En la
tarde de ayer, Jueves Lardero, mientras unos disfrutaban de la mona
(que aquí todavía resuena el antiguo Reino de
Aragón), otros andábamos de bazar en bazar. Yo buscaba un candado,
pero el resto estaban inmersos en el maremagnum de disfraces “made
in China” que por allí se desparramaba. Daba igual, de pirata, de
princesa, de rana, de superheroe, de oso o de suegra. Todos parecían
el mismo: poliéster a go-go, colores horribles y poca imaginación.
Viendo todo aquello me acordé de los carnavales que nos gastábamos en la juventud, esos que la Maicro, la Titan, las Chachas, el Peibol y
yo preparábamos con un mes de antelación. Fuimos trogloditas,
moscas, caracoles, enanitos y payasos. Todo hecho a mano, todo inventado. Nos
exprimíamos los sesos, pensábamos los detalles, reciclábamos, cosíamos malamente y nos reíamos. Que sí, que
echábamos más horas que un reloj y nos duraban un cantar sevillano, pero bien felices.
Aquella tarde nadie
durmió la siesta,
porque era fiesta.
“Concurso de
disfraces infantiles en el salón”.
Había un niño
disfrazado de camaleón,
otro de Tarzán
y uno más desnudito
iba de Adán,
(vestido de hojas),
otros, de “pieles
rojas”,
muchos de astronautas,
de toreros,
de buzos,
de bomberos.
Entró un niño muy
despacito,
muy timidito,
muy despistado,
llevaba un trajo roto
por todos lados
(codos, rodillas
y bolsillos rasgados).
-¿Y tú, con esos
agujeros,
de qué vas disfrazado?
-Vengo de “queso de
bola”.
(El niño pobre ganó
el concurso de
disfraces).
Gloria Fuertes.
Concurso de disfraces.
Buenísimo poema y buenísima chirigota de mi tierra. Ole, ole y ole monstruo!
ResponderEliminarY Carmen, gaditana como eres, ¿no te parece que este año la cosa ha estado un tanto floja? Me da la impresión de que va perdiendo fuelle. No sé si es por lo políticamente correcto, porque ya no está Teófila, o porque soy demasiado exigente (tu sabes, lectora, lo que me gusta la ironía y el cachondeo canalla), pero denoto cierto declive en los cuplés y popurrís... Tu dirás, que sabrás más...
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