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viernes, 19 de febrero de 2016

Hablando de LIJ con... Llanos Campos


Román Belmonte: Como los albaceteños estamos orgullosos de serlo, qué mejor que invitar a este espacio a una paisana; y si además es una monstrua (menos mal que me paso las dicotomías de género por el forro...), ¡mejor que mejor! ¿Te has encomendado a la Virgen de los Llanos antes de esta entrevista o te ha bastado con bailarte una seguidiya?
Llanos Campos: Soy manchega valiente. Y bailar, bailo a diario; es lo que tenemos la gente sin vergüenza.
R.B.: Sabrás que hoy te van a leer desde toda España, Argentina, Chile, Venezuela, Alemania, Francia, Estados Unidos de América o Inglaterra... Así que, recién nombrada embajadora de Albacete y La Mancha por el mundo, dales a todos estos monstruos unas cuantas razones para que nos visiten...
LL.C.: Antes que darles razones, les preguntaría ¡PORQUÉ NO LO HAN HECHO YA! Castilla-La Mancha tiene historia, castillos, parajes naturales fabulosos…Pero de todo eso ya tienen casi todos ellos. Lo importante de verdad somos nosotros, los manchegos. Yo tuve que salir de Albacete para darme cuenta de que no todo el mundo -casi nadie en realidad- tiene nuestra retranca, nuestro humor negrísimo y bruto, y nuestra apabullante hospitalidad. Eso es lo mejor. Que vengan que se van a enterar…
R.B.: Chispas es un chico templado, decidido, cerebral, curioso, irónico, impulsivo, con buen humor y gracejo... ¿Qué y cuánto tiene de manchego el protagonista de El tesoro de Barracuda?
LL.C.: Pues todo eso y más. Creo que una de las bazas de la historia es que me han salido unos piratas caribo-manchegos muy «salaos».
R.B.: A ver cuando te marcas un guiño y me dedicas un personaje... (Guiño) Que lo mío también tiene chicha... (Risas)
LL.C.: Date por «homeajeao» como paisano. Aunque, espera… Román es un buen nombre para un… Estoy escribiendo la tercera parte. No lo descartes… Román… Sí, me gusta.


R.B.: A pesar de que muchos se sorprendieron cuando una desconocida ganó el premio Barco de Vapor en 2014, más de 25000 ejemplares vendidos en España y prometedoras ediciones en otras lenguas, son el aval de esta sencilla, honesta, divertida y redonda historia de piratas que ya tiene secuela. ¿Por qué la mayoría de los autores de LIJ se empeñan en rizar el rizo cuando, al final, los niños demandan las historias de siempre? ¿No suena un tanto pretencioso?
LL.C.: Puede que sí. Yo creo que lo que ocurre es que a veces los autores, buscando la publicación o el éxito, imitan lo que «se lleva» o lo que «parece que funciona». Pienso que uno no debería ponerse a escribir si no tiene algo que contar. No cómo, si no qué. Y las cosas que nos importan a todos (niños y adultos) no han variado tanto. Por eso hay obras de Sófocles, de Shakespeare o Cervantes que suenan a hoy mismo.
R.B.: Hace unos años vi lo que había tras las bambalinas de la LIJ y créeme si te digo que me quedé boquiabierto con la vulgaridad que ostentaban ciertos profesionales del sector... Confiésame algo: ¿Algún envidioso te ha llamado “advenediza” a la jeta? ¿Son muchos los que se han subido a tu carro cuando, antes del éxito, no existías? ¿Qué cuesta la fama?
LL.C.: A la jeta no, aunque tal vez sí parecían pensarlo. Pero esto ocurre en todos los ámbitos. Yo vengo del teatro, y en todas partes (creo que más en ámbitos que tienen que ver con la creación, algo peligrosísimo para el ego) cuecen habas. Y también: hay gente que ni me cogía el teléfono y ahora, de repente, me piden hacerse una foto conmigo. A mí me da risa, porque ni antes era tan mala, ni ahora soy tan importante. Lo bueno de esto es que ya me ha pillado mayor y todas estas cosas (las buenas y las malas) ni me hunden ni me inflan. En cuanto a la fama, pues lo bueno de la literatura (y del teatro) es que la fama es limitada. No me considero famosa.
R.B.: Me apena sobremanera que Júlia Sardá haya dejado de darle vida a sus personajes porque muchos lectores los imaginábamos así... Creo que ese tándem, en parte, ha sido responsable del maravilloso viaje que empezó su libro hace un par de años. Dimes y diretes aparte, ¿crees que el negocio de la Literatura, en general, y la LIJ, en particular, va en detrimento de los lectores, de los niños, en ciertas ocasiones?
LL.C.: Lo de Julia ha sido una pena, pero entiendo que ella tuvo una oferta por lo visto importantísima por parte de una gran editorial francesa, y según ella no podía hacer las dos cosas bien. Desde SM negociaron con ella hasta la saciedad, pero no pudo ser. En cuanto al negocio editorial, pues lo cierto es que no lo conozco lo suficiente como para hablar con propiedad. Está claro que la industria (toda), desde el momento que se engrasa con beneficios seguramente deja atrás otras cosas.


