miércoles, 28 de mayo de 2025

El superpoder del aguacate


El aguacate está de moda. Con su textura mantecosa y su sabor entre dulce y salado lo han convertido en un imprescindible de los desayunos, almuerzos y cenas de medio planeta. ¡Y eso que no es barato! Yo diría que es una de las frutas más rentables hoy en día.
Es el fruto de un arbolito de unos 10-15 metros que los biólogos bautizamos como Persea americana, pues tiene su origen en el continente transatlántico. La palta o el avocado, que así lo llaman por aquellos lares, es una baya con su cáscara, su pulpa carnosa y su pipa (¿No les recuerda a la uva, el arándano o la calabaza? Pues son lo mismo).


Como decía aquella, además de contener “potatsio”, “potatsio”, mucho “potatsio”, el aguacate se considera un superalimento (inventos nutricionales, tú sabes…) por ser una fuente de fibra y grasa vegetal que, además de calorías en forma de ácidos grasos monoinsaturados, aporta vitaminas E, A, B1, B2 y B3. En menor proporción, también contiene proteínas, magnesio y vitamina C.
Aunque en España los consumimos sobre las tostadas, en las ensaladas o en forma de guacamole, el Sudamérica se lo comen de montones de formas. Rellenos de vegetales y pescado, acompañando asados, mezclados con leche o acompañados de azúcar. El caso es que es un ingrediente muy conocido en la gastronomía del Nuevo Mundo.


Con más de una veintena de variedades, el aguacate viven en altitudes medias y altas con un clima tropical o subtropical (inviernos suaves, por favor. Si las heladas abundan en su zona, ni se les ocurra plantarlo). En nuestras latitudes es famosa la comarca de la Axarquía, en Málaga, la mayor productora de aguacate de Europa.
No se alegren, pues en él, no todo son bondades. El elevado consumo de aguacate durante los últimos años ha provocado su plantación masiva en zonas inapropiadas. Esto ha tenido como consecuencia crisis hídricas en zonas con recursos limitados como California y Chile (tomemos nota) o la deforestación de sierras fértiles en México. También hay que añadir su impacto sobre la atmósfera debido a las exportaciones masivas (el transporte y sus hidrocarburos…).


Y con mucho sabor, llegamos a Bebeguacate, un clásico de John Burningham que acaba de publicar en nuestra lengua la editorial Galimatazo. Publicado originalmente hace más de cuarenta años, este álbum nos cuenta las miserias de los Hargraves, una familia de enclenques que espera con ansia que su quinto miembro nazca más grande y fuerte que sus padres y hermanos. Pero como de tal palo, tal astilla, la criatura es bastante pequeñajo y no traga como ellos esperan. Su madre, preocupada, encuentra un aguacate en el frutero y decide dárselo para ver si la criatura come un poco. Tras zampárselo, todo cambia y, sorprendentemente, el bebé desarrolla una fuerza sobrehumana. ¿Qué pasará entonces?


Como en otras de sus historias, el genio inglés del álbum ilustrado incluye elementos mágicos que funcionan a modo de resorte, interruptores de un universo lleno de fantasía y surrealismo que descontextualiza lo esperado y lo transforma en aventura. Probablemente la idea surgió en un tiempo en el que los aguacates no eran nada comunes en los supermercados del Reino Unido, una fruta exótica con propiedades desconocidas que había que explorar. Sería la pitahaya de nuestros días.
Sobre la técnica empleada, además de las tradicionales plumilla y acuarela, podemos apuntar al collage de las guardas (esas laminas botánicas antiguas intervenidas me parecen maravillosas) o destacar recursos narrativos como las viñetas seriadas propias del cómic que imprimen dinamismo a la historia.


