A pesar de que las
lluvias han reaparecido durante el pasado fin de semana por el
sureste peninsular, el termómetro se atempera y se empieza a
vislumbrar un cambio estacional. El frío da paso al último sol de
febrero y los almendros se cuajan de flores cuando, de golpe y
porrazo, se me viene a la memoria uno de esos libros que llenaban mi
infancia de color. Voy a la estantería y empiezo a recorrer con el
dedo los que componen mi biblioteca personal. Doy con él. Lo saco
con cuidado y me lo llevo al sofá...
Un año en la granja.
Alice y Martin Provensen. Plaza & Janés, colección Clipper.
1981 (¡Total na'...!). Editado en rústica, este álbum ha aguantado
con mucho esfuerzo el paso de los años. Alguna que otra hoja suelta
y un par de dobles páginas rasgadas y posteriormente reparadas (mi
hermana siempre ha sido un desastre con los libros), no son
impedimento para que brille entre muchos otros. Empezando por las
tapas (peritextuales y sintéticas donde las haya), la cosa huele a
delicia. Un álbum donde una granja (esa en la que vivieron los
autores durante un buen puñado de años) y sus habitantes son los
indiscutibles protagonistas.
Este libro lleno de
detalles, unas veces más que evidentes, otras, menos, se pasea a
caballo entre el álbum informativo y la multiplicidad de historias y
breves narraciones que atesoran sus páginas. Ayudándose de las
escenas de tipo paisaje a doble página sobre las que recae la acción
temporal, y de otras estructuradas en viñetas (en algunos casos no
necesariamente secuenciales ya que intentan parcelar el espacio),
este libro consigue dar una visión circular sobre lo que acontece en
cada estación, con una visión conjunta que se resume en el concepto
anual. También hay escenas dobles en las que se hace uso de las
comparaciones visuales que dan paso al humor y otras explicativas en
las que se suceden las tareas de la granja (véase como ejemplo el
cuidado de los caballos). El texto, aunque explicativo, es poético
y dulce... Sí, les leo el pensamiento: una pasada.
Junto a Un búho y
tres gatitos y Un caballo y un perro. Una cabra y un ganso,
es uno de los tres álbumes ilustrados de este matrimonio
norteamericano que fueron publicados en castellano hace más de
treinta años (Editores de este país, ¡auxilio!), algo que llama
mucho la atención si tenemos en cuenta que los Provensen son unos de
los autores de libros-álbum más aclamados dentro del mundo de LIJ
anglosajón.
Alice (1917... Sí, sigue
vivita y coleando. En breve cumplirá la friolera de cien años) y
Martin (1916-1987) Provensen ilustraron más de cuarenta títulos, de
los cuales también escribieron (e incluso editaron) casi una
veintena. Aunque se conocieron en 1943, llama la atención que
tuvieron vidas más o menos paralelas, tánto, que en cierta ocasión
Alice llegó a afirmar que juntos funcionaban como uno solo, llegando
a trabajar sobre la misma ilustración a cuatro manos.
Ambos nacen en Chicago y
se mudan a los doce años de edad a California donde sobrevivirán a
la Gran Depresión. Los dos reciben una beca para asistir a la
Escuela de Arte de California para posteriormente cursar sus estudios
en la Universidad de California (en campus separados, no puede ser
tanta la coincidencia). Al terminar sus estudios y teniendo en cuenta
que el cine y las series de animación empezaban a crecer en un mundo
donde la imagen ganaba terreno, ambos son contratados por estudios de
animación. Mientras que Alice trabaja para el de Walter Lantz, el
creador del Pájaro Loco (Nota: Esta no es una época en la que las
mujeres formen parte de estos equipos creativos, pero como muchos
hombres van al frente es necesaria mano de obra cualificada, algo que
Alice sabe aprovechar), Martin hace lo propio para los estudios Walt
Disney colaborando en los metrajes Dumbo, Fantasía y
Pinocho.
Tras conocerse, trabajan
en proyectos relacionados con las campañas bélicas en las que,
durante aquella época, los Estados Unidos se habían visto envueltos
(vídeos y paneles formativos). Se casan en 1944 y se establecen en
Washington DC para, una vez que termina la guerra, trasladarse
finalmente a Nueva York, donde realizan su primer trabajo dentro del
mundo de la ilustración de libros infantiles, el Fireside Book of
Folk Songs. Después del
éxito cosechado pasan a formar parte de la plantilla de Golden Books
realizando ilustraciones para The color kittens (1949),
The little fat policeman
(1950), dos libros de Margaret Wise Brown, o The duzzy
duckling (1949) de Jane Werner
Watson.
Tras
el trato que reciben de Golden Books (no respeta sus derechos como
autores ni los pagos estipulados), el matrimonio decide trabajar como
autónomos y se centran en ilustrar obras de dominio público como
los textos bíblicos (The Golden Bible: The New Testament,
1953), clásicos (The Iliad and the Odyssey, 1956),
o los versos de Robert Louis Stevenson (A child's garden of
verses, 1964) cuyos derechos venderán
a esta misma casa editorial o a otras como Simon & Schuster.
