Hoy es el Día del Libro y como mis obligaciones no paran de crecer (¿Qué habrás hecho en las vacaciones, so pingo?), tendré que echar mano de unos cuantos álbumes de última hornada donde los libros son los protagonistas para celebrarlo. Ya sé que no es muy original, pero la verdad es que la mayoría de ellos me han parecido una delicia y siempre he creído que no hay mejor homenaje hacia ese objeto que los monstruos veneramos que compartir nuestras lecturas con los demás, cosa que hago casi a diario desde que habito este lugar.
Empiezo con Ximo Abadía y su particular tributo al libro con Que nunca se acabe. Publicado por Litera este libro tiene un formato muy cuidado. Se presenta dentro de un estuche, una especie de caja sorpresa que, gracias a la imagen de la portada, anticipa el verdadero leitmotiv de la obra: ese libro rojo que se desliza por debajo.
Utilizando el negro y el rojo, el autor valenciano crea una historia mínima, una suerte poética que ensalza la pertenencia de un libro que bien puede ser el que tenemos en las manos. Así, con la intrahistoria, con lo metaliterario, juega con el lector-espectador a través de las imágenes y unas metáforas visuales en las que el libro aumenta de tamaño a cada golpe de página.
El libro nos acompaña a cada paso, en algunos de los momentos vitales más importantes, camina con nosotros, nos cobijamos en él y nos ayuda a crear nuestra personalidad. Tanto es así, que el libro es un símil de la vida humana, pues ¿acaso detrás de un libro no llega otro? ¿Detrás de nosotros no vienen nuestros hijos? Sutil y delicado.
Un diccionario con historia es la fábula que se han inventado Oliver Jeffers y Sam Winston para celebrar el diccionario, ese libro que últimamente está tan en desuso pero que tanto bien ha hecho a la humanidad.
Publicado por Andana, esta que me recuerda a otras como El libro en el libro en el libro de Müller, ¡Otra vez! de Gravett o incluso su Niña de los libros, juega con las palabras para crear una intrahistoria que bebe de la casualidad y el surrealismo más alocado para ensalzar el valor de un libro aparentemente aburrido.
Un aligátor, un dónut, un fantasma, la luna, una reina y una pastilla de jabón montan un circo de los más extravagante que pone patas arriba un diccionario que al final tiene que poner un poco de orden en sus páginas (o si no, no podrás encontrar nada en ellas). Mucho fotomontaje (la edición es impecable), tramas secundarias y mucho humor blanco para un libro que puede leer toda la familia (a los adultos les recomiendo que echen un ojo a las definiciones y si quieren siempre pueden echar una partida a cualquier juego de ficciones).
En la misma editorial nos encontramos con Los puentes de Tom Percival. un álbum que nos cuenta la historia de Mia, una niña que se siente más sola que la una porque sus padres se pasan el día trabajando. Vive es una especie de isla abandonada en mitad del océano desde la que no puede llegar a ninguna parte. De repente, un día se topa con un libro (Nota: ¿Por qué muchos de los libros que protagonizan estas historias son rojos?) y todo cambia. Ante ella se abre un mundo de posibilidades que, como puentes tendidos sobre el oleaje, le permiten vivir aventuras increíbles y conocer lugares nunca antes imaginados.
Con una línea mucho más introspectiva y relajada que los anteriores, el autor de Los invisibles, El río o El mar lo vio, vuelve a hacer gala de la técnica del collage digital recreando estampas bucólicas y sugerentes donde el poder de los libros es evidente gracias a una óptica llena de perspectivas donde podemos encontrar un pequeño guiño intergeneracional. ¿Se atreven a descubrirlo?
Siguiendo en esa línea de descubrimiento literario, nos encontramos con Clara y el hombre en la ventana, un libro de María Teresa Andruetto y Martina Trach que Limonero acaba de publicar en nuestro país. Utilizando una anécdota personal, la escritora argentina recrea una historia cotidiana ambientada en un entorno rural de otro tiempo.
Clara le lleva unas cosas al señor que vive en la casa grande. Nunca sale de allí, está encerrado desde hace mucho tiempo. Le pregunta a Clara si sabe leer. Al responder esta que sí, le hace entrega de un libro que devora mientras camina hacia su casa. ¿Qué le pasará al extraño vecino? ¿Por qué no habla con nadie fuera de esas cuatro paredes? Un desamor, un secreto y una serendipia se reúne a través de los libros. Coraje y amor son las dos palabras que llenan nuestra cabeza tras su lectura (y eso que la autora utiliza poquitas para darle forma a este libro).
Con unas ilustraciones donde las tintas medias y el ocre cobran mucho significado (¿Ven el polvo de las calles antiguas? ¿La casas de adobe que poblaban el pasado? ¿El color sepia de las fotos antiguas?), los grandes espacios se inundan de silencio y las secuencias animadas en la misma doble página se construye un libro que dan ganas de abrazar.
Llegamos a Leer no es un rollo. El título de este libro de Nils Freytag y Silke Schlichtmann en el que participan, entre otros, Kathrin Schärer, Axel Scheffler, Julie Völk. Olf K, Ute Krause, Paul Maar y Cornelia Funke, es toda una declaración de intenciones, no solo dirigida hacia la infancia, sino a todos los adultos que durante los últimos años han abandonado la lectura para dedicarse a otros menesteres más tecnológicos (como habrán podido darse cuenta viendo esa portada maravillosa).
Lo más florido de la literatura infantiles alemanas nos presenta una veintena de prejuicios ilustrados que justifican esa máxima que reza: la lectura es un rollo. Utilizando la disyunción como principal herramienta argumental, este libro invita a despojarse de todas esas preconcepciones que abundan en un mundo lleno de pantallas gracias al humor y la contradicción.
¿Quién dijo que leer es un rollo porque siempre se hace difícil empezar? ¿O que leer es un rollo porque nada existe en la realidad? Déjense de pamplinas. Este libro es una forma inmejorable de acercarse de nuevo a la lectura y aparcar las redes sociales, las series repetitivas y los vídeos insultos en pro de ese objeto que durante siglos nos ha entretenido como ninguno.
Mariajo Ilustrajo se sumerge en el beneficioso mundo de la lectura con Odio me encantan los libros gracias a Bindi Books. Llega el último día de clase y la maestra les dice a los alumnos la tarea para estas vacaciones: leer un libro. Si para mí no supondría ningún trastorno, para la protagonista de este libro es lo peor que le podía pasar porque odia los libros. Tras una visita a la biblioteca, al final se decide por un libro y…
Una historia sencilla y sin pretensiones donde la magia de los libros se hace patente con unos personajes muy sugerentes y una aventura que cambia del gris al technicolor conforme leemos. Recursos del cómic, una tipografía vectorizada y un guiño a la Alicia de Carrol hacen de esta historia un buen acicate para lectores que necesitan un chapuzón literario.
No podía faltar en esta mini-selección una librería, algo de lo que se han encargado Fran Nuño y Esther Peces. El protagonista de Mi librería y yo (editorial Iglú) quiere montar una librería cuando sea mayor. Disfruta tanto o más que las estanterías de su estantería, el anticipo de la que seguramente se haga realidad algún día. Además, el chiquillo tiene un ojo buenísimo para los clientes, se impacienta mientras pasa el primero, fantasea con qué libros pedirá y disfruta cuando estos se acercan a los libros.
Con ilustraciones donde las composiciones geométricas de los libros contrastan con las siluetas sinuosas de los personajes, Esther Peces acompaña el texto poético de un Fran Nuño que aboga por ensalzar una profesión tan romántica gracias a los sueños infantiles de un niño cualquiera. Sencillez e inocencia para un relato intimista y honesto.
Otro de los libros que me han gustado mucho es Adivina qué leo esta noche, un álbum de Carmen García Iglesias con una treintena de animales que nos comparten sus lecturas nocturnas. Una jirafa, un oso panda, un reno o un koala comentan algunas de las obras más conocidas de la Literatura Infantil y Juvenil, libros canónicos que todo el mundo debería conocer o intuir a base de las pistas que nos dan estos personajes.
Me recuerda a esas pequeñas reseñas que hacemos entre iguales cuando los monstruos nos encontramos en mitad de una librería o en una firma de libros. Hacemos nuestra particular valoración, desvelamos la trama y algunos detalles y nos vamos reconociendo en la experiencia lectora de otros. Una buena excusa para bucear en las estanterías o tomar ejemplo. Seguro que más de un padre puede ayudar a sus hijos a averiguar la treintena de títulos que, como El libro de la selva o El mago de Oz, leen estos bichos tan simpáticos.
Para terminar, les sugiero degustar Eres un lector/Eres un escritor de Christine Davernier y April Jones Prince. Publicado por Maeva hace un tiempo, este libro con dos caras, nos invita a conocer las dos facetas de un libro, la del lector y la del escritor, porque el uno sin el otro no son nada y el libro sin ellos no existiría.
Mientras los unos se pirran por una buena librería, otros prefieren visitar una biblioteca. Los hay que leen acompañados y los que leen solos. Algo parecido pasa con los que escriben. Viven, buscan sus propias historias y les dan forma. Unos se fijan en los demás y otros en su propia vida. Cada cual puede elegir un extremo para comenzar porque lo mejor de todo es que todos se encuentran en un mismo punto: el libro.