Seguramente muchos padres verán en este libro una alegato a la comida sana (ya saben… dichoso utilitarismo…), pero yo prefiero perderme en esa metáfora sobre la infancia poderosa que se erige salvadora de un universo adulto insulso y asustadizo. Una especie de redención que, aderezada con mucho humor, busca colocar a los niños en un punto estratégico desde el que divisar las miserias familiares. Una buena excusa para hincharse a guacamole, ¿no creen?

lunes, 26 de mayo de 2025

La suerte de la fea...


"La suerte de la fea, la guapa la desea". Una frase que viene al pelo teniendo en cuenta cómo está el patio. Tanto es así, que el otro día, haciendo scrolling en Instagram, me apareció uno de esos entrenadores emocionales que defendía a un buenorro metido a llorón. El guaperas estaba siendo linchado por sus followers a cuenta de unas declaraciones en las que confesaba el descontento con su físico, pues a pesar de encuadrarse dentro de lo normativo, no se reconocía a sí mismo como el it-boy que era.


La fantasía no era pequeña y la encontré realmente sugerente, pues estas paradojas de la vida moderna me mantienen boquiabierto día tras día. La banalidad inunda las redes sociales y se desborda entre una chusma cada día más estúpida. Gente que rellena su vida inerte con fuegos de artificio y mucho confeti buscando la aprobación de sus iguales para no pegarse un tiro, mientras alardean de vulnerabilidad y falsa modestia. ¿En serio?
No me extraña que un tío del montón, pero con la cabeza bien amueblada se coma con patatas a este tipo de elementos cuya máxima es inspirar en los demás pena y admiración a partes iguales. Ante algo así es inevitable salir corriendo. Y quien no lo haga, que dios le pille confesado, porque acabar con un ególatra metido a donnadie puede causar una muerte lenta y agónica.


¿La legona o la fregona? Elige. Cualquiera podrá quitarte la tontería. Y si no, te la quito yo a golpe de lanzallamas, que eso de quemaros a lo bonzo da mucho gustirrinín. Además, yo soy más partidario de la gente que me hace reír. Normalitos, con alegría y buena conversación.  Me podrían encuadrar en diversexual o demisexual, que las amebas y las esponjas me inspiran más bien poco. Yo necesito charlar en igualdad. Y si lo que quieres son palmeros, practica el cante jondo, que yo no estoy dispuesto a acompañarte a ningún tablao.


Hablando de guapos de cara, llegamos a La bella Griselda de Isol, un librito que acaba de ser reeditado por la editorial Takatuka y hay que reseñarlo como merece. Para quien no conozca esta historia le diré que tiene como protagonista a Griselda, la doncella más guapa del reino. Su belleza no tiene parangón y hombre que la mira, hombre que acaba decapitado. Ella, orgullosa y divertida, cuelga de las paredes la testa de todos ellos a modo de ¿trofeo? Como ninguno le dura un asalto y lo que ella quiere es enamorarse, encuentra la forma: engatusar al chico más miope del lugar. Tras un breve noviazgo, el gachó tiene la misma suerte que el resto, pero la deja embarazada y…


Además de construir una alegoría evidente sobre los daños colaterales de la belleza, la importancia de la humildad o el poder de lo insignificante, la autora argentina crea un relato complejo donde caben otras interpretaciones, léanse la escala de prioridades que establece cada individuo, la incesante búsqueda de la maternidad y las consecuencias de esta. Un discurso con muchos rincones en los que hurgar, encontrar sorpresas y, sobre todo, simpatía, esa misma que triunfa ante tanta vanidad.


Pasiones extremas y amores imposibles en un álbum teñido de cobalto, oro y estampados digitales en el que luces y sombras, estampas diurnas y nocturnas, interiores palaciegos y exteriores medievales enmarcan una historia con guiños a Cenicienta o el jinete sin cabeza de la mitología irlandesa.


