Hoy
(o el sábado pasado, todavía no está muy claro...) se cumplen cien
años de la aparición del primer TBO, la revista infantil española
por excelencia que, desde 1917 hasta el año 1998, se publicó
interrumpidamente (ya saben que estas publicaciones suelen tener lo
que se llama épocas, que en este caso dependieron de tres editores,
Buigás, Estivill y Viña hasta 1983, Bruguera hasta el año 1988, y
Ediciones B hasta el 98) para disfrute y deleite de niños y jóvenes
de varias generaciones. Las peripecias de Josechu el vasco (J.
Muntañola), Altamiro de la cueva (J. Bernet Toledano) Obseso
Pisafondo (J. Rovira) Melitón Pérez, Morcillón y
Babalí, el ocurrente profesor Franz de Copenhague, la
entrañable familia Ulises (todos ellos de Benejam) y muchos
otros personajes llenaron las páginas de esta revista semanal o
mensual (dependiendo de las ya citadas épocas) que, además de dar
nombre en castellano, “tebeo”, a lo que otros llaman “cómic”
(RAE dixit), fue testigo de la historia de nuestro país durante el
siglo XX, y dio mucho quehacer a todos aquellos padres que tenían
que escuchar las quejas de sus hijos mientras se quedaban prendados
de sus portadas en los kioskos...
Me cuentan mis papas,
que cuando yo nací
papá con ilusión
decía siempre así:
que hablara pronto yo,
que tenía un gran deseo,
y verme a mí leer los
cuentos del TBO.
Y ahora el pobre está
que no hay quien lo
soporte
porque mi mamá
le trajo tres de un
golpe.
Cuatro somos ya
que pedimos a papá:
Yo quiero un TBO,
yo quiero un TBO,
si no me lo compras
lloro y pataleo
Yo quiero un TBO,
yo quiero un TBO
y me estaré muy quieta
mientras me lo leo.
[…]
Yo quiero un TBO.
1930.
Letra
de Mercedes Belenguer.
Música
de Francisco Codoñer.
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