Causa
y efecto son un matrimonio indisoluble y la mayor parte de las
veces, no son nada el uno sin el otro. Dudo que el vuelo de una
mariposa en oriente pueda ocasionar una tormenta en occidente, pero
las tengo todas conmigo si afirmo que quien no se arriesga nunca gana, que la despreocupación del hoy puede germinar en los
problemas del mañana, o que el que no llora, no mama. Está claro que todos los efectos son tan categóricos..., fíjense en
aquellos que aprueban sin estudiar (siempre he admirado a esas mentes
privilegiadas) o en la cantidad de pobres y desgraciados que pagan
por sus crímenes en este país, mientras los ricos y poderosos quedan eximidos de visitar las cárceles.
Se
ve que los jueces no son los únicos que no pillan eso de la relación
causal (Pobres ¿ignorantes?...), ¡que se lo digan a mis alumnos! Ya sé que los de ciencias tenemos mucho peligro con
esto de buscar relaciones entre los elementos mundanos, pero aunque
a veces la caguemos con el diseño experimental, explicamos las
realidades desde la objetividad. Algo que se figura una difícil
tarea cuando intentamos hurgar en la lógica deductiva (¡Qué
palabros!) de esos cerebros adormecidos a base de hormonas sexuales.
Seguramente, esas intenciones tan ¿in?sanas nuestras que llevan al
plano racional conjeturas de todo tipo, reboten en sus prioridades
casi siempre, pero no me resigno a buscar puntos comunes que nos
interesen a ambas partes...
Ahora que caigo..., uno de esos lugares
compartidos podría ser El mismo, un álbum ilustrado
creado por Isabel González (texto) y Efealcuadrado (ilustraciones),
que ha tomado forma gracias a la editorial Milrazones. Este libro
reúne en sus páginas un puñado de ejemplos sobre la disparidad de
consecuencias (positivas y negativas, según se miren) que pueden
acarrear ciertas casualidades como el sol abrasador, el viento
juguetón, un balón sin control o la oscuridad de la noche. Con unas
ilustraciones de trazo enérgico, desdibujadas e impresionistas, y una
estructura simétrica, de ida y vuelta, a modo de boomerang (Ja, ja,
ja... ¡Qué comparaciones me marco!), es una excusa inmejorable para
darle forma a causas y efectos que parten de esa idea tan positivista
que reza “Lo que viene, conviene”.
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