Sí. Isol le da una vuelta de tuerca a muchos cuentos tradicionales empezando por la portada, una en la que aparece la protagonista mirándose en un espejo… ¿Acaso no les recuerda a la malvada madrastra de Blancanieves? ¿La misma que pugnaba por el trono de la belleza con su hijastra? Es un buen punto de partida, pues, como veremos más tarde, Griselda quedará destronada por quien menos se lo espera. ¿Le importa? ¿Se enfurece? Fíjense bien en la expresión de su rostro. A mi juicio, parece más que satisfecha...

jueves, 22 de mayo de 2025

Defectos que son virtudes


Por mucho que los biólogos evolucionistas se pasen el día desmintiendo las preconcepciones acientíficas, los medios de comunicación siguen empercudiendo el cerebro de las masas a base de malos ejemplos que hacen ininteligible las teorías de Darwin y otros muchos autores que tanto han estudiado los mecanismos por los que unas especies suceden a otras a lo largo de la historia terrestre.
Uno de los pensamientos más extendido entre la gente que conozco, sobre todo mis alumnos, es que los cambios biológicos se producen para alcanzar un fin, un objetivo. Es decir, que la naturaleza no actúa al azar, sino en una determinada dirección, lo que se relaciona con algunos conceptos lamarkianos como los cambios preadaptativos y progreso (las formas de vida se modifican con un propósito), véase el caso tan manido del cuello de las jirafas.
Sin embargo, los que hemos leído un poco del tema, sabemos que las propuestas neodarwinistas, esas que siguen primando en la actualidad a pesar de estas teorías se encuentren bajo la espada de Damocles (recuerden que la ciencia no avanza sin sus crisis y cambios paradigmáticos), sabemos que el quid de la cuestión está en tres elementos fundamentales: la variabilidad, la selección y la adaptación.


En primer lugar, tenemos la diversidad de las formas de vida en una misma especie (cuantas más propuestas naturales haya, más capacidad de respuesta ante los posibles cambios). En segundo término, está la selección natural, ese mecanismo que elige las propuestas más plausibles para adecuarse a una situación determinada. Por último, nos encontramos con la adaptación, es decir, el resultado anatómico, fisiológico o comportamental a esa presión natural dentro de una especie.


Para ejemplificarles el Con el título de Pez Culo, Pauline Pinson y Magali Le Huche nos presentan a Damien, un habitante de las profundidades marinas con una cara un poco peculiar. La cosa puede tener su gracia, sobre todo cuando te tiras pedos para que todo el mundo se ría y tu aspecto pase desapercibido. Menos mal que siempre hay peces que son más feos que tú con los que puedes entenderte y charlar sin tapujos. Es el caso de Steven, otro caso de belleza rara, pero bien majete con el que forma un grupo de música. Sus conciertos son un éxito y causan sensación. Todo va a las mil maravillas hasta que, por un descuido, caen en la red de cierto pescador. ¿Conseguirán escapar de él?


Con una estructura que puede recordar al cómic, las autoras francesas disfrutan con un álbum de formato muy agradable (cuadrado y medianito, para cualquier tipo de manos y ojos), tipografía ligada que ahonda en esa vis inocente del relato y mucho humor blanco. Todo ello para ensalzar una historia donde la óptica es lo más importante.


Basado en una especie de pez real (sí, queridos, los peces culos son un tipo de peces tropicales y subtropicales que viven en las profundidades marinas donde no llega la luz solar y tienen un aspecto un tanto monstruoso), el libro que nos ha traído la editorial Litera esta primavera es una buena oportunidad para aprender biología y reflexionar sobre la amistad, el amor propio y, sobre todo, que cualquier defecto se puede transformar en ventaja. Todo depende del contexto natural…

miércoles, 21 de mayo de 2025

Negocios turbios


A mis alumnos de 3º de la ESO les ha dado por emprender. Mientras unos se dedican a comprar ropa de imitación en China y venderla a bajo coste entre los colegas, otros crean contenido para redes sociales, diseñan páginas web para pequeñas empresas, se lanzan al mundo del unboxing, prueban con el dropshipping, ofrecen servicios de cuidado de mascotas o reparten productos a domicilio.


