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lunes, 26 de diciembre de 2016

Relación entre la Navidad y la muerte


George Michael falleció ayer, día de Navidad. Aunque todavía no se han hecho públicas las circunstancias que rodean el triste acontecimiento, el haberse producido en un día tan significativo como ese y no en otro, me ha llevado a pensar en la relación que existe entre la muerte y la Navidad... Muchos dirán que el tema para empezar la semana se las trae, pero prefiero que no me tachen de macabro y piensen en ello con objetividad (mirar hacia otro lado puede ser contraproducente cuando se trata de ampliar la mirada crítica). Ahí voy...
Antes de nada y como apunte, hay que tener clara la relación entre la fe y nuestra naturaleza mortal. Todas las culturas se apoyan en religiones de todo tipo (budismo, cristianismo, islamismo o hinduismo)  para explicar una realidad que asola al ser humano, la muerte. Por ello cabe esperar también que todo lo que se relaciona con las tradiciones religiosas tenga bastante que ver con ella. De ahí que, en parte, podamos extrapolar realidades y relacionar hechos aparentemente inmiscibles.


En primer lugar cabe decir que la muerte, a pesar de ser un hecho omnipresente (nunca nos abandonan las dualidades), parece necesitar un hueco más visible en ciertos puntos del calendario. Aunque destacan fechas como el 1 de noviembre en el que rendimos honores a nuestros muertos de una manera más explícita, la Navidad es la época del año en la que más pesa la pérdida de los seres queridos, tánto, que algunos expertos la consideran una época de duelo en la que las reuniones familiares se asemejan más a un velatorio en torno a los fallecidos que a un momento de dicha y júbilo. Las alusiones que en muchas familias se hacen a los que ya no están, a las sillas vacías: silencio, recogimiento, suspiros, dolor y lágrimas.... 
Posiblemente este hecho tenga sus raíces en el tenebrismo de una cultura barroca en la que también se anclan las festividades navideñas. Con ello quiero decir que muerte y Navidad se cogen de la mano a tenor de un hecho cultural que también esta muy presente en otras tradiciones de carácter religioso cristiano como puede ser la Semana Santa.


En segundo término y fuera de la esfera cultural, hemos de ahondar en las circunstancias sociales que explican la relación causal entre navidad y muerte... Aunque la Pascua parece ser el mejor momento del año para dejar a un lado los problemas que trae el tiempo y disfrutar de la vida junto a padres, hermanos y otros allegados en honor de un mensaje religioso donde la concordia y la paz están por encima de todo, no todo es tan bonito. Las reuniones familiares son en pocos casos bien avenidas. En torno a la mesa se reúnen multitud de intereses y circunstancias personales. Intenciones de todo tipo y casualidades impiden mirar al otro con la distancia necesaria para la cortesía y el mutualismo. Envidias, dardos envenenados, reproches pasados, desplantes y alguna que otra lágrima lían todavía más la madeja, y las cenas de Nochebuena y las comidas de Reyes son el inmejorable caldo de cultivo para depresiones, violencia doméstica o cardiopatías que pueden transformarse en muertes por infarto, homicidios o suicidios.


Quizá lo mejor sea tomar consciencia de que la muerte, de su golpe certero, de que no podemos hacer nada por los que ya no están, pero sí por los que quedan. Honrar la memoria de aquellos que se fueron, sin aferrarse al lastre que suponen los recuerdos en una vana esperanza. Establecer unas buenas relaciones con los que tenemos a mano, con los que, codo a codo, compartimos el camino. Para que así la vida, esa que no valoramos lo suficiente, deje crecer unas alas que, colocadas sobre nuestra espalda, agiten el vuelo liviano de saber que hemos estado aquí morando y, sobre todo, disfrutando.

Cristina Bellemo y Mariachiara Di Giorgio, 2016. Dos alas. Combel.


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