En
cierta ocasión un sabio me hizo saber que, para opinar y ser crítico, hay que
meterse en harina, es decir, pasar de ser un mero espectador a formar parte de
manera activa de la disciplina objeto de las valoraciones… Sí, no le demos más
vueltas: les hago saber que he publicado mi primer álbum ilustrado. Y he aquí
la historia de este libro que, seguramente, será parecida a la de muchos otros,
y por ello me aventuro a relatar el proceso creativo aquí. Ahí va la historia
de Tras mi ventana.
En
cierta ocasión le presenté a Enrique García-Calvo, editor de La Fragatina (¡Mil
gracias!), una historia algo compleja, con bastante simbolismo y de aire
constructivista (me sale la vena educativa…) que había estado madurando en mi
cabeza durante algunos años. Éste la valoró positivamente y pensó que podría
tener cabida en La Segallosa (“niebla” en fragatino, lengua del Alto Aragón),
una colección orientada al lector infantil maduro, a adolescentes y adultos.
Después
del “sí quiero” llegó el momento de decidir quién pondría imágenes a mis
palabras. Por lo general son los editores quienes se encargan de esta labor
teniendo en cuenta las sugerencias del autor, pero yo me emperré en elegir por
mí mismo al ilustrador con el que iba a contar mi historia. Quería algo
sencillo pero diferente, algo humano a la par que colorista, quería esperanza y
sabor, arte a la vez que narrativa.
Busqué
en bibliotecas, librerías y archivos, pero fue en el ciberespacio (esa piedra
angular de la sociedad moderna) donde encontré a Katie Harnett, una joven
artista que, como yo, estaba buscando la oportunidad de sacar adelante su
primer título mientras terminaba sus estudios en Cambridge. Y así nos pusimos en
brete. El editor le ofreció el texto y ella aceptó gustosa. Se firmaron los
contratos oportunos y nos pusimos manos a la obra.
Una
vez decidido el formato (no es lo mismo vertical que horizontal, cuadrado o
rectangular, grande o pequeño…, ya que cada historia requiere unas dimensiones
particulares), Katie se puso con los bocetos. Al principio polemizamos un poco,
más que nada por las diferencias lingüísticas (mensajes a diario en inglés para
consensuar ideas, contrastar opiniones y afianzar conceptos), pero una vez que
interiorizamos la historia de manera conjunta, la cosa fue más rápida.
Katie
entregó sus bocetos, La Fragatina puso sus pegas y yo puse las mías. Y después
del grafito, vino el color y seguimos con el inglés a cuestas... La paleta de
Katie está basada en una gama de medias tintas, algo que es agradable a la
vista e imprime un toque evocador y mucha fuerza al mismo tiempo. Aquí les dejo
un par para que opinen abiertamente de su trabajo.
Después
llegó la maquetación (un trabajo estupendo) que nos dio
bastante quehacer, sobre todo en lo que se refiere al equilibrado de la obra
completa, la tipografía, las correcciones de última hora y la portada. De ahí
pasó a la imprenta (el papel de las páginas me encanta) y por último, a la
cadena de distribución que lo ha llevado a todos los puntos de venta del
territorio español.
Aunque
equipara un libro a un hijo es una hipérbole descriptiva, les hago saber que
también se aprende mucho (bueno y malo), no sólo para destripar los pormenores
del mundo de la edición, sino a nivel personal y emocional, algo que agradezco
sobremanera (no sé si al cielo, a la vida o a la literatura). En definitiva,
aquí está mi primer libro y en su mano, lectores, está valorarlo. Muchos me
tratarán de advenedizo, osado, enterado, mientras que a otros les encantará, lo
regalarán y recomendarán, pero a todos les pido que lo lean y compartan sus
impresiones conmigo, que al fin y al cabo es lo que hacen con este blog.