R.B.: ¿De dónde le viene a Llanos Campos la afición por la literatura infantil, por escribir para otros como usted? ¿Qué te inspira? ¿Dónde escribes?... Cuéntame tu viaje hacia el lugar donde viven los monstruos.
LL.C.: Una de las primeras personas a las que regalé El tesoro de Barracuda una vez lo recibí impreso fue a mi profesora de EGB, Alicia. Ella fue la primera que se dio cuenta de que me gustaba escribir. Creo que las pistas eran claras: ella nos mandaba una redacción de una página… y yo aparecía con ocho. Ella fue la primera que me animó, que me presentó a algunos concursos y me orientó al escribir. Después, mi pasión por el teatro me llevó a escribir obras para mi compañía y para otras. Como te contaba antes, yo me pongo a escribir cuando tengo algo que decir. A veces esto sale de una frase que escucho, de una película, de algo que veo en la calle. Por ejemplo, escribí una obra de teatro para adultos (Por el ojo de la cerradura) después de ver Bowling for Columbine de Moore, sobre una masacre perpetrada por dos estudiantes en su instituto. En un momento, alguien decía «Esto no empezó esta mañana; acabó». Y yo quise contar el previo, lo que lleva a estos niños a suicidarse o a coger un subfusil y acabar con decenas de chavales. Luego lo aderezo con mis propias experiencias (soy un archivo andante de anécdotas); entonces empieza lo bueno, porque a mí me chifla escribir. Primero doy larguísimos paseos enhebrando la historia en mi cabeza. Luego me siento a escribir, y entonces viene la etapa de «loca con espasmos», donde, de repente y sin previo aviso, hablo sola o doy palmas (en la cola del Mercadona, en el bus o en un velorio) porque acabo de encontrar el giro exacto que no encontraba. Escribo sola y con música, eso siempre.
R.B.: A continuación te dejo un hueco para que comiences una historia, ¿te atreves al reto?
LL.C.: ¡Uy lo que me ha dichoooo! ¡Ahí va!:
«Tenía la boca seca. ¿Cuánto había dormido…? El sol le daba de pleno. ¿No cerró anoche la persiana? ¡Ahivá, los deberes! Tenía que acabar el trabajo de sociales. Oye, ¿por qué le dolían los pies? Se incorporó despacio. Notaba el pelo pegajoso. La cama estaba… ¿llena de arena…? Un momento, no era su cama. Cuando se puso en pie, apareció de repente en medio de un camino entre maizales. Llevaba puestas una botas de goma y un disfraz de conejo. ¿Do… dónde narices estaba? ¿Qué había pasado? «Piensa, piensa…» Lo último que recordaba era que había ido al dentista con su padre… ¡Su padre! «Papá -llamó- ¡Papá!» Y una voz respondió entre los maizales: «¡Carlos!¡Ya voy! ¡No intentes quitarte las orejas!»


R.B.: Mucha gente no sabe que, desde hace muchos años, Llanos Campos se dedica al teatro, sobre todo al infantil. Por ello creo que es una ocasión inmejorable para que una profesional del teatro orientado a los niños nos hable un poco de este género invisible. ¿Por qué se publican tan pocas obras de teatro para pequeños lectores?
LL.C.: ¡Ay, que voy a tener que darte la razón sobre el negocio y la literatura! Pues el caso es que yo empecé a escribir obras para niños precisamente por la falta de títulos que me pareciesen interesantes. Luego lo hice parte del trabajo, con improvisaciones para llegar al texto que más de una vez me metieron en problemas, pero siempre terminaba siendo un trabajo muy enriquecedor. Estoy intentando publicar estos textos, pero no es fácil. Las editoriales no ven rentables las obras dramáticas, porque (resumiendo) se fotocopian y por ello se venden pocos ejemplares, pero hay formas de hacerlas más interesante según mi propia experiencia. Yo tengo escritas obras para niños y obras para que las representen niños (que no es lo mismo, claro), y también para adultos, pero el teatro interesa poco al sector editorial por lo visto. Aunque espero equivocarme y poder publicarlas algún día.


