George Michael falleció
ayer, día de Navidad. Aunque todavía no se han hecho públicas las
circunstancias que rodean el triste acontecimiento, el haberse
producido en un día tan significativo como ese y no en otro, me ha
llevado a pensar en la relación que existe entre la muerte y la
Navidad... Muchos dirán que el tema para empezar la semana se las
trae, pero prefiero que no me tachen de macabro y piensen en ello con
objetividad (mirar hacia otro lado puede ser contraproducente cuando
se trata de ampliar la mirada crítica). Ahí voy...
Antes de nada y como
apunte, hay que tener clara la relación entre la fe y nuestra
naturaleza mortal. Todas las culturas se apoyan en religiones de todo
tipo (budismo, cristianismo, islamismo o hinduismo) para explicar una realidad
que asola al ser humano, la muerte. Por ello cabe esperar también
que todo lo que se relaciona con las tradiciones religiosas tenga
bastante que ver con ella. De ahí que, en parte, podamos extrapolar
realidades y relacionar hechos aparentemente inmiscibles.
En primer lugar cabe
decir que la muerte, a pesar de ser un hecho omnipresente (nunca nos
abandonan las dualidades), parece necesitar un hueco más visible en
ciertos puntos del calendario. Aunque destacan fechas como el 1 de
noviembre en el que rendimos honores a nuestros muertos de una manera
más explícita, la Navidad es la época del año en la que más pesa
la pérdida de los seres queridos, tánto, que algunos expertos la
consideran una época de duelo en la que las reuniones familiares se
asemejan más a un velatorio en torno a los fallecidos que a un
momento de dicha y júbilo. Las alusiones que en muchas familias se
hacen a los que ya no están, a las sillas vacías: silencio,
recogimiento, suspiros, dolor y lágrimas....
Posiblemente este hecho tenga
sus raíces en el tenebrismo de una cultura barroca en la que también
se anclan las festividades navideñas. Con ello quiero decir que
muerte y Navidad se cogen de la mano a tenor de un hecho cultural que
también esta muy presente en otras tradiciones de carácter
religioso cristiano como puede ser la Semana Santa.
En segundo término y
fuera de la esfera cultural, hemos de ahondar en las circunstancias
sociales que explican la relación causal entre navidad y muerte...
Aunque la Pascua parece ser el mejor momento del año para dejar a un
lado los problemas que trae el tiempo y disfrutar de la vida junto a
padres, hermanos y otros allegados en honor de un mensaje religioso
donde la concordia y la paz están por encima de todo, no todo es tan
bonito. Las reuniones familiares son en pocos casos bien avenidas. En
torno a la mesa se reúnen multitud de intereses y circunstancias
personales. Intenciones de todo tipo y casualidades impiden mirar al
otro con la distancia necesaria para la cortesía y el mutualismo.
Envidias, dardos envenenados, reproches pasados, desplantes y alguna
que otra lágrima lían todavía más la madeja, y las cenas de
Nochebuena y las comidas de Reyes son el inmejorable caldo de cultivo
para depresiones, violencia doméstica o cardiopatías que pueden
transformarse en muertes por infarto, homicidios o suicidios.
Quizá lo mejor sea tomar
consciencia de que la muerte, de su golpe certero, de que no podemos
hacer nada por los que ya no están, pero sí por los que quedan.
Honrar la memoria de aquellos que se fueron, sin aferrarse al lastre
que suponen los recuerdos en una vana esperanza. Establecer unas
buenas relaciones con los que tenemos a mano, con los que, codo a
codo, compartimos el camino. Para que así la vida, esa que no
valoramos lo suficiente, deje crecer unas alas que, colocadas sobre
nuestra espalda, agiten el vuelo liviano de saber que hemos estado
aquí morando y, sobre todo, disfrutando.
Cristina Bellemo y
Mariachiara Di Giorgio, 2016. Dos alas. Combel.
1 comentario:
Lo has clavado, monstruo. Feliz Navidad.
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