Hace
una semana que comenzó la primavera y, entre pitos, flautas y la
semana santa, no le hemos dado una bienvenida como la que se merece
en este lugar monstruoso. Así que... ¡al quite!
La
primavera se erige como esa transición (no sé a qué se deberá mi
predilección por estas estaciones que sirven de nexo a los rigores
de otras menos señalables), como la antesala al calor estival, que, a
pesar de las típicas y hermosas connotaciones que tiene, suele ser
bastante descontrolada y, en algunas ocasiones, hasta furiosa (no les
tengo que hablar de hormonas, astenia, alergias y climatología
desapacible, que suelen acarrear más de un disgusto...).
Así
que, poniendo enmienda a esta demora que han traído los días de
asueto (uno necesita también hacer el mono), este último martes de
marzo iniciamos el tercer trimestre del curso con dos obras
primaverales de alto contenido poético: Osa de
Lucía Cobo (ilustraciones) y José Ramón Alonso (texto), editado
por Narval, y Un jardín, con
Isidro Ferrer a las ilustraciones, María José Ferrada a las
palabras y A buen paso a los cuidados editoriales.
El
primero es un álbum ilustrado metafórico que nos desvela a través
de imágenes preciosistas y cargadas de gran simbolismo, los cambios
que se suceden en la naturaleza con la venida de esta época. El
vehículo elegido por los autores para escenificar el transcurso del
otoño a la primavera es la figura de una osa. Con un estilo
figurativo y surrealista (el frío abriendose camino, descubriendo en
la nieve de las lomas el dormitar del mundo; una primavera que dibuja
la sombra de los árboles reviviendo y hace brotar la vida) narra lleno de romanticismo el viaje hacia la maternidad, un recurso de estilo
literario bastante común.
En Un jardín, no sólo hay que atender a su gran belleza visual (el llamativo
formato de un libro desplegable de casi 180 centímetros, el texto
tranquilo y pausado, y las ilustraciones a modo de grabado), sino que hay que
apuntar a un complejo argumento que lo hace delicado y
sutil, potente y extraño. Se erige como un canto a los cambios
personales que funden sueños y realidad, a la ligereza de la vida y,
quizás, también de la muerte. La buena elección del formato
(aporta una mayor sensación de amplitud y continuidad), los pequeños
detalles en las ilustraciones (Lo limitado de la paleta de color... La dicotomía entre las escenas en las que aparece el señor Wakagi, ¿qué nos querrá decir?...) y la
ambientación oriental, son tres bazas en este álbum de difícil
clasificación.
¡Y
bienvenida seas, primavera!
¡Bellos! Feliz primavera
ResponderEliminar¡Bellos! Feliz primavera
ResponderEliminar¡Muy feliz para ti también, Miriam!
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