A los que no tengan hijos, esta realidad les puede resultar incluso inverosímil, pero les diré que en breve y como en otros países del entorno europeo, veremos cómo los televisores y las plataformas de contenido se llenan de anuncios sobre cuentas de banco dirigidas a los todavía niños, invitándoles no solo al ahorro, sino a que comiencen a desarrollar sus habilidades como inversores. "Tomorrow begins today", rezaba una cortinilla del banco británico NatWest. Toda una declaración de intenciones dirigida a críos


No sé qué pensarán ustedes al respecto, pero a mí me da en qué pensar. Para bien y para mal… Por un lado pienso que es una buena oportunidad para que unos chiquillos cada vez más pedigüeños y embebidos en el poder del dinero aprendan a administrar sus finanzas, fomentar sus posibilidades y poner en valor sus ideas dándoles forma de negocio. Resumiendo: si no puedes con el capitalismo, únete a él.
Por otro, pienso que acelera el ingreso en la vida adulta (nos centramos en la sexualización temprana, pero esto tiene miga), ahonda en las diferencias de clase entre niños y jóvenes y apuesta por una vida utilitaria en vez de un recorrido experimental en el que sopesar diferentes opciones. Hay que coger con pinzas lemas como “Quien no se gana unas pelillas es porque no quiere” ya pueden ser muy peligrosos para las generaciones venideras.


Y con esta perorata sobre economía infantojuvenil, llego a Pérez, el nuevo título del siempre inspirador Andrea Antinori que ha sido publicado en nuestro país por la editorial Kókinos.
En este álbum, el autor italiano nos cuenta la historia del archiconocido Ratoncito Pérez con una vuelta de tuerca muy crítica y chistosa. Para el que no lo sepa, es un personaje fantástico del mundo hispanohablante que, durante la noche, se lleva los dientes de leche que acaban de perder los niños a cambio de una moneda. ¿Pero qué hace este ratón con los miles de dientes que recoge de debajo de las almohadas? Pues Antinori nos lo va a explicar utilizando su gracejo habitual.


El diente como materia prima (joyería, escultura o arquitectura), un banco de dientes, bacterias, gérmenes y una pastelería que marca el inicio y el final se articulan a la perfección en un ejemplo de economía circular que se enmarca en una historia de ficción muy diferente a la que Luis Coloma escribió para Alfonso XIII.


Ilustraciones que juegan con los lápices y los rotuladores, elementos propios del cómic, mucha fantasía y detalles que animan al juego y la búsqueda, enriquecen un álbum que, al tiempo que nos divierte, nos invita a reflexionar sobre la turbidez de ciertas finanzas desde una mirada de inocente apariencia. Lo mejor de todo es que, como el que no quiere la cosa, nos ayuda a tomar decisiones sobre nuestra salud dental.

lunes, 19 de mayo de 2025

Celebrities


Siempre que escucho la palabra “celebrities” me viene a la cabeza un Joaquín Reyes caracterizado de Robert Smith bailando en Muchachada Nui la de la palmera. Y la verdad es que no estaban equivocados del todo mis paisanos cuando se descojonaban del famoseo noventero. Si la cosa tenía usía entonces, me gustaría verlos ahora con toda esa materia prima que nos ofrecen instagramers y tiktokers. Un filón para el humor manchego.
Al menos, los personajes mediáticos de hace un par de décadas tenían cierta enjundia. Cantaban, escribían, diseñaban, pintaban o, al menos, lucían un apellido rimbombante. Sin embargo, ahora cuentan miserias personales, venden productos de belleza, lucen la ropa del prêt-à-porter barato o paren como conejas, toda una fantasía de la que Ernesto Sevilla y cía. sacarían petróleo, o en su defecto, cemento armado.


