miércoles, 10 de enero de 2024

Plásticos marinos


Microplásticos. Una nueva amenaza se cierne sobre las costas españolas. La televisión y las redes sociales ponen en marcha su engranaje y tenemos servida una nueva polémica como antesala a las elecciones gallegas, que es lo que verdaderamente interesa a unos políticos que solo salen a la palestra cuando se juegan el pesebre.
Y digo esto porque, si todavía no se han enterado el vertido de los llamados pellets ocurrió el pasado 8 de diciembre, es decir, hace un mes, y las primeras bolitas de plástico llegaron a las playas gallegas el 13 de diciembre. ¿Qué han estado haciendo todo este tiempo las autoproclamadas autoridades? Nada. O mejor dicho, hincharse de percebes.


Pero ahora que han pasado las fiestas, hay que ponerse manos a la obra. Xunta, gobierno central y Unión Europea aventan la mierda, y el tonto de a pie se desriñona para mondar los granos de arena. Otra paradoja. Pero nada se habla del carguero que transportaba los diminutos plásticos, ni de su responsabilidad civil, ni de las leyes del transporte, ni de que los dichosos plásticos todavía no han sido incorporados en el catálogo de la Organización Marítima Internacional como materiales peligrosos.


Es paradójico que, como en otras ocasiones en las que quedan en entredicho nuestro respeto hacia el medio ambiente, sean los ciudadanos quienes se mojan el culo, mientras los políticos de cualquier bandera se lavan las manos y siguen alternando con las multinacionales y permitiendo atrocidades de la industria y derivados. Me tienen hasta el pepe con tanto púlpito y tanto pecado. Que se metan la sostenibilidad por el orto, o en su defecto, los microplásticos.


Yo sé de sobra que todos nos bañamos en el mismo mar. Si ellos no lo saben, les invito a que se acerquen a una librería (si es que saben leer) y se hagan con Al otro lado del mar, un álbum de Yukiko Noritake que ha publicado este otoño CocoBooks y que se lo explica de una forma soberbia.


Aunque no lo parezca, este es un libro de ida y vuelta, un libro con dos portadas, un libro con dos extremos que confluyen, un libro con la misma historia. Lo habrás por delante o por detrás. Por un lado comienzas a leer la historia de Léo. Por el otro la historia de Phara. Léo vive en una ciudad. Phara en una isla en mitad del océano. En la ciudad de Léo hay una playa y un puerto por el que circulan montones de barcos. La isla de Phara se encuentra rodeada de aguas cristalinas llenas de montones de peces. Pero la ciudad de Léo y la isla de Phara están unidas por el mismo océano.


Como ya hizo en El bosque de los hermanos, la autora japonesa se interna en una nueva denuncia ambiental apostando por esos formatos diferentes que tanto le gustan. A todo color y con un ritmo muy elegante, nos invita también a descubrir el sinfín de detalles que incluye en unas ilustraciones donde el contraste entre la vida urbanita y la rural es otro acicate para descubrir un mundo maravilloso que tanta atención merece.

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