R.B.: Defiende el teatro para niños. ¡El megáfono es tuyo!
LL.C.: El teatro es un arma muy poderosa. Cuando asistes a una representación que de veras te «toca», no hay sensación parecida. Ninguna, créeme. Es algo vivo, que ocurre justo ahí, delante de tus ojos. Y es irrepetible; aunque la veas mil veces, jamás será exactamente igual. Los sentimientos que despierta (cuando lo hace, que no es siempre, claro) son primarios y reales. A mí me gusta decir que el teatro es la mentira más hermosa: el público sabe que va ver algo que es mentira, el actor sabe que es mentira… y sin embargo lo que se crea en la sala es absolutamente verdad. Los niños, con su sensibilidad sin domar, son los espectadores perfectos; nada de cortesía ni de aplaudir todo el tiempo que el reparto salga a saludar. Si no les gusta, lo notarás al instante. Y si has conseguido atraparles, no hay mejor público que ese. El teatro enseña el poder de la palabra, de la imaginación, hace que creas sin dudar que una caja de cartón es un avión o un elefante, que te hace sufrir por naufragios en una moqueta y ver pájaros donde solo hay sonido. En un mundo en el que todo se hace real digitalmente, esto es inestimable. Para niños, para adultos, da igual.
R.B.: Yo fui al 4 (N.B.: los institutos de Albacete siempre se han nombrado por números) y recuerdo entre alegría y nostalgia la gran afición por el teatro clásico y contemporáneo que respirábamos en los pasillos de los centros educativos, el certamen que aglutinaba a todos aquellos grupos amateur en el auditorio municipal, o a todos aquellos compañeros de pupitre que dejaron un (supuesto) futuro prometedor para vivir de la interpretación. ¿Es el teatro escolar la gran piedra angular que sustenta un género que tanto tiene que ver con el amor por la palabra?
LL.C.: ¡Yo también fui al 4! ¡Lo inauguré, en realidad! Yo trabajé como monitor de teatro durante unos años y fue muy enriquecedor. Creo que esas experiencias enriquecen tantas facetas de la formación de un niño (psicomotricidad, lectura comprensiva, autoestima, oratoria, etc, etc) que debería ser una asignatura más, como parece ser que se ha hecho en Chile. Puede que eso despierte la vocación actoral en algunos niños, pero si no es así,como mínimo crea nuevos espectadores y les acerca al arte en general.
R.B.: Como estoy tan poco puesto en estas lides y soy bastante enterao, enróllate y recomiéndame algo de teatro infantil de última hornada...
LL.C.: Por mi trabajo, ahora mismo estoy más familiarizada con el teatro infantil de compañías que crean sus propias obras y textos. Sin salir de Albacete, hay muchas compañías que están trabajando mucho y bien, y creando maravillas. Gente como Patricia Charcos, que está trabajando en teatro y música para niños, o como Rosa Díaz (también albaceteña) que desde Granada se pasea con su compañía La Rous por medio mundo encandilando a niños y mayores con sus trabajos.


R.B.: Jugar, comer y leer son algunas de mis pasiones, así que, para despedirte, me veo en la obligación de preguntarte por tus juegos, platos y lecturas favoritas.
LL.C.: Pues me gusta jugar con mis sobrinas a casi todo, cuanto más loco mejor. Y comer… la pasta me pierde (así me luce la base sedente). En cuanto a la lectura, me enganchan las obras que me desconciertan, que me sorprenden y que me cuentan historias inesperadas. Por eso me encantan García Márquez o Borges. E incluso las que relatan historias que parecen las de siempre, pero tan bien contadas que parecen nuevas (como Tolkien o Auster).


Llanos Campos (Albacete, 1963), aunque comenzó a estudiar Psicología en la Universidad de Granada, se decidió finalmente por estudiar el ciclo de interpretación en la Escuela Municipal de Teatro de su ciudad natal. Una vez finalizado, empieza su andadura profesional por varias compañías de teatro de nuestro país (Teatro Fénix) o extranjeras (Johannes Vardar). Más tarde se anima a crear sus primeros textos teatrales dirigidos a niños y adultos para compañías como Teatro de Malta, Teatro Capitano o Diábolo Compañía de Partes, junto a la cual desarrolla una versión del Quijote protagonizada por marionetas. Finalmente decide fundar la Compañía Falsaría de Indias y desarrollar espectáculos como SoloLeo, Los sueños de Valentina, El viaje increíble de Juanito (todos ellos infantiles), Por el ojo de la cerradura o Ciento volando (para adultos), con los que ha obtenido varios galardones. En el 2014, ganó el Premio Barco de Vapor con El tesoro de Barracuda, un inmejorable debut en el mundo de la Literatura Infantil.

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