus estanterías quedarían, más que desangeladas, inertes. Tendrían que vagar por los pasillos de las librerías como almas en pena, sin un rumbo selecto ni un Brian al que crucificar (menos mal que hay críos (como yo) a los que echarle la culpa).
La segunda es que soy un disidente entre todos los enteraos de los libros infantiles. Al fin y al cabo yo no vivo de esto y me puedo permitir el lujo de decir lo que me viene en gana. Sobre todo escribiendo, porque si fuera de viva voz y con la poca diplomacia que ostento, más de uno ya me hubiera arreado con la Biblia en la cabeza.


La tercera es que, ante todo, soy coleccionista de libros y agradezco que, a falta de un buen jamón (que ya podrían poner un bote y regalarme uno a cuenta de los servicios prestados gratuitamente), las editoriales me envíen ejemplares con los que poblar hasta el último rincón de mi casa. Nada sienta mejor que ser generoso, gilipollas y disfrutar de la lectura.
La cuarta y última tiene que ver con los sucesores de mi legado. Conozco pocos enteraos que me vayan a la zaga. No veo mucho joven dedicándose a esto de la prescripción lectora. Al menos a mi nivel. Que para inventarse tantas sandeces al cabo de la semana con las que acompañar estas reseñas tan sui generis, hay que tenerlos gordos y bien puestos. No me imagino a ningún chavalito dedicándose a esto, y menos por amor al arte.


Así que, mejor me quedo por aquí. Que mientras sigan leyéndome, no es poco. Al menos saben que sigo vivo y dando por culo sin utilizar adjetivos como chulo, brutal o espectacular (el colmo del analfabetismo cultural). No, queridos, yo no me voy a ir a Sevilla, ni al lejano oeste. No sea que me pase como al sujeto que protagoniza el libro de hoy. Farwest, un álbum de Peter Elliot y Kitty Crowther, acaba de ser publicado en castellano por la editorial Fulgencio Pimentel y aquí estoy yo para chumbárselo. 


En él se cuenta la historia de un joven vaquero que se va de caza bien temprano y, al regresar con la presa en la mano, se encuentra con un tipo a caballo entre el pelele de Goya y un globo de feria que le ha usurpado la silla, las cartas y el conejo capturado. El tipo se pone nervioso y, página a página, el problema va tomando matices y forma. Hasta que...


Con un aire muy surrealista y ambientado (como su propio nombre indica) en el oeste americano, este libro se adentra en territorios extraños en los que conviven el miedo a los desconocidos (por un momento he visto en Kokó a los protagonistas de Funny Games), los juegos infantiles (ese engaño para recobrar la posición dentro del hogar me ha encantado) y la institución familiar (A mi entender, Jeff y Jim son los padres adoptivos de este chavalín).


Rimas bien traídas, una paleta de color llena de contrastes, luces y contraluces a doquier (fíjense en los amaneceres, en el día colándose por puertas y ventanas, en los reflejos de la hoguera), y una caracterización de personajes que se merece una tesis doctoral (Me encantaría charlar con Crowther y propinarle unas cuantas preguntas), hacen este álbum un buen ejemplo de western europeo y/o tributo coral a la cultura vaquera.

domingo, 14 de enero de 2024

Esas pequeñas cosas


Empezamos el año y toca plantearse lo que viene. Sin retos ni propósitos, mejor, que al final se disuelven en agua de borrajas. Yo prefiero cejar en el empeño y mirar hacia delante, que no hay nada mejor que ir soltando lastre. Detenerme en las pequeñeces de la vida que te hablan sin decir nada. 
Un beso, una burbuja, un garbanzo, una hormiga o un grano de arena pueden ser el interruptor de momentos entrañables o ideas suculentas. Será por eso que Pep Molist y Alicia Varela han construido su personal catálogo de historias mínimas. Treinta y cinco poemas clasificados en cinco categorías. Bestiales, naturales, cotidianas, cercanas y fantásticas. Un buen puñado de insignificancias ilustradas a base de rojo, amarillo y azul, tres colores básicos que nos recuerdan el trabajo de Miró.
Y para que se aventuren en la poesía, aquí les dejo dos rimas con mucho mensaje para animarles en este enero tan empinado.