Las pantallas (sobre todo las portátiles, porque cada día que pasa, la gente va menos al cine) han cambiado la forma en la que miramos y valoramos a la gente (Soy conocido hasta yo por el simple hecho de leer… ¿Qué triste, no?). Y es que si algo nos han enseñado las redes sociales es que ya no hace falta lucir ideas, solo basta con ser un buen comunicador. Algo que siempre ha venido bien, sobre todo si tenías un buen currículum vitae. Y si tienes la suerte de nacer guapo ¡ni te cuento!
Y así nos va… Si la de cultura de masas está gobernada por personajillos de tres al cuarto, de la alta cultura mejor ni hablamos. Luego vendrán los llantos y el crujir de dientes, más todavía cuando ese público que vive hipnotizado gracias a estupideces inertes suplique a los poderosos el vivir maniatados.


Y con esta pequeña reflexión, llego hasta Caricaturas y frases inolvidables, un libro de David Pintor publicado por la editorial alicantina Degomagom que recoge un total de ciento quince imágenes de algunos de los artistas, pensadores y científicos más eminentes de los últimos tiempos acompañadas de alguna de sus frases célebres.


Desde Valle Inclán hasta Thoreau, pasando por Toulousse-Latrec, Nina Simone o Valentina Tereshkova. El artista gallego reúne las ilustraciones que creó durante muchos años para la revista Leer y tiene a bien añadir sentencias y aforismos de su autoría, que no solo pretenden poner de relevancia la clarividencia y humanismo de todos ellos, sino completar esos retratos que, desde el respeto y abandonando la sátira y lo grotesco, ensalzan el genio y figura de todos ellos. Un álbum de buen formato que conjuga lo recopilatorio con lo informativo (de ahí que lo haya añadido a ESTA SELECCIÓN) y al que yo hubiera añadido un pequeño apéndice con biografías mínimas sobre cada personaje para hacerlo todavía más redondo.


Espacios mínimos para la reflexión y el disfrute que no vienen mal a nadie. Sobre todo cuando lees cosas como “La felicidad constante es la curiosidad”, “Mientras más vivo, más creo en la sencillez”, “Soy un simple accidente; ¿por qué tomármelo todo tan en serio?”. Pero, sin duda, mi favorita es “Lee y conducirás, no leas y serás conducido”. ¿Qué no saben de quién es? Pues ya están tardando en hacerse con un ejemplar y averiguarlo.

viernes, 16 de mayo de 2025

Juegos lingüísticos


El que no juega es porque no quiere. Y muchos dirán que no siempre, pues hay mucha gente que no tiene acceso a balones, videoconsolas o fichas de ajedrez. Y yo replicaré que el juego, como bien indica Stern en su libro Jugar (Litera), “el juego es la única interfaz entre el mundo real y el mundo imaginario”. Esto quiere decir que el juego es una mera conexión entre dos ámbitos cualesquiera. Y no necesariamente se refiere a lo material, a los objetos, sino que lo inmaterial también bebe del juego. 


Fíjense en las palabras y sus juegos retóricos. El calambur, el malapropismo, el oxímoron o el palíndromo. Diferentes formas de girar, remover y liar consonantes y vocales para que nuestro universo reaccione con una sonrisa porque el juego nos ha provisto de su sorprendente magia. Como toda la que encierra el libro de hoy, un poemario inspirado en el oulipo, un movimiento literario francés que usó en la década de los 60 las matemáticas para crear nuevas forma de expresión. Lo dicho: ¡Jueguen!

Por la senda va un danés,
va en camino, sin camión,
desde Roma hasta el amor.
Dice alegre: “El árbol labro
para acombar lo macabro”.
Y muerde muy fuerte: “Roí el río”
y canta en el nido: “Pió el pío”.
Parece que al amar la rama,
Él al águila se igualaba.
Pues parlaba la palabra:
¡Se amargarán!, ¡anagrama!
Un mapeo es este poema:
todas las letras apenas pasean.
Sigue la senda de este danés,
con cuidado no pise tus pies.

