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jueves, 29 de septiembre de 2016

¿Es basura la Literatura Juvenil?


Todos sabrán que desde que el autor de literatura juvenil, Anthony McGowan afirmara que el 90% de la literatura juvenil es basura, se ha desatado un ciclón de opiniones en las redes sociales y otros ámbitos, que están de acuerdo con él o disienten diametralmente en estos términos. Y cómo no, este sitio tenía que hacerse eco (para una vez que no estoy en el ojo del huracán...) de tal revuelo... ¡Al tostadero!
Está claro que en cualquier entorno comercial que primen las ventas, como puede ser el del mundo editorial, no podemos generalizar en cuanto a la calidad de los productos ya que, a mayor número de títulos publicados, la probabilidad de basura editada aumenta considerablemente. Se podría decir que la calidad de la literatura juvenil es medianamente aceptable (dentro de la corrección), lo que no quiere decir que sean obras magistrales, con un lenguaje rico y bien pensado, el lirismo y belleza presupuestos, ni que transgredan o trasciendan... 




Que una obra sea sinónima de ventas no quiere decir que sea excepcional, sino que conecta con los lectores por una u otra razón que no necesariamente debe ser literaria (se me ocurre citar la publicidad o las adaptaciones cinematográficas). También hay que hablar del paraíso paraliterario en el que se ha convertido la literatura juvenil, una especie de refugio de todo tipo de refritos y sagas fantásticas, románticas o futuristas que intentan afianzar vicios y costumbres de dudosa literatura. Y por último, tenemos el fenómeno de la literatura “crossover” o literatura a caballo entre la juvenil y la adulta, una que borra las fronteras definitorias del lector pero no deja de tener cierta intencionalidad comercial.



La literatura juvenil debería ser literatura de calidad si lo que queremos construir son lectores competentes, algo que deberíamos preguntarnos escritores, editores, familias, docentes o especialistas. El problema viene cuando, finalmente, en una tarea en la que están implicados muchos sectores, cada uno de estos da importancia a sus intereses particulares, y lo que debería traducirse en buenas intenciones se queda en agua de borrajas. Lo mejor y más práctico teniendo en cuenta el sistema capitalista que nos embebe, sería educar al público juvenil en la exigencia de calidad de sus productos de consumo, para que así pudiera elegir en consecuencia y no atiborrarse de paraliteratura.
Aunque a muchos les extrañara que en aquellas polémicas declaraciones saliera a relucir la gran influencia que las féminas tienen en el sector, tachando así a este señor de machista y misógino (¿Qué tendrá la especie humana que tanto gusta de las etiquetas?), hay que apuntar a que este dominio, no sólo como editoras o escritoras (es cierto que cada vez se hacen más de notar, algo que no encuentro negativo, más bien agradable mientras no se convierta en discriminación positiva que conlleve más poder del merecido), sino también como lectoras, se debe al proceso de emancipación patriarcal y la adquisición de estatus que a otra cosa (dadme información y cultura, y moveré el mundo...). 






Como docente les diré que la lectura, cada vez más, queda relegada a ellas, a mis alumnas. Son pocos los varones que leen por placer; no sólo en las aulas, sino también fuera (Siéntense en la puerta de una biblioteca o librería durante una hora y contabilicen... Mientras que el número de mujeres lectoras aumenta, los hombres prefieren dedicar su tiempo de ocio a otras cuestiones menos literarias y más periodísticas). Esto es lo que lleva a que los contenidos de la literatura juvenil comercial (y por extensión de adultos) se dirija más al público femenino, esté repleto de clichés y contenidos clásicamente “rosas”. No obstante debo llamar la atención sobre que, en las nuevas generaciones, este cariz gusta por igual tanto a hombres, como a mujeres, prueba de que las diferencias de género son menos acusadas que hace décadas donde sí podría existir una dicotomía más patente (¡Algo bueno tendría que tener el futuro!).



Por último está el paso a la vida adulta como lectores, una transición en la que debe estar muy presente la tarea del mediador. Alguien que jamás ha estado en contacto con la literatura adulta (¡Y ojo! Que para un servidor, un cuento de Beshavis Singer puede ser tan adulto o más que Madame Bovary...) necesita enfrentarse a ésta desde una perspectiva próxima, tiene que llegar a ella a través de su propio reflejo, uno que a veces es imposible ver desde la quizá poco valorada mirada personal. Al joven hay que hacerle saber que su mundo, aunque envuelto en un celofán diferente, cambia poco respecto al de un adulto, algo que también se puede extrapolar a la anacronía del tiempo en el caso del canon de la literatura clásica... No estoy a favor de encasquetarle a un quinceañero El lazarillo de Tormes sin paliativos. Seguramente le resultará un tostón de tomo y lomo, y no habrá forma de convencerlo de lo contrario, pero si el mediador está informado, se deja seducir por los cambios del mundo y busca con esmero y pasión las conexiones que existen entre lo actual y lo clásico, otro lector juvenil es posible.







Que esta realidad de que la (para)literatura juvenil nos persigue, es un hecho impepinable (algo que siempre he pensado que tiene que ver con una imaginación hipodesarrollada en la niñez y con los hábitos y ejemplos escolares y familiares), pero no justifica que utilicemos novelitas que poco tienen de literario para inculcar un hábito que requiere esfuerzo como la lectura, ya que hay buena literatura juvenil que un joven puede sentir tan suya como la mala. Aunque existan casos en los que estas novelas pueden funcionar como puente transicional o rescatar del limbo acultural a los que yo llamo lectores perdidos, los libros juveniles más vendidos no necesariamente se relacionan con el hábito lector. Existen fórmulas igualmente válidas como los relatos, los cuentos, el álbum, la poesía o el ensayo para construir lectores maduros.
En definitiva, los buenos libros, llámense juveniles o infantiles, siempre abonan el terreno para los buenos lectores, la cuestión es dar con ellos...


1 comentario:

  1. Me apunto lo de "otro lector juvenil es posible" y las sugerencias que le siguen. ;-) No conozco todos.

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