Me trae de cabeza esa
simbiosis que se ha establecido entre el postureo español y la venta
de ropa a través de internet. No sin asombro contemplo cómo las
clases bajas y medias se dedican a agenciarse todo tipo de trapos por
la web. Que si los pantalones que se gasta Cristiano, que si la
falda que llevaba la del “Príncipe”, que si mi nene va a ir a
tope con esta camiseta que luce Justin Bieber en tal videoclip...
Vamos, que estamos onnubilados con la pose y la tontería que, como
dice mi abuela, es gratis y cada uno coge la que quiere.
No hay que olvidarse de
las imitaciones de las marcas comerciales de lujo que, además de
sustentar una intrincada red de explotación de menores, mafias y
otros sinsabores de los países en vías de desarrollo (¡Qué
pena!), dan alas a la imaginación de todos los arribistas de
occidente que con tanto ego lucen sus mejores galas (pelucos
incluidos) en bodas, bautizos y comuniones. Así pasa que al final la
gente de pro, burgueses y aristocracia, optan por pobre y sencillo
atuendo, no sea que los confundan con quincalla...
Además de los dramas
sociales, también tenemos los personales. Están tan atestados los
cajones que no sabemos qué hacer con tanto fondo de armario (más
todavía si, como a un servidor, te da pena tirar la ropa empercudida
y andrajosa: el clásico nostálgico...). Qué gracioso es el no dar
a basto para colgarse todo lo adquirido, desbordarse... Y lo mejor
llega luego, cuando te encuentras en la oscuridad de algún bar,
haciendo el tentesieso con auténticos árboles de navidad nocturnos,
copa en mano.
No obstante, ya saben que a uno le gusta la liberalización de los mercados
(a pesar de los podemitas que se pirran por vaqueros de Tomás
Hilfiger o tacones de Manolo Vlanik) y entiende que, cada uno pueda
invertir el sueldo en sus propios fetichismos que, bien canalizados,
le pueden proporcionar más de una satisfacción. Fíjense, yo me
vuelvo loco con el calzado hasta el punto de practicar el
psicoanálisis a través de ellos, y a otros, como los protagonistas
de Los calzoncillos del oso blanco un gracioso libro para primeros lectores de Tupera Tupera
(sobrenombre bajo el que se esconden los ilustradores japoneses
Tatsuya Kameyama y Atsuko Nakagawa) y editado por la editorial
valenciana Andana, les da por la ropa interior... Ya saben que
bragas, calzones y sujetadores se han diversificado a pasos
agigantados para estar acordes a todos los pareceres y paladares, así
que no pierdan el tiempo: acudan a una mercería (de las antiguas, sí
señor) y adquieran los que más convengan a su personalidad.
Me encanta que coincidamos en varias cosas: una la obsesión por el calzado y otra la elección de Zaz . Moi aussi je veux crever la main sur le coeur. Des gros bisoux!
ResponderEliminarConocí a Zaz en Split, hace unos cuantos años. Aunque ahora le da al petardeo junto al Pablo Alborán, no está de más escuchar su primer sonido. Lo de los zapatos es peligroso, tenemos que mirárnoslo. ¡Un abrazo!
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