***

PIOUN PIOPÁPIOJAPIORO
PIOCANPIOTA
PIOY PIOSUS PIOMAPIOLES
PIOESPIOPANPIOTA

PIOMAS PIOSI PIOCANPIOTA PIOUN
PIORUIPIOSEPIOÑOR
PIOTOPIODO PIOSE PIOLLEPIONA
PIODE PIOAPIOMOR

Mar Benegas.
Amagarán anagrama y Pajarístico
En: Con las botas de la A.
Ilustraciones de Olga Capdevila.
2025. Barcelona: A buen paso.



lunes, 12 de mayo de 2025

Rabia, tristeza y lodo


El que piense que las relaciones familiares son muy sencillas, que levante la mano para que los demás podamos apedrearlo… Y lo digo muy en serio porque teniendo en cuenta como está el patio, lo más normal es que los parientes se tiren los trastos a la cabeza y riñan por cualquier estupidez. Herencias, cuñados, yernos… cualquier excusa es buena para ahondar en relaciones complejas que, a golpe de infancia, se van enquistando.


Y es que eso de que todos los hijos, padres, sobrinos y nietos son iguales es una mentira como una catedral. La típica coletilla que todos nos aprendemos para no hacer distinciones y evitar los conflictos con algo de diplomacia. Si todos somos diferentes, ¿cómo vamos a desempeñar el mismo papel en la tribu, en la mínima expresión social?
Hay hijos que son más cariñosos y otros que viven con el morro torcido, nietos que se prestan a cualquier recado y nietos que pasan de todo, abuelos que cuidan de todos los nietos y los que sirven a unos pocos elegidos. Hay tantas variantes que no podemos ser equidistantes con cualquiera por el mero hecho de compartir un porcentaje de nuestros genes. Y la gente debe ser consciente de esta realidad.


Eso no quita para que la familia duela y podamos echarle un cable, pues a fin de cuentas, hemos compartido mucho tiempo, sobre todo el de la niñez, ese cúmulo de circunstancias que nos moldean hacia el futuro. Sí, la infancia: ¿El germen de nuestras miserias o un espacio reflexivo? Cada uno que elija su camino, que bastante tenemos como para andar con reproches familiares. Lo decimos yo y la Alemagna, en su último libro.


Cada tarde, Sen se acerca al colegio para recoger a su hermana pequeña, Yuki. Todos los días la misma ceremonia; Sen le da las llaves de casa, se esconde bajo su capucha y camina a tres kilómetros por delante de ella. Hasta que un día, Yuki, llena de cólera, decide tirar las llaves por la alcantarilla para darle una lección a su hermano. Lo que en principio parece un acto de venganza por el desprecio fraterno, se convertirá en el comienzo de una aventura a través de un misterioso reino gobernado por Su Alteza Lodo, Princesa de Barro, un personaje que, mostrándole los rincones de su territorio, también le permitirá indagar en sus sentimientos más oscuros.


En este libro publicado por A buen paso), Beatrice Alemagna además de utilizar sus característicos colores neón (para el álbum que nos ocupa el elegido ha sido el verde) y explorar las relaciones familiares, recrea un universo muy particular en el que podemos encontrar guiños a la Alicia de Carroll (a día de hoy, un desagüe equivaldría a ese hueco en el árbol por el que huye el Conejo Blanco), La reina de las nieves de Andersen (en una versión más subterránea) o a los universos oníricos de Miyazaki (no me dirán que los moquitos no se parecen a los kodamas de La princesa Mononoke pero en su versión más oscura y untuosa).
El barro, la suciedad, la basura y los desechos se amontonan en un espacio claustrofóbico que, a modo de estercolero emocional, va consumiendo a nuestra protagonista en una mezcla de ira, rabia y tristeza que chorrea por las paredes de ese reino tan infecto como necesario.


