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martes, 14 de marzo de 2017

Contar hasta tres y volver a contar


No soy de esos que tratan a los niños como si fueran gilipollas. De hecho, me ponen bastante enfermo los padres que se dirigen a sus hijos como si tuvieran el encefalograma plano. Prefiero que ellos me traten de iguales a igual, es mucho más enriquecedor. Así que, si no quieren que sus hijos les consideren otros anormales más, ahórrense su voz de ñoños para con ellos...
Lo que más me gusta del comportamiento infantil es la gran capacidad que tienen los niños para quitarle hierro a cualquier asunto. Aunque algunos son cabezones y se enfadan con más frecuencia de lo debido, la mayoría suele poner una sonrisa ante cualquier adversidad, algo que ocurre con frecuencia cuando les apuntas a un error (¡Ay, si los adultos hiciésemos igual!).


Ando por la piscina. Los vestuarios a rebosar de chiquillos que acuden a los cursos de natación. El griterío esperado, los padres histéricos, algún que otro llanto, y el menda nota un par de ojos clavados en la nuca mientras se calza. El crío contemplándome como un mochuelo y yo, para romper el hielo empiezo a preguntarle chorradas. Que si vaya pies de gato chulos que llevas (ahora van equipadísimos), que si sabes nadar, o que si te gusta tirarte de lo alto de las banquetas de salida (cuanto más riesgo, mejor). Él, encantado de contestar hasta que llego a la pregunta clave: “¿Cuántos años tienes?” Me muestra las manos y como si de un robot se tratase, empieza a levantar dedos y bajarlos alternativamente. Primero uno, luego tres, luego dos, los cinco, cinco más dos, tres más cuatro... Lo miro boquiabierto y, como si nos leyésemos el pensamientos, nos echamos a reír. La cuestión es que aparece el padre, que esta luchando con el hermano mayor y, con la excusa de que el crío deje de molestar, lo arrastra a otra bancada mientras nosotros le damos al humor, que es muy saludable.


El caso es que estaba pensando yo en estas cuando me viene a la memoria Dos ratones, un álbum de Sergio Ruzzier que acaba de publicar A buen paso (¡Gracias Arianna!). Si les soy sincero, tenía unas ganas locas de que saliera a la luz este álbum ilustrado, no sólo porque es el primer libro de este autor editado en nuestro país y realizado enteramente por él (hace un tiempo Juventud publicó ¡He perdido mis calcetines! de Eve Bunting del que es el ilustrador. Esperemos que otras editoriales se animen con su poético This is not a picture book o su dulce Amandina), sino porque se ha hablado mucho de este libro en el mundo anglosajón. Aunque se puede considerar un libro sencillo en apariencia, las aventuras de estos dos roedores ensartadas por los números 1, 2 y 3, van más allá de los libros para contar, unos muy recurrentes en esto de la LIJ.


Primeramente decir que un servidor siente mucha afinidad por el estilo de este autor en el que destacan el uso de la acuarela (cuando vi el proceso de creación de una imagen para su A letter for Leo en una exposición sobre ilustración italiana, me enamoré al instante), la atmósfera mediterránea que envuelve sus historias (las tejas cerámicas que cubren las casas enjalbegadas, esa atmósfera cálida...), la personificación animal, la inclusión de elementos secundarios realistas (Fíjense en la enredadera que cubre la pared de la casa en la primera doble página. Al final los brotes acaban floreciendo...) o surrealistas (¿Es posible que nazcan dos patos de un solo huevo? Según Ruzzier, sí) que aportan una nota onírica a la narración, las diferentes técnicas narrativas en la ilustración (el comienzo de este libro por ejemplo. Intercalar la portadilla en el lugar que no le corresponde y juguetear con el texto y la imagen como antesala es muy acertado. Un recurso muy cinematográfico) y la composición de las escenas (La página “[…] Un camino, dos estrellas, [...]” es de una belleza excepcional. Mientras cada uno de los personajes presta atención a cada estrella, sus manos van unidas en un estrecho abrazo. Además de metafórica, la imagen y su grado de complementación narrativo con el texto, dan como resultado un hermoso paseo).


En segundo lugar y por si todo esto fuera poco en este libro de pequeñas dimensiones, tenemos que añadir el juego en el que se interna el texto. Las combinaciones infinitas que surgen entre sólo tres números y bastantes sustantivos.
En fin, un álbum estupendo para primeros lectores con ganas de explorar y contar.

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