"La suerte de la fea, la guapa la desea". Una frase que viene al pelo teniendo en cuenta cómo está el patio. Tanto es así, que el otro día, haciendo scrolling en Instagram, me apareció uno de esos entrenadores emocionales que defendía a un buenorro metido a llorón. El guaperas estaba siendo linchado por sus followers a cuenta de unas declaraciones en las que confesaba el descontento con su físico, pues a pesar de encuadrarse dentro de lo normativo, no se reconocía a sí mismo como el it-boy que era.
La fantasía no era pequeña y la encontré realmente sugerente, pues estas paradojas de la vida moderna me mantienen boquiabierto día tras día. La banalidad inunda las redes sociales y se desborda entre una chusma cada día más estúpida. Gente que rellena su vida inerte con fuegos de artificio y mucho confeti buscando la aprobación de sus iguales para no pegarse un tiro, mientras alardean de vulnerabilidad y falsa modestia. ¿En serio?
No me extraña que un tío del montón, pero con la cabeza bien amueblada se coma con patatas a este tipo de elementos cuya máxima es inspirar en los demás pena y admiración a partes iguales. Ante algo así es inevitable salir corriendo. Y quien no lo haga, que dios le pille confesado, porque acabar con un ególatra metido a donnadie puede causar una muerte lenta y agónica.
¿La legona o la fregona? Elige. Cualquiera podrá quitarte la tontería. Y si no, te la quito yo a golpe de lanzallamas, que eso de quemaros a lo bonzo da mucho gustirrinín. Además, yo soy más partidario de la gente que me hace reír. Normalitos, con alegría y buena conversación. Me podrían encuadrar en diversexual o demisexual, que las amebas y las esponjas me inspiran más bien poco. Yo necesito charlar en igualdad. Y si lo que quieres son palmeros, practica el cante jondo, que yo no estoy dispuesto a acompañarte a ningún tablao.
Hablando de guapos de cara, llegamos a La bella Griselda de Isol, un librito que acaba de ser reeditado por la editorial Takatuka y hay que reseñarlo como merece. Para quien no conozca esta historia le diré que tiene como protagonista a Griselda, la doncella más guapa del reino. Su belleza no tiene parangón y hombre que la mira, hombre que acaba decapitado. Ella, orgullosa y divertida, cuelga de las paredes la testa de todos ellos a modo de ¿trofeo? Como ninguno le dura un asalto y lo que ella quiere es enamorarse, encuentra la forma: engatusar al chico más miope del lugar. Tras un breve noviazgo, el gachó tiene la misma suerte que el resto, pero la deja embarazada y…
Además de construir una alegoría evidente sobre los daños colaterales de la belleza, la importancia de la humildad o el poder de lo insignificante, la autora argentina crea un relato complejo donde caben otras interpretaciones, léanse la escala de prioridades que establece cada individuo, la incesante búsqueda de la maternidad y las consecuencias de esta. Un discurso con muchos rincones en los que hurgar, encontrar sorpresas y, sobre todo, simpatía, esa misma que triunfa ante tanta vanidad.
Pasiones extremas y amores imposibles en un álbum teñido de cobalto, oro y estampados digitales en el que luces y sombras, estampas diurnas y nocturnas, interiores palaciegos y exteriores medievales enmarcan una historia con guiños a Cenicienta o el jinete sin cabeza de la mitología irlandesa.
Sí. Isol le da una vuelta de tuerca a muchos cuentos tradicionales empezando por la portada, una en la que aparece la protagonista mirándose en un espejo… ¿Acaso no les recuerda a la malvada madrastra de Blancanieves? ¿La misma que pugnaba por el trono de la belleza con su hijastra? Es un buen punto de partida, pues, como veremos más tarde, Griselda quedará destronada por quien menos se lo espera. ¿Le importa? ¿Se enfurece? Fíjense bien en la expresión de su rostro. A mi juicio, parece más que satisfecha...
2 comentarios:
Me ha encantado todo, como siempre mordaz y al grano! Y el libro, no lo conocía. Tomo nota, otra necesidad más! 🤣
La ironía y el humor para tratar cualquier tema. ( Sobre todo a uno mismo) . Apuntado
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