A pesar de lo complicado del tema, la autora italiana consigue hilar una historia con muchas fisuras por las que asomarse como protagonistas o como espectadores. La Jungla negra, el Lagondite, el Museo de los detestables o la Rabioteca. Todo articula un recorrido por las diferentes emociones de Yuki que se desbaratan gracias al grito ¿auxiliador? ¿liberador? ¿culpable? de su hermano y culminan con esa escena en un balcón desde el que se divisa el exterior. ¿Pero saben que es lo más bonito de todo? Que ningún adulto se asoma a las escenas para mediar en el conflicto, y eso, dados los tiempos que corren, es maravilloso.

jueves, 8 de mayo de 2025

Filosofía animal


La filosofía está de moda. O eso quieren hacernos creer. Aunque las neuronas de muchas personas se fueron de vacaciones y nunca regresaron a esta dimensión, un reducido número de adultos está empeñado en hacerla salir a flote. No sé si saben muy bien lo que hacen, pues a más de uno eso de pensar le ha costado la salud y los cuartos, pero nunca está de más intentarlo por varias razones.


La primera es que la filosofía es una forma de explorar la verdad, ansía conocer el universo que nos rodea gracias al pensamiento crítico, uno que siempre es necesario. Si bien es cierto que muchos se meten en camisas de once varas dándole al coco, suele ayudar a analizar información, evaluarla y cuestionar muchas opiniones. En cierto modo te ofrece libertad ya que te aleja de esa manipulación que se ha convertido santo y seña de la posmodernidad.
En segundo lugar hay que hablar de su relación con las disciplinas científicas y humanísticas. Matemáticas, ciencias experimentales, ciencias naturales, arte o historia. Todas se alimentan de un germen filosófico en el que metafísica, lógica, estética o política tienen mucho que decirnos. Así, entender mínimamente las bases filosóficas, nos aproxima mejor a diferentes campos del conocimiento.


Por último, los que piensan, los que pensamos (a veces me gusta incluirme en esta categoría a pesar de mis reiterados errores) nos adaptamos mejor a las situaciones que nos rodean y nos manejamos mejor ante la adversidad, algo que nos sitúa en cierta posición de privilegio, pues sabemos el poder que tenemos sobre aquellos que hacen las cosas al tuntún, gente ignorante que no sabe dónde tiene la mano izquierda u otros seres vivos que no poseen esta capacidad.


Seguramente, Dipacho ha seguido un camino menos analítico para dar vida a sus Preguntas animales, un libro que acaba de publicar Apila, la editorial maña que va un poco por libre (afortunadamente), y que se interna en el mundo del interrogante.
¿Hay animales manchados o manchas en los animales? ¿Se puede ser entomólogo de insectos inventados? ¿Es un boceto de animal un animal de verdad? ¿En dónde se puede hacer avistamiento de animales invisibles? Más de cien preguntas como estas nos presenta el autor colombiano gracias a un zoológico con una estética muy chocante.


Así, en cada doble página, aparece un buen puñado de cuestiones referidas a un grupo de imágenes que, de un modo u otro, recuerdan a las formas del reino animal realizadas con técnicas y estilos muy variados.
Manchas desdibujadas, quimeras digitales o garabatos sinuosos recrean aves, insectos o roedores que nos invitan a darle al coco mientras pasamos las páginas gracias a un juego de perspectiva estética que me ha sugerido cierto dilema en lo que a híbridos de ficción y no ficción se refiere (¿Un álbum que no plantea respuestas puede ser un álbum informativo? ¿Cualquier respuesta infundada sirve como respuesta en un universo no ficcional?).
Sea como fuere yo continuaré filosofando sin demasiado fuste y a golpe de imaginación, que bien vale un mundo, el de Dipacho o el mío.

miércoles, 7 de mayo de 2025

Quien fuera piedra...


El otro día andábamos de charla. Tocaba hablar de hijos y el Josean comentó que las suyas, cuando se acercaba el fin de semana, lo primero que hacían era preguntarle qué programa de actividades les había preparado para los próximos días. Ellas daban por hecho que su padre era un mero monitor cuyo objetivo en la vida era entretenerlas durante sus ratos libres para no conocer las leyes de la estática.


