El otro día me comentaba
cierto responsable editorial que prefería mis reseñas a mis
selecciones temáticas. Que a él, como miembro de una casa
editorial, le eran más útiles ciertos detalles técnicos o
discursivos que listados de títulos con algún punto en común. Un
rato después una seguidora me escribió un mensaje agradeciéndome
esos mismos listados ya que le ahorraban mucho tiempo y eran muy
prácticos a la hora de organizar exposiciones temáticas sobre este
tema u otro. Me resultó curioso que en un breve lapso de tiempo
hubieran coincidido dos opiniones antagónicas sobre los listados
temáticos. Así que hoy la cosa va de listas...
Si les soy sincero les
diré que disfruto mucho más elaborando reseñas o hurgando en
coincidencias menos evidentes de los libros infantiles, que
elaborando listas de libros sobre música, sexualidad o sobre
Caperucitas Rojas. Esto se debe principalmente a que la tarea de
búsqueda de información es más monótona y no me deja dar tanta
rienda suelta a mi parte más creativa e inquisitiva (excepto cuando
encuentro algo jugoso sobre lo que indagar... je, je, je). Me gusta
investigar, analizar y sorprenderme y la mayoría de los listados no
dejan de ser herramientas sistemáticas y bibliográficas.
Por otro lado también me
gustaría decir que hay listados bibliográficos y “listados
bibliográficos” ya que si algo tiene la taxonomía, es que depende
de los diferentes criterios que se esgriman para llevarla a cabo. No
es lo mismo un listado de una institución seria en la que suelen
trabajar especialistas con un vasto conocimiento del área a tratar,
que otro que haya elaborado Perico el de los Palotes (¿O quizá sea
al revés? Hay veces que no se cumple esta regla... ji, ji, ji).
No les voy a negar que en
las listas se pueden condensar muchas características de las obras
literarias ya que parten de un ejercicio sintético que ayuda a poner
en valor ciertos títulos, de equilibrar esa balanza en la que nos
solemos fijar los lectores a la hora de caer rendidos ante sus
páginas. “Los cien mejores de todos los tiempos”, “Los 25
peores libros del año”, “Mil tesoros ilustrados”... ¿Acaso no
les sugieren muchas cosas? ¿Hacemos una porra a la hora de las
coincidencias?
Es cierto que hay muchos
listamaniacos que gustan de casillas, cajones, etiquetas y listados.
También hay otros tantos que prefieren poner desorden en el orden y
dejar que todo fluya según los dictados de lo anárquico, pero si
quieren encontrar un libro en una biblioteca lo mejor es ordenarlo
según un criterio útil y claro (les sugiero que se dejen de
temáticas, tamaños o colores y opten por el orden alfabético del
apellido del primer autor).
¡Por cierto! Y hablando
de adictos a las listas... les traigo Los Liszt
(¡bonito juego de palabras!), un álbum de la escritora
norteamericana Kyo Maclear y la ilustradora española Júlia Sardà (editorial Impedimenta), que nos cuenta la historia de los miembros
de una familia que comparten la afición de elaborar listas de todo
tipo. De la compra, sobre insectos, futbolistas, preguntas
curiosas... Se dedican a esta tarea a todas horas, excepto los
domingos. Pero un día alguien abre una puerta a lo fortuito y un
extraño entrará por ella. ¿Quién será ese extranjero que no está
en ninguna lista? ¿Será añadido a alguna lista? Merece la pena
saberlo, sobre todo si les gustan las listas...
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