No soy de esos que tratan
a los niños como si fueran gilipollas. De hecho, me ponen bastante
enfermo los padres que se dirigen a sus hijos como si tuvieran el
encefalograma plano. Prefiero que ellos me traten de iguales a igual,
es mucho más enriquecedor. Así que, si no quieren que sus hijos les
consideren otros anormales más, ahórrense su voz de ñoños para
con ellos...
Lo que más me gusta del
comportamiento infantil es la gran capacidad que tienen los niños
para quitarle hierro a cualquier asunto. Aunque algunos son
cabezones y se enfadan con más frecuencia de lo debido, la mayoría
suele poner una sonrisa ante cualquier adversidad, algo que ocurre
con frecuencia cuando les apuntas a un error (¡Ay, si los adultos
hiciésemos igual!).
Ando por la piscina. Los vestuarios a rebosar de chiquillos que acuden a los
cursos de natación. El griterío esperado, los padres histéricos,
algún que otro llanto, y el menda nota un par de ojos clavados en la
nuca mientras se calza. El crío contemplándome como un mochuelo y
yo, para romper el hielo empiezo a preguntarle chorradas. Que si vaya
pies de gato chulos que llevas (ahora van equipadísimos), que si sabes nadar, o que si te gusta tirarte de lo alto de las banquetas de
salida (cuanto más riesgo, mejor). Él, encantado de contestar hasta
que llego a la pregunta clave: “¿Cuántos años tienes?” Me
muestra las manos y como si de un robot se tratase, empieza a
levantar dedos y bajarlos alternativamente. Primero uno, luego tres,
luego dos, los cinco, cinco más dos, tres más cuatro... Lo miro
boquiabierto y, como si nos leyésemos el pensamientos, nos echamos a
reír. La cuestión es que aparece el padre, que esta luchando con el
hermano mayor y, con la excusa de que el crío deje de molestar, lo
arrastra a otra bancada mientras nosotros le damos al humor, que es
muy saludable.
El caso es que estaba
pensando yo en estas cuando me viene a la memoria Dos ratones,
un álbum de Sergio Ruzzier que acaba de publicar A buen paso
(¡Gracias Arianna!). Si les soy sincero, tenía unas ganas locas de
que saliera a la luz este álbum ilustrado, no sólo porque es el
primer libro de este autor editado en nuestro país y realizado
enteramente por él (hace un tiempo Juventud publicó ¡He perdido
mis calcetines! de Eve Bunting del que es el ilustrador. Esperemos que otras editoriales se animen con su poético This is not a picture book o su dulce Amandina), sino
porque se ha hablado mucho de este libro en el mundo anglosajón.
Aunque se puede considerar un libro sencillo en apariencia, las
aventuras de estos dos roedores ensartadas por los números 1, 2 y 3,
van más allá de los libros para contar, unos muy recurrentes en
esto de la LIJ.
Primeramente decir que un
servidor siente mucha afinidad por el estilo de este autor en el que
destacan el uso de la acuarela (cuando vi el proceso de creación de
una imagen para su A letter for Leo en una exposición sobre
ilustración italiana, me enamoré al instante), la atmósfera
mediterránea que envuelve sus historias (las tejas cerámicas que
cubren las casas enjalbegadas, esa atmósfera cálida...), la
personificación animal, la inclusión de elementos secundarios
realistas (Fíjense en la enredadera que cubre la pared de la casa en
la primera doble página. Al final los brotes acaban floreciendo...)
o surrealistas (¿Es posible que nazcan dos patos de un solo huevo?
Según Ruzzier, sí) que aportan una nota onírica a la narración,
las diferentes técnicas narrativas en la ilustración (el comienzo
de este libro por ejemplo. Intercalar la portadilla en el lugar que
no le corresponde y juguetear con el texto y la imagen como antesala
es muy acertado. Un recurso muy cinematográfico) y la composición
de las escenas (La página “[…] Un camino, dos estrellas,
[...]” es de una belleza excepcional. Mientras cada
uno de los personajes presta atención a cada estrella, sus manos
van unidas en un estrecho abrazo. Además de metafórica, la imagen y su grado de complementación narrativo con el texto, dan como resultado un hermoso paseo).
En segundo lugar y por si
todo esto fuera poco en este libro de pequeñas dimensiones, tenemos
que añadir el juego en el que se interna el texto. Las combinaciones
infinitas que surgen entre sólo tres números y bastantes
sustantivos.
En fin, un álbum
estupendo para primeros lectores con ganas de explorar y contar.
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