No me extraña que las nenas se hicieran esas cábalas, pues como manda la vida familiar occidental actual, cualquier hijo que se precie de serlo, debe estar a sus once vicios y disfrutar de una agenda propia de cualquier aristócrata. Clases extraescolares, deportes en equipo, fiestas de cumpleaños, viajes, parques de atracciones, playa, montaña, quads y todo tipo de eventos configuran el día a día de criaturas que no levantan tres palmos del suelo.


Trajín y más trajín. Los chiquillos le temen al aburrimiento como una vara verde y, mientras el dietario está a la altura del de Sissi emperatriz, pierden la capacidad de disfrutar de aficiones que, lejos de ese dinamismo al que se orienta todo, se relacionan más con uno mismo y el disfrute individual, véanse pintura, botánica o lectura.
Si a ello añadimos que, hoy en día, cualquier pasatiempo tiene que convertirse en un acto social sobre el que cualquiera puede opinar o alardear, la cuesta es todavía más empinada. Todo tiene que ser público y visible. Si lo que haces no se comparte, no es divertido, una especie de abominación que termina por engullir cualquier ocupación íntima.


“Serenidad, quietud, reflexión… ¡Ni que fuéramos piedras!” Dice aquel. “¡Que las piedras tienen una vida muy rica, melón!” Digo yo. “Y si no me crees, presta atención a los dos libros que te traigo hoy.”


El primero es ¡Hola, piedra!, un álbum de Giuseppe Caliceti ilustrado por Noemi Vola y editado en nuestra lengua por Limonero. En él, una niña que pasea con una especie de sapo, se encuentra con una piedra y, lejos de permanecer calla, comienza a freírla a preguntas. La piedra, como buena piedra, al principio le contesta con monosílabos, pero poco a poco, se va soltando y la involucra en un diálogo muy sugerente.


Desde lo exploratorio (ya saben que a los niños les encanta investigar todo), se nos presenta una historia de autoconocimiento a base de una entrevista que, si bien puede parecernos simpática e inocente, alberga mucho sentido, no solo sobre las piedras que nos rodean, sino sobre el paso del tiempo, el mundo conocido y el que desconocemos (¿Ven a ese extraterrestre?).


Con las sugerentes imágenes de Noemi Vola, este viaje iniciático que transita por el surrealismo, el existencialismo y cuestiones un tanto metafísicas, se enriquece de elementos que complementan un discurso que puede ser recorrido por lectores de cualquier edad. Lo que unos ven con unas lentes, los otros lo miran desde otra perspectiva. Es lo que tienen los álbumes con muchas capas de significado.


El segundo es Las tres piedras, un álbum del siempre elocuente Olivier Tallec que se ha publicado en nuestro país gracias a Bira Biro. En él se cuenta la historia de tres piedras que habitan la cima de una montaña. Por culpa del destino, van cayendo a cotas inferiores. Rayos, ráfagas de viento, el curso del agua y unos cuantos animales se cruzan en su aparente quietud y, sin quererlo ni beberlo, van dibujando nuevos escenarios vitales para estas rocas que, ojipláticas, viven con resignación los nuevos panoramas que les depara la suerte.


Aunque parezca una broma sinsentido (lo inerte siempre lo parece), el autor francés explora numerosos conceptos como la gravedad, lo circunstancial, el privilegio y la pérdida de status, e incluso la capacidad de adaptación. Y si no quieren ver nada de esto, disfruten de lo absurdo, que también tiene su punto.


Me llama poderosamente la atención la sinergia entre el silencio que desprenden unos personajes tan bien caracterizados (su mirada impasible lo dice todo) y ese narrador que ahonda en los detalles que enriquecen una historia que a muchos les puede resultar insulsa. Ese humor que me recuerda al cine mudo tiene muchas dobleces, no solo porque abre muchas rendijas por las que asomarse, sino porque aporta ligereza a un discurso muy potente.