PELDAÑO –para leer de abajo arriba-

                                                                                                                                    ARRIBA
                                                                                                                           Verso a verso
                                                                                                                   Ris ras
                                                                                                          Tranquilamente
                                                                                                  Tris tras
                                                                                         Poco a poco
                                                                                Palmo a palmo
                                                                       Trozo a trozo
                                                              Paso a paso
                                                    Peldaño a peldaño.
                                            ABAJO



AGUJA

Encontrar una aguja en un pajar perdido
es como buscar setas en un bosque marchito,
como pedir a un ratón que haga el nido
bajo la cola peluda de un gato con apetito.

Pep Molist.
Peldaño y Aguja.
En: Pequequeñeces.
Ilustraciones de Alicia Varela.
2023. Barcelona: Babulinka Books.


sábado, 13 de enero de 2024

Inmortales


Últimamente vivo la vejez de cerca. Y no en mis carnes precisamente, que a pesar de la calvicie, me considero bastante lozano todavía. Más bien me rodeo de gente que padece el deterioro propio de la edad. Falta de movilidad, achaques de todo tipo, enfermedades degenerativas, desgaste orgánico y mental… Los años no pasan en balde y el cuerpo lo sabe. Teniendo en cuenta que nuestra maquinaria llega a su punto álgido con treinta años (lo que oyen), que la media en España ronde los ochenta años no está nada mal. Y si además llegamos en el mejor de los estados, podemos celebrarlo por todo lo alto.


Y ahora les pregunto: ¿Les gustaría vivir eternamente? Sí, todos nos lo hemos planteado. Eso de habitar el mundo por los siglos de los siglos, amén, sería toda una suerte, pues podríamos hacer lo que nos viniese en gana, disfrutar de todas nuestras aficiones, tener todo el tiempo del mundo para comer, bailar, amar, dormir, reír y leer. Sobre todo si no envejeciéramos, y cumpliésemos un año tras otro los treinta y cinco, mejor que mejor.


Pero también habría desventajas. ¿Qué pasaría si fuésemos los únicos que sobreviviéramos? ¿No sentiríamos solos, vacíos, aburridos, sin propósitos vitales? ¿Acabaría devastado nuestro planeta a causa de la superpoblación? ¿Flotarías en el vacío una vez que el universo se desvaneciera? Si nos ponemos así, quizá no esté tan mal eso de morirse, que a fin de cuentas, es para lo que hemos venido al mundo


Todo esto y mucho más debió pensar el protagonista de Gilgamesh. Más allá del confín del mundo, el álbum de Annamaria Gozzi y Andrea Antinori que ha publicado Siruela en nuestro país. Basado en la epopeya de Gilgamesh, el poema épico que fue recuperado en 1870 gracias al hallazgo de unas tablillas de arcilla de origen sumerio sobre las que había sido escrita hace cuatro mil años.


En esta adaptación se relata la parte final de la historia, el viaje que emprendió Gilgamesh, el rey de la ciudad de Uruk, en busca del hombre y la mujer que nunca morían, para poder recuperar a Enkida, su gran amigo recién fallecido. Enfrentándose a monstruos mitad hombres mitad escorpiones, recorriendo las entrañas de una montaña, y atravesando un océano mortífero, logrará dar con ellos, pero ¿podrá salvar a su amigo?
Con un lenguaje sencillo, la escritora italiana recupera para la literatura gráfica una historia llena de elementos líricos y sugerentes que invitan a una inmersión completa en la edición integral.


Por su parte, Antinori vuelve a sacar músculo con sus rotuladores de colores y una pizca de grafito para componer una secuencia de imágenes que cuecen y enriquecen. Detalles contemporáneos (¿Quién se espera que dos seres inmortales esperen al protagonista en una tumbona o que este se desplace en camioneta, patinete o a lomos de un bisonte en plena Edad Antigua?), inspiraciones arqueológicas y composiciones con mucha fuerza son el acicate necesario para acercar esta leyenda al gran público.