No sé quién dijo una vez que los humanos y la naturaleza se
encuentran irremisiblemente unidos por una costura invisible y que la mejor
prueba de ello es que, desde tiempos inmemoriales, las civilizaciones humanas
se habían empeñado en crear en mitad de sus ciudades, los más hermosos
jardines, lugares a imagen y semejanza de bosques y otros parajes. Desde el mismo jardín
del edén bíblico hasta los minimalistas jardines zen, son muchos los parques y espacios
ajardinados que se reparten por toda la geografía mundial. Lugares de obligada
visita, algunos de culto, en los que se entremezclan muchos intereses, que van
desde el juego infantil a la contemplación estética.
Verano, otoño, invierno y primavera pasan por ellos
caracterizándolos con diferentes formas de vida, así como desprenden diferentes
estados anímicos para con el visitante. Unos prefieren el picnic con la caída
del sol veraniego, mientras que otros gustan del colorido otoñal, yo sin
embargo conecto más con la primavera, el jolgorio de los arriates, los brotes
reventones que llenan los árboles, el cerezo en flor o el olor tras los
chaparrones. Esta es la razón por la que me he esperado hasta hoy para reunir
tres historias exquisitas que sobre jardines nos ha dado la LIJ de los últimos
meses.
El primero de ellos es Teo
Muchos dedos, un álbum escrito por Catalina González Vilar, ilustrado por
Pere Ginard y publicado por A buen paso. Con una prosa muy rica, no sólo en el
aspecto verbal (he aquí la razón por la que se ha optado por definirlo como, lo
que yo llamo, álbum narrativo, ese que intenta darle mayor significación al
texto), narra la historia de un habilidoso jardinero utilizando la estructura
del cuento tradicional.
Sin lugar a dudas cautivador y muy delicioso, se pueden
entrever en él las influencias del folklore y muchas de las funciones de Propp
en pro de un alegato por la belleza que
guardan los jardines y una defensa de la libertad y su reconocimiento social y
comunitario (para mí lo más sabroso de este libro). No les voy a destripar el argumento (¿acaso no les sirve mi
palabra de que les va a encantar?) y de sus evocadoras ilustraciones elaboradas
con la técnica del collage digital sólo haré referencia al detalle de unas guardas
que regalan una sorpresa final y enmarcan temporalmente (entre principios de la
primavera y finales del verano) esta bella historia.
En segundo lugar tenemos que hacer referencia a esa
explosión de colorido que es El jardín,
un álbum ilustrado de Atak y editado por Niño Editor.
Quizá sea el libro más
poético de los tres, sobre todo por la enorme carga estética que guardan las
escenas que lo componen y en las que se hace claros guiños a un mundo
exuberante donde campan la vida, el amor y las edades del hombre. Asimismo en
esta comunión entre humanidad y naturaleza (y donde botánicos y zoólogos se
perderían encantados), unas veces dominada, otras salvaje, recuerda en parte a
un río desbordado de emociones. Por si esto no fuera poco, en sus ilustraciones
aparecen guiños a libros como La isla
misteriosa, uno de los cómics de Tintin, o a cuadros como El desayuno sobre la hierba de Manet.
Por último, traigo un poquito de poesía de la mano de Andrea
Pizarro Clemo y su Júbilo, un álbum
de poesía que fue pergeñado durante la realización del Máster en Album
Ilustrado de IconI y fue publicado por la editorial argentina Limonero.
En él
se nos narra en forma de romance el nacimiento de una primavera nueva, no sólo
en el jardín, sino en el corazón de su jardinero jubilado, una coincidencia un
tanto metafórica que contextualiza el poder de las relaciones
intergeneracionales desde un punto de vista humano. Ya saben que cuando ante mí
se despliega un libro de versos, prefiero dejarlos cantar a su suerte y que
ustedes mismos busquen en las rimas sus propias palabras.
-¿Por qué tu invierno no deja
la primavera acercarse?
Aquí traigo mi impaciencia,
¿puedo con ella sembrarte?
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