Como
nota curiosa cabe destacar que, durante ese tiempo, Martin también
se interna en el mundo publicitario participando en el diseño de una
de las mascotas de la marca de cereales Kellogg's, Tony el tigre, que
aparece por primera vez en 1952.
Así
es como su apellido alcanza notoriedad dentro del panorama de la
Literatura Infantil y aparecen sus, para mi gusto, mejores libros
(N.B.: Y que deberían editarse de una vez por todas en castellano
para el disfrute de todos los monstruos). Títulos como The
Provensen Animal Book (1952), la versión de Louis Untermeyer de
las Aesop's Fables (1965), un trabajo exquisito y vibrante
cuyo estilo se aleja de sus otros libros y que bebe de cierto
impresionismo colorista, What is a color? (1967), los Tales
from the Ballet (1968) también seleccionados por Untermeyer, o
The Provensen Book of Fairy Tales (1971), un libro delicioso y
medido al detalle donde ilustraciones y texto se unen en un vaivén
casi perfecto, ven la luz durante ese tiempo.
Alice y Martin se
trasladan al lugar que les sirvió como inspiración en sus libros
más aclamados por el público infantil, Maple Hill Farm, una granja
en el condado de Dutchess cerca del río Hudson. Una vez allí los
Provensen deciden crear sus propias historias, esas que nacen de los
animales domésticos, las faenas agrícolas diarias, y el trajín y
bullicio del campo. Todo esto queda recogido en libros como el que ha
servido de excusa para esta entrada, los otros dos editados en
castellano, y títulos como My little hen (1973) o su
encantador Our animal friends at Mapple Hill Farm (1974) que
fue incluido en la lista de los mejores libros para niños de The New
York Times de ese año (algo que consiguieron en nueve ocasiones con
otros títulos).
Dos de los mayores
reconocimientos a la labor de esta pareja llegan en la década de los
ochenta. En el año 1982 sus ilustraciones para A visit to William
Blake's Inn de Nancy Willard (1981) ganan la medalla Newbery
(este trabajo también quedó finalista en la carrera por la Medalla
Caldecott), y en 1984 consiguen finalmente la Medalla Caldecott con A
glorious flight (1983),
un libro que narra la historia de Louis Blèriot, el primer hombre
que sobrevoló el Canal de la Mancha.
La carrera conjunta de
este tandem se trunca en 1987 cuando Martin muere de un paro
cardíaco. Es así como Alice, tras un par de años alejada del mundo
editorial, continua su carrera en solitario como autora de numerosos
libros para niños, algunos de ellos de carácter informativo entre
los que podemos contar The buck stops here: the presidents of the
United States (1990), Punch in New York (1991), el mejor
de sus trabajos en solitario y dedicado a su nieto Sean, My fellow
Americans: a family album (1995), o The master swordsman &
the magic doorway: two legends from ancient China (2001), por los
que recibe entre otros el Eric Carle Honors Award, un galardón que
pone en evidencia su dedicación al arte de ilustrar libros durante
más de sesenta años.
Hace unos años Alice
tuvo que abandonar Maple Hill Farm tras aceptar que una granja
rústica no era el lugar más idóneo para una mujer nonagenaria, y
vive desde entonces en San Clemente junto a su hija Karen Mitchell y
su familia.
Para finalizar el
recorrido por la obra de estos dos grandes autores dentro del mundo
del álbum y el libro infantil, dar algunas claves sobre su estilo...
Aunque Alice admite que ellos nunca buscaron desarrollar un estilo
propio y que siempre trabajaron en base al texto que debían ilustrar
(no era lo mismo idear imágenes para la Biblia que para un libro
sobre animales), sí pienso que su trabajo tiene una evolución y desarrolla unas
directrices en las que la línea alegre y el dibujo fresco tienen mucho que decir.
Cuando sus personajes y figuras se materializan sobre el papel lo
hacen jugando con las formas sencillas y ligeramente angulosas, casi
recortadas (¿No les recuerdan a tijeretazos?). En cuanto al volumen,
me atrevería a decir que son algo planas aunque en ellas se trabaje
la perspectiva. La paleta de color suele prescindir del sombreado y
los degradados, y, excepto en ciertos casos donde la coloración es
más transgresora (por ejemplo sus Aesop's Fables), tiene una tonalidad cálida
que imprime tranquilidad a las escenas. Aunque han sabido combinar
muchas técnicas (en ocasiones se pueden observar guiños al grabado,
a los lápices y las ceras) destacan por el uso del gouache y la
acuarela, medios clásicos dentro de la ilustración y que usan la
dualidad transparencias-opacidad.
Como despedida y mientras
algún editor se anima a publicar o reeditar alguna de estas obras,
recordarles que pueden disfrutar de algunas de sus ilustraciones
aquí, el sitio donde viven monstruos. Monstruos como los Provensen.