Como toda navidad debe
recoger una nota triste, tras conocer la campaña de “crowdfunding”que está llevando a cabo la editorial El Jinete Azul (una casa
con títulos maravillosos en su fondo como Yo las quería,
Pedro y su roble, Historia de un erizo, Historia de Valek,
el caballo o La partida del soldado) para no echar el cierre, hoy
me pongo al quite para hacer visible desde este portal que cobija a
todos los monstruos, una realidad que pasa factura a muchas
editoriales españolas y que nos debe hacer reflexionar sobre el
negocio (o no) de la LIJ.
Son muchas las casas
editoriales que apuestan por los libros para niños, concretamente
por el género del álbum ilustrado, para abrirse camino en el mundo
empresarial. Muchas son filiales de grandes grupos de la letra
impresa (las que menos problemas tienen, todo hay que decirlo) y
otras son más independientes, pequeños negocios, casi familiares.
Si tuviera que decir en qué proporción contribuyen estos dos tipos
de editoriales al mundo del libro ilustrado, me decantaría por decir
que las segundas aglutinan un 60% del negocio que mueven estos libros
dentro nuestras fronteras, y que, aunque nos puede parecer un volumen
de negocio nada desdeñable, tiene muchos sinsabores a la hora de
llegar a buen puerto. A mi parecer, los problemas que acucian a estas
editoriales independientes se deben a una serie de factores que he
podido observar a lo largo de todos estos años y que recojo a
continuación...
Puedo afirmar, y no creo
que me equivoque, que muchas de estas casas están dirigidas por
personas ajenas al mundo de la empresa, léanse docentes, autores,
impresores o ilustradores de LIJ, que, aunque cuentan con gran
pasión, empeño, tesón e ilusión, se ven sorprendidos ante lo
intrincado de un negocio que, muchas veces, escapa a su completo
control.
En bastantes ocasiones
estas casa empiezan con mucha fuerza y publican obras de gran impacto
que generalmente proceden del extranjero, lo que supone un elevado
coste (hablamos de entre 1000 y 5.000 euros por unos derechos de
publicación en España -ya saben que si es castellano para el mundo
la cosa se sale de madre- o entre 5000-15000 para una co-edición
junto a otras editoriales).
Si tenemos en cuenta
estos precios con los que (a mi parecer) algunas compañías de
mercados más poderosos exprimen a otras sin tener en cuenta el
contexto donde publican, muchos sellos independientes se decantan por
publicar obras de producción propia que, aunque puede tener sus
mieles, también tiene sus amarguras ya que, aunque sean más
baratas, sólo en contadas ocasiones tienen una gran repercusión
económica (se produce más pero poco reseñable).
También hemos de tener
en cuenta que la impresión de un álbum ilustrado suele tener un
coste elevado comparado con una obra de narrativa adulta por dos
razones principales: 1) Hay que pagar un canon (que suele ser por
adelantado para la primera edición de una obra) a dos autores
(escritor e ilustrador), y 2) es mucho más caro imprimir un libro
con tapa dura y a todo color que una novela de bolsillo.
Está muy instalado entre
el público que el mundo editorial es uno que reporta enormes
beneficios (algo que habría que ver teniendo en cuenta la
diversificación del mercado y el hundimiento de algunas grandes
empresas del sector), más si cabe cuando un consumidor paga por un
ejemplar de álbum ilustrado un precio que ronda los 15 euros por
ejemplar. Lo que no sabe el consumidor es el papel de las
distribuidoras (empresas intermediarias entre el editor y el lector)
en este cotarro y que representan una doble traba para el editor, a
saber:
a) Son las que
“regularizan” los precios de los libros y exigen unos porcentajes
bastante elevados a la editorial por sacarlos al mercado,
promocionarlos y hacerlos visibles. Con esto quiero decir que, cuando
compramos un libro, el dinero se desglosa en una gradación que, de
menor a mayor porcentaje de beneficio es la que sigue: autor,
ilustrador, librero, editor y distribuidor.
b) Si a este laberinto de
personas físicas y jurídicas añadimos que, tras la venta, las
distribuidoras pagan al editor sus beneficios con una demora de entre
6 y 12 meses, el sello editorial se encuentra con la dificultad
añadida de recuperar la inversión en un determinado título ¡un
año después!, lo que dificulta la retroalimentación del engranaje
económico.
No toda la culpa la
tienen los parámetros intrínsecos, sino que también influyen los
extrínsecos véanse:
- La poca tradición que
hay en nuestro país a la hora de leer álbumes ilustrados, un
género, un artículo de lujo para muchos lectores, lo que influye
notablemente sobre las ventas (si de un álbum ilustrado se publican
1000-15000 ejemplares de media, muchos editores se dan con un canto
en los dientes si venden entre 500 y 750 de un título determinado).
- La disminución de
adquisiciones por parte de la administración pública (N.B.: Soy
partidario de la diversificación de los recursos públicos, de que
el empresario no debe ser subvencionado y, en el caso de serlo, tiene
que estar supervisado para que no incurra en irregularidades) de un
género como este (también creo que este tipo de libros tan bien
editados constituyen un excelente recurso para bibliotecas y centros
educativos, que muchas veces abusan de los clásicos en exceso).
- Una legislación laxa y
vaga en la que los derechos de los autores y su obra intelectual son
nulos, el poco asesoramiento en materia editorial, y la desidia
burocrática y fiscal que no promueven la proliferación de autónomos
y sociedades, aboca al poco éxito de las editoriales independientes.
Si a todo ello unimos que
el sistema de temporadas de novedades, el encumbramiento de las obras
comerciales y la poca visibilidad de los fondos editoriales, están
empobreciendo al mundo editorial, nos encontramos con que muchas
empresas del ramo han cerrado o se están planteando echar el cierre,
algo que repercute mucho sobre el sistema cultural español.
¿Y cómo podemos
solventarlo? Yo soy un mero lector que mete las narices donde no lo
llaman, pero que creo que combinar la compra de derechos de autor
extranjeros con la producción de títulos propios, evadirse del
calendario de novedades y establecer lanzamientos de cadencia
regular, diversificar el tipo de impresión (tapa blanda, por
ejemplo), prestar atención al fondo editorial, no publicar a lo
pavo, potenciar el género del álbum ilustrado poniendo en alza su
valor artístico y literario, y aupar la venta de nuestras obras para
su publicación en el exterior, deberían ser puntos a los que los
editores deben prestar verdadera atención y confluir para anteponer
villancicos y zambombas a la tristeza que nos embarga cuando otra
